jueves, 7 de mayo de 2009

Campesino canadiense gana juicio a Monsanto

Lourdes Edith Rudiño
Esta es una historia de David contra Goliat, aunque todavía la piedra que golpeó la frente del gigante es muy pequeña. Hace dos años Percy Schmeiser, un agricultor que cultiva hoy sólo 64 hectáreas en la provincia de Saskatchewan, Canadá, demandó judicialmente a la trasnacional Monsanto que pagara por la “limpieza” de sus campos porque habían sido contaminados con canola transgénica patentada por esa compañía. Polen transgénico de campos vecinos habían llegado por viento o por insectos a las tierras de Percy.

Previamente tanto Schmeiser como su esposa habían entrado en contacto con la compañía y ésta misma había hecho pruebas para confirmar que efectivamente las tierras estaban contaminadas. “Monsanto no dijo que aceptaban realizar la ‘descontaminación', pero antes de que hicieran la limpieza nos mandaron un formato de liberación de responsabilidades para que lo firmáramos.
Tenía dos condiciones inaceptables: que mi esposa, cualquier miembro de mi familia y yo jamás en la vida volveríamos a demandar a Monsanto por contaminación, y que nos comprometíamos a mantener en silencio los términos del acuerdo. Por supuesto rechazamos el contrato.

La victoria.
Fue entonces que Schmeiser decidió contratar las labores de limpieza y envió la cuenta a Monsanto, pero la corporación se rehusó a pagar y dijo que sólo lo haría si el agricultor firmaba el acuerdo de liberación de responsabilidad. Ya en la corte, en marzo de 2008 el juez ordenó a Monsanto a pagar la descontaminación “y no tuvimos que firmar ningún formato”. El pago fue por 640 dólares canadienses, “y ya puede uno imaginar la pena que le dio a una multinacional de ese tamaño pagar esa cuenta.

Muchos de nuestros periódicos en Canadá preguntaron qué está pasando con los empresarios que necesitan ser llevados a juicio para cubrir facturas tan pequeñas”. El resultado de esta experiencia fue “una gran victoria no sólo para mi familia, sino para todos los agricultores, pues establece un precedente de que Monsanto y cualquier otra compañía tiene que limpiar por la contaminación de transgénicos. Esto es importante pues entramos en el área de las responsabilidades, es decir, tú eres responsable si entras a destruir el trabajo o el campo de alguien más. A Monsanto le gusta llegar a acuerdos antes de que sus conflictos entren a la corte, pero en este caso no se pudo zafar”.

Patentes y derechos.
Como se sabe, el conflicto entre estas dos partes viene de antes: en 1998 Monsanto demandó a Schmeiser por “apropiación indebida”, esto es por tener en sus campos semillas transgénicas patentadas por la empresa, sin que hubiera pagado regalías por ellas. La realidad es que para Percy era indeseables tal tecnología, pero le llegó por contaminación genética. El fallo de este juicio fue: “la corte me dijo que no tendría que pagar un solo centavo, pues Monsanto me exigía más o menos un millón de dólares canadienses. Si hubiera perdido el caso, yo no estaría aquí”.


La parte negativa del fallo fue que la corte decidió que Monsanto sí era propietaria de la patente de la canola. “Lo triste es que si ese gen patentado pasa a cualquier otra forma de vida, esa forma de vida pasará a ser de Monsanto también”.
Pero la corte también pidió al Parlamento de Canadá que cree nuevas leyes y reglamentos respecto de quién tiene derecho a patentar una forma de vida, y eso está ahora en proceso de discusión. “Nosotros sabemos ahora que para el futuro de nuestras semillas, de nuestros alimentos, se tiene que proteger los derechos de los agricultores de usar y desarrollar sus propias semillas, y es un derecho que no se debe perder en ningún momento”.
En su enfrentamiento con Monsanto, a lo largo de diez años Percy Schmeiser gastó medio millón de dólares canadienses. “Afortunadamente tuvimos mucha ayuda de mucha gente en todo el mundo y pudimos pagar estos costos. Lo que digo es que ningún agricultor está en condición de enfrentar este tipo de juicios contra multinacionales, y por eso para el caso de México, la recomendación es cerrar absolutamente la puerta al maíz transgénico”, por los efectos negativos ambientales y de salud que implica, pero también por los riesgos judiciales previsibles entre los productores y las trasnacionales de semillas, particularmente Monsanto, que tiene demandados a muchos productores en Estados Unidos por supuesta apropiación ilegal de la tecnología”.

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