jueves, 21 de febrero de 2008

Cuba: EEUU relegado a espectador

Nueva York, 20 de febrero.
No cesa de asombrar cómo uno de los países más pequeños del mundo obliga a que los líderes políticos, empresariales, mediáticos y académicos del país más poderoso del mundo tengan que responder ante sus decisiones de hacer o no hacer, cambiar o no, o simplemente dejar todo en misterio.

Durante las últimas 24 horas el presidente George W. Bush, los altos funcionarios de su Departamento de Estado, su Consejo de Seguridad Nacional, legisladores federales, los precandidatos presidenciales y otras figuras políticas de primer nivel, analistas políticos y los principales centros de política exterior, todos los principales medios impresos y electrónicos, agrupaciones de derechos humanos, y más, han respondido a la decisión de Fidel Castro de no postularse por otro periodo.

Mientras se procede con una transición política en Cuba, nadie aquí espera algún cambio durante los pocos meses que quedan de la presidencia de George W. Bush, el décimo presidente estadunidense que prometió imponer cambios en la isla, sólo para acabar su periodo con Fidel Castro aun definiendo la política de su propio país y desafiando al superpoder.
Y una vez más, Washington y todos los expertos fueron reducidos a simples espectadores y tuvieron que reconocer que la transición es la determinada por Cuba, y no el resultado de la política que Washington ha promovido durante medio siglo.

Sin embargo, con esto sí se genera una renovada crítica a la política estadunidense hacia la isla y el consenso entre los principales centros de análisis y los grandes medios es que Washington, por su propia política, es quien ha quedado marginado en esta transición.

A la vez, hay un reto real al monopolio del poder político en Miami entre cubanoestadunidenses. Joe García, un demócrata, está postulandose contra María Díaz Balart y podría ser uno de los primeros en romper el control que el trío de los hermanos Balart e Ileana Ros-Lehtinen han ejercido en determinar la línea dura de la política hacia Cuba.

Y por último, el sector empresarial, que desde hace años ha manifestado su oposición al embargo, también podría ver ésta como una oportunidad para redoblar esfuerzos para cambiar la política estadunidense, con el apoyo bipartidista de legisladores y gobernadores que ven el mercado cubano como algo más atractivo que mantener una posición ideológica alineada con un presidente y su gobierno cada vez más desprestigiado en Washington.
Al parecer, la transición en Cuba podría provocar una transición dentro de Estados Unidos. Pero tal vez Washington (y Miami) son más renuentes al cambio que La Habana.
www.jornada.unam.mx./2008/02/21/index.php?section=mundo&article=030n1mun

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