El Uruguay es un país que ha sufrido una crisis de identidad crónica. No quisimos la independencia, pero un día que hoy nadie recuerda, el 28 de agosto de 1828, fuimos declarados país independiente. Desde entonces luchamos por fabricarnos una historia presentable, convertimos a José Artigas, que nunca imaginó un país llamado Uruguay, en nuestro “Padre de la Patria”.
Festejamos como nuestra fecha nacional el 25 de agosto, según la declaratoria de la independencia que menciona, junto con el deseo de independizarnos de Brasil, la determinación de pertenecer a las provincias argentinas, “con quienes nos unen los vínculos más sagrados que el mundo conoce” según dice el documento.
Hasta el día de hoy buscamos mitologías patrióticas, sin duda poéticas, pero rematadamente equivocadas, como la idea de que Uruguay quiere decir “Río de los pájaros pintados”. Interpretación que no tiene nada que ver con la realidad. En Guaraní pájaro es “Guyra” y “Pintado” es “para” o “mbatará” si es pintado en el sentido de manchado (de donde viene bataraz). Todo muy lejano de la palabra Uruguay. Urugua, sin embargo se les llama a los caracoles marrones de río, que llenan los cursos de agua de nuestro país.
“Urugua-Y” es simplemente Río de esos caracoles de agua dulce. Es cierto que “Río de caracoles” es una acepción mucho más difícil de adoptar, por obvias y arrastradas razones, pero éste significado es el real y sencillamente “Río de los pájaros pintados” no lo es.
Nuestros atropellos a la cultura guaraní no terminan ahí. Creamos la mitología Charrúa, que tuvo la ventaja, para algunos, de liberarnos de nuestro gran componente étnico Guaraní. Ellos, junto con Chanaes, Arachanes y demás tribus de la historia oficial, eran menos del 5% de nuestro componente indígena. El 95% eran guaraníes. Al terminarse los charrúas entramos supuestamente en la categoría de pueblo europeo.
Con el 95% restante de componente indígena de nuestro pueblo hicimos un gran Salsipuedes perceptivo, un enorme genocidio simbólico, virtual, donde hicimos salir el importante componente indígena de nuestra sociedad de nuestro campo visual. Los indígenas siguieron en nuestra sociedad, asociados en mayor medida con los sectores económicamente más modestos, pero ya nunca fueron reconocidos como tales.
Todos los sectores políticos, izquierda y derecha, han disfrutado del chiste según el cual los mexicanos descienden de los Aztecas, los peruanos descienden de los Incas y nosotros los uruguayos descendemos del vientre de los barcos. Los guaraníes uruguayos al parecer no tuvieron descendencia.
Esta dificultad extrema de nuestro país de contar bien su propia historia, se ve también en el presente, con el debate interminable que recorre generaciones y que tiene que ver con la dictadura militar y con los crímenes que se cometieron en ella.
Hoy tenemos al ex Presidente Juan María Bordaberry preso y a un grupo de represores en la misma situación. Se ha fijado el día 19 de junio como día del “nunca más”. Nunca más a la violación de los derechos humanos.
Sería justo que ese día también fuera el del nunca más a una dictadura en el Uruguay, y todavía mejor, el día de cuidarnos de nunca más repetir los comportamientos políticos que llevaron a esa dictadura, la cual llevó a su vez a esos crímenes.
Sería perfecto que ese día fuera el de nunca más a ninguna dictadura en ninguna parte, pero eso significaría acabar con la idea de que hay dictaduras malas y dictaduras buenas, idea que hoy es todavía muy querida por mucha gente, especialmente en los círculos que han promovido el “nunca más”.
Cualquiera que haya estudiado seriamente la historia reciente sabe que la dictadura militar vino por una serie de factores que incluyó, entre muchos otros, la descalificación recíproca de los miembros de la élite política, que de manera caníbal construyó el estereotipo de los políticos corruptos.
La promoción de una generación de generales que trató de sustituir, desde todos los partidos, una generación desgastada de políticos. Un sistema político sin respaldo parlamentario que llevó durante algunos años a un gobierno por decreto.
Una guerrilla que nació en democracia. La desgraciada idea de la reelección presidencial, que embarró dramáticamente la cancha política de inicios de los años ‘70. El fraude electoral del año 1971 que deslegitimó al gobierno de Bordaberry. Las apuestas prácticamente universalizadas en nuestra élite política a un golpe de estado “bueno”, que desplazara a Bordaberry, a quien se percibía como la personificación de la anti-democracia.
El día del “Nunca Más”, necesita imperiosamente que se cuente bien la historia. Los crímenes de la dictadura ocurrieron porque todos nosotros permitimos que se muriera la democracia. Los responsables de los crímenes de la dictadura somos todos los uruguayos.
El día del “Nunca Más” necesita de la verdad. Necesitamos asumir que las violaciones a los derechos humanos ocurrieron porque hubo una dictadura. Necesitamos asumir que hubo dictadura porque todos los uruguayos permitimos que la democracia colapsara. Necesitamos asumir que toda dictadura, de derecha o de izquierda, es una fuente permanente de crímenes y de violaciones a los derechos humanos.
Necesitamos saber que únicamente nuestra conducta democrática es la que puede asegurar que nunca más se cometan crímenes políticos contra nuestra sociedad. Si seguimos repitiendo historias mal contadas y sin responsabilizarnos por la verdad y por las consecuencias de nuestros actos políticos, el “nunca más” puede ser sólo un vacío y tétrico estribillo.
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