miércoles, 28 de julio de 2010

COLOMBIA: PAZ, RECONCILIACIÓN Y LEGALIZACION DE LA DROGA

Fernando Dorado
La jugada calculada del presidente Uribe de llevar ante la OEA la denuncia de la supuesta connivencia del gobierno de Venezuela con la presencia de la guerrilla en su territorio, muestra cómo ha actuado este gobierno durante los últimos ocho (8) años, y nos sirve de lección para no proceder de esa manera.
Uribe se trazó una meta a 2019.


Su sueño era consolidar una nación con una contextura hacendataria-clerical-colonial, pero a la vez “moderna”. El orden de los sumisos y la paz de los sepulcros. Quedar en la historia como el gran “reformador” del siglo XXI. Y… lo quiso hacer a cualquier precio. Pero, era imposible que lograra su objetivo. Su visión es retrógrada, reaccionaria, de tipo medieval. La vida va hacia la democracia y la Paz. Uribe, por más que trabaje y se esfuerce, va en contravía. ¡No va más!

Por ello tuvo que sostener su proyecto a punta de shows mediáticos. “Falsos positivos” de todas las clases y tamaños para tapar delitos y crímenes cometidos desde el gobierno. Sin embargo, de nada servirá. Después del 7 de agosto, ya sin su “aura mesiánica”, Uribe no podrá montar otro “falso positivo” más grande que el anterior. La fórmula se agotó y, entonces, se van a dar las condiciones para que toda la verdad aparezca.

Los demócratas colombianos debemos revisar con humildad nuestra acción política. Somos parte de la misma sociedad que produjo individuos como Álvaro Uribe Vélez y José Obdulio Gaviria. Algo de ellos debemos tener en nuestro inconsciente colectivo. No existe una vacuna contra la “racionalidad societal histórica”.[1] Lo único que sirve para superar las limitaciones estructurales es ser absolutamente conscientes de ellas. Saber qué somos, explicarnos por qué somos así, es el primer paso para superarlas.

Estrategia sin táctica; táctica sin visión de largo plazo
La mentalidad excluyente de la oligarquía terrateniente – heredera de los encomenderos españoles de origen castellano y andaluz que protagonizaron la conquista y colonia de la Nueva Granada – nos imprimió un sello de intolerancia, de extremismo y violencia, que nos hace balancear cíclicamente entre fundamentalismo y oportunismo.

Entre esas dos actitudes nos hemos movido. Ha sido la constante. El primero, de origen escolástico-clerical, sólo repara en principios, no diferencia los detalles, todo lo ve en blanco y negro, va de buenos a malos. Se coloca como objetivo “destruir y desaparecer al enemigo”. El segundo, es de carácter “cortesano”, privilegia las formas y los métodos, se pierde en las indefiniciones y los grises, se acomoda a las circunstancias, se queda a mitad de camino y termina asimilándose al contradictor.

La reciente campaña electoral, a pesar de haber sido dominada por posiciones fundamentalistas[2], también mostró el conocido y reiterado oportunismo de los partidos tradicionales. Sin embargo, la sociedad colombiana envió señales inequívocas de que quiere algo diferente, de que desea superar la violencia e hizo un llamado tácito a encontrar senderos de auto-reconocimiento y reconciliación.

Por ello es que se hace necesario re-visarnos, re-pensarnos, y estar dispuestos a con-frontarnos.[3] Reconocer nuestras fallas y errores es doloroso, incómodo, pero si lo sabemos hacer, vamos a poder responder al momento histórico que vivimos. De no hacerlo, nos daremos de tropezones y, - ciertamente -, serán muy fuertes, como los que se viene dando Uribe.

Hoy la principal tarea es construir unidad de pensamiento entre los demócratas colombianos. El objetivo estratégico es construir Democracia Participativa y conquistar Soberanía Política. Esa meta estratégica tiene como escenario inicial (táctico), conseguir la superación del Conflicto Armado mediante una salida política que lleve a la reconciliación entre los colombianos y, simultáneamente, liquidar la Economía del Narcotráfico mediante una política de legalización de las drogas. No hay otra salida.

Son tareas inmensas y muy difíciles. Su cobertura es nacional, regional, continental y mundial. Parecen imposibles, pero son indispensables para salir de la trampa histórica en que giramos como “corcho en remolino”. Así, en lo inmediato, se consiguiera un acuerdo de Paz con la insurgencia, no lograríamos mucho. Lo estamos viendo en México y Centroamérica: el narcotráfico es hoy, el auténtico combustible de toda clase de violencias.

Por ello, en este momento en que se han acumulado todas las condiciones para acelerar el paso, todos los partidos políticos y movimientos sociales, deberíamos centrarnos sobre estos dos temas: Paz democrática y legalización de la droga. Hasta el presidente Chávez ha hecho un llamado a la insurgencia colombiana a cambiar su estrategia.[4] Esto es muy importante resaltarlo.

No va a ser fácil para el nuevo gobierno avanzar en esta dirección. El imperio, la oligarquía terrateniente convertida en grandes empresarios agro-industriales y todos aquellos que viven de la economía ilegal y la guerra (mafia, militares corruptos, etc.) se van a atravesar en ese anhelo.
Sólo si nos unimos todos los sectores democráticos, si aclaramos la estrategia y la táctica, podremos hacer coincidir nuestros esfuerzos con la tendencia predominante en América y en el mundo. Hay que intentarlo.

[1] Concepto en construcción que se refiere al pensamiento predominante en una sociedad en una época histórica.
[2] Los fundamentalismos predominantes fueron: el “guerrerismo anti-terrorista” de Uribe, el “ético-moralismo” de Mockus y “anti-neoliberalismo” del Polo.
[3] “Re” y “con”. “Re” es volver sobre nosotros mismos. “Con”, es hacerlo enfrentándonos con el otro. Re-con-ciliación, tiene esos componentes.
[4] Chávez pidió a la guerrilla colombiana "reconsiderar su estrategia armada". http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1287879

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