sábado, 5 de abril de 2008

Bolivia: La conspiración del aceite

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En el esquema del neoliberalismo, la tierra recuperada a medias por la reforma agraria de los años '50, volvió a ser mercancía (esta vez sin colonos). Los mercaderes la compraban a precio irrisorio, gracias a las deformaciones impuestas por ellos mismos en la ley de reforma agraria, cien veces parchadas.
Cuatro o cinco años después, sin haberlas ni siquiera cercado, podían venderlas a cinco o diez veces el valor pagado. No es una exageración que se conozca, ese negocio, como "tierras de engorde". Cuando se les quita esa granjería, echan el grito sosteniendo que la democracia está en peligro.

Democracia ¿es sólo el privilegio de enriquecerse? De hecho, están resistiendo el cumplimiento de la ley, con matones armados. Ahora están enceguecidos con su "derecho" a vendernos el aceite a precios más altos que los internacionales.

Para impedir ese abuso, el gobierno prohibió la exportación de aceite, hasta que racionalicen los precios internos. Es entonces que, estos señores, amenazan con dejar de producir. Las cuentas claras. Los ocho gobiernos que se sucedieron desde agosto de 1985 hasta enero de 2006, entregaron las grandes empresas y los mayores recursos del país a las transnacionales.
Los pequeños negocios, como la fabricación de aceite o el cultivo de flores, se destinaron a los empresarios nativos.

Los dueños de las grandes plantaciones de soya (principal actividad agrícola de Santa Cruz) venden la producción de esas tierras a las tres o cuatro empresas aceiteras que forman las logias dueñas de ese rubro. Por supuesto, también deben entregarles su producto los medianos y pequeños agricultores.
Ahora bien. A nivel mundial, los alimentos han tenido un alza de precios constante en los últimos años, debido a factores diversos. El más importante, como todos saben, es la crisis económica en Estados Unidos de Norteamérica.

Los empresarios bolivianos, como los de todo el mundo, siguen viviendo el esquema neoliberal. La regla es simple: si el precio sube en el mercado internacional, debe subir internamente.
Si los empresarios pagan sueldos miserables a los trabajadores que siembran, cuidan y cosechan la soya, así como quienes trabajan en las aceiteras, subirán el precio del producto de toda esa explotación, pero nadie puede obligarlos a pagar más a sus obreros. De modo que, con salarios míseros, los bolivianos deben comprar aceite a precio internacional.
No importa que, el consumo interno, sea entre un 10 y 15% de la producción total del aceite que comercializa ese grupo....

Antonio Peredo Leigue
http://www.suramericapress.com/articulo.php?p=494&more=1&c=1

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