Álvaro Cuadra*
La realidad cubana es tan singular en el mundo contemporáneo que llega a ser incomprensible para los extranjeros. Es el llamado Planeta Cuba, un mundo otro donde el tiempo parece mezclarse y confundirse. El pasado histórico de su Revolución se actualiza en cada instante de su vida presente, secularizado en la memoria de un pueblo orgulloso y estoico que resiste obstinado a los huracanes que cada tanto azotan la isla.
El visitante advierte sutiles cambios en la cultura cubana de hoy. Si bien la precariedad económica persiste, hay avances en la recuperación patrimonial de la Habana Vieja, una joya arquitectónica del Caribe. Ya no se ven los camellos, aquellos camiones adaptados como transporte público que caracterizó el “periodo especial”, cuando se derrumbó el mundo socialista. Llama la atención la existencia de dos monedas diferenciadas que circulan en Cuba, algo que aparece a la vista de los extranjeros como un injustificado privilegio de algunos y como exclusión de otros.
Lo realmente nuevo, sin embargo, estriba en una serie de tópicos inéditos que comienzan a hacerse presentes en el debate universitario y, más solapadamente, en los medios. La sociedad cubana comienza tematizar sobre cuestiones de género, lo mismo que sobre crisis medioambiental o sobre Derechos Humanos o derechos de las minorías sexuales.
Se nota una tímida apertura cultural hacia nuevos tópicos que auguran el derrumbe de ciertos muros mentales que caracterizó otros momentos en la historia de Cuba.Es cierto, se trata apenas de tímidos avances en lo que llaman “la lucha de ideas” y que distan mucho todavía en traducirse en medidas políticas concretas. La Cuba de hoy constituye una de las sociedades latinoamericanas más cultas de América Latina, nadie puede negar los logros y avances en ciencias, en salud y educación, por ejemplo.
Por lo mismo, la población es particularmente sensible y conciente de la imperiosa necesidad de introducir cambios profundos a aquel sueño que cristalizó hace medio siglo. La cuestión es salvaguardar los avances sociales y científicos atesorados durante estos años, y al mismo tiempo, ser capaces de dar un salto creativo que enriquezca a la sociedad cubana en todos los planos en este siglo XXI.
En cuanto nación soberana, le corresponde a los cubanos definir los modos y límites de los cambios que reclama su país. Lo que resulta innegable es la urgencia de implementar nuevos rumbos. Cuba debe incorporarse de pleno derecho a la comunidad de naciones. Es claro que el llamado “bloqueo” impuesto por los Estados Unidos es una penosa anacronía que no encuentra hoy ninguna justificación histórica, política ni moral y se traduce, en los hechos, en una injusta agresión a un pueblo latinoamericano que reclama su lugar en la historia. Ha llegado el momento de iniciar el proceso de negociación entre Wáshington y La Habana de una manera seria y consistente con el apoyo de toda la comunidad internacional.
Mientras las figuras míticas de Fidel y el Che presiden el 50º aniversario de la Revolución Cubana, La Habana sigue su vida citadina salpicada de aromas y sones. Es el Planeta Cuba, único e irrepetible en el firmamento de las naciones. Por la noche, la brisa fresca del Caribe bajo un cielo estrellado se estremece, como siempre, a las nueve en punto por el cañonazo que clausura un día más, pero al mismo tiempo, anuncia el siguiente.
* Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados ELAP.
En: Arena Pública, Plataforma de Opinión de Universidad ARCIS.
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