NO OLVIDEMOS QUE LOS IMPERIOS SE DERRUMBAN POR DENTRO
Fernando Dorado
Los latinoamericanos en general – y mucho más los que nos consideramos nacionalistas y anti-imperialistas – hemos construido una serie de paradigmas sobre lo que ocurre en el centro de los imperios (EE.UU. y Europa). La crisis financiera y la recesión productiva nos han empezado a mostrar una faceta del mundo híper-desarrollado que no habíamos percibido.
Los latinoamericanos en general – y mucho más los que nos consideramos nacionalistas y anti-imperialistas – hemos construido una serie de paradigmas sobre lo que ocurre en el centro de los imperios (EE.UU. y Europa). La crisis financiera y la recesión productiva nos han empezado a mostrar una faceta del mundo híper-desarrollado que no habíamos percibido.
Millones de nuestros compatriotas “hispanos” (palabra utilizada en los EE.UU. para discriminar a los inmigrantes latinoamericanos) van y vienen; trabajan y envejecen en suelo norteamericano; algunos sueñan con volver a su “patria chica” cargados de dólares; otros, pretenden olvidarse de su tierra y acomodarse a su nueva nación.
Uno que otro consigue el “sueño americano”, que significa nacionalizarse y obtener estabilidad económica, pero, enfrentado la dura realidad, están aquellos que sufren condiciones de discriminación social y racial, inestabilidad laboral, desmembración de sus familias y eterna nostalgia por el desgarrador exilio. Son la absoluta mayoría.
Hasta hace muy poco en nuestras regiones ocurría algo similar. El campesino migrante a la ciudad, que salía buscando el progreso y el bienestar que no le podía ofrecer su terruño veredal o aldeano, aparentaba la “gran vida” ante los suyos - los que quedaban atrás -, porque temían reconocer su “fracaso”. Hoy la ecuación se invierte, los campesinos e indígenas que se quedaron resistiendo saben que las ciudades colombianas están llenas de desplazados, millones de personas sin futuro, carne de cañón del capitalismo salvaje.
Por ello, los que se quedaron o volvieron, hoy son la vanguardia en la lucha contra la ofensiva que las transnacionales han lanzado para apropiarse de nuestros territorios, riquezas naturales y biodiversidad. Ellos son parte de los que dicen: ¡Ni la selva ni la dignidad se venden!
Es lo que ocurre a nivel global. La mayoría de la población norteamericana, millones de trabajadores estadounidenses, inmigrantes de todo el mundo, afrodescendientes, pequeños y medianos empresarios, se enfrentan a las consecuencias de la crisis financiera que se manifiesta como una profunda recesión en el aparato productivo y de los servicios.
Es lo que ocurre a nivel global. La mayoría de la población norteamericana, millones de trabajadores estadounidenses, inmigrantes de todo el mundo, afrodescendientes, pequeños y medianos empresarios, se enfrentan a las consecuencias de la crisis financiera que se manifiesta como una profunda recesión en el aparato productivo y de los servicios.
Ya no se pueden ocultar los 3,5 millones de indigentes que existen en los EE.UU., las cifras de desempleo que ha superado los dos dígitos (California, Florida), y la quiebra económica de cientos de miles de familias de clase media que se han quedado sin vivienda o que están en bancarrota a causa de los altos costos del sistema de seguridad social.
Ya no se hacen esfuerzos por ocultar los problemas. La alcaldía de New York paga pasajes a los inmigrantes y menesterosos para que regresen a sus lugares de origen (internos y externos); se implementan brutales ajustes a los programas sociales que eran sobrevivientes del “Estado de Bienestar” con las consecuencias que ello trae para millones de norteamericanos; los salarios se reducen y las condiciones de trabajo se endurecen; la lucha por la sobrevivencia se hace más difícil.
No nos alegramos, pero era de esperarse que la lógica del desarrollo capitalista neoliberal y globalizado que se sustenta en la especulación financiera, trajera graves consecuencias sobre el grueso de la población estadounidense.
¿Tiene esta situación alguna importancia para los pueblos indo-afro-americanos? ¿Nuestro proyecto histórico de Patria Grande Latinoamericana puede desconocer un fenómeno tan trascendental? ¿No es acaso algo de importancia máxima que los gobiernos de los países-industrializados no puedan proteger a su población (incluyendo a 20 millones de inmigrantes latinoamericanos) de los efectos catastróficos de la política neoliberal aplicada en los últimos 30 años?
¿Nos interesa que millones de estadounidenses arruinados empiecen a entender que el modelo de acumulación capitalista se demuestra hacia el futuro como un camino insostenible, inviable y degradante para la HUMANIDAD? ¿Acaso un bloque de presidentes latinoamericanos no pueden hablar en voz alta ante el mundo haciéndole llegar a estas personas un mensaje diferente al que le proponen sus elites políticas?
Ante este panorama… ¿cuáles son las respuestas que hoy le ofrece el establecimiento político norteamericano a su población? Dos propuestas se enfrentaron en las elecciones pasadas: la de Obama, que propone reconstruir la hegemonía estadounidense sobre la base de recuperar la filosofía ético-democrática de la Constitución de los EE.UU., el respeto de la ley y la construcción de un nuevo tipo de relaciones, basadas en la autodeterminación de la naciones y el trato en términos de igualdad a todos los pueblos del mundo. Esa propuesta la ha repetido en diversos eventos internacionales a donde ha asistido durante estos primeros 200 días de gobierno; pero se ha quedado en la retórica.
Ante este panorama… ¿cuáles son las respuestas que hoy le ofrece el establecimiento político norteamericano a su población? Dos propuestas se enfrentaron en las elecciones pasadas: la de Obama, que propone reconstruir la hegemonía estadounidense sobre la base de recuperar la filosofía ético-democrática de la Constitución de los EE.UU., el respeto de la ley y la construcción de un nuevo tipo de relaciones, basadas en la autodeterminación de la naciones y el trato en términos de igualdad a todos los pueblos del mundo. Esa propuesta la ha repetido en diversos eventos internacionales a donde ha asistido durante estos primeros 200 días de gobierno; pero se ha quedado en la retórica.
La otra propuesta, defendida por el partido republicano, es la continuación de la política de Bush. Más neoliberalismo, profundización de las agresiones territoriales, guerra, “libre comercio”, imposición de la voluntad norteamericana para defender los intereses de la quienes disfrutan del complejo industrial-bélico que es el verdadero motor de la economía estadunidense. Hegemonía imperial o muerte, en otras palabras.
La realidad es que ninguna de estas propuestas pareciera que pueda impedir el derrumbe de la hegemonía global de los EE.UU. El mantenimiento del dólar como moneda mundial ya no está en sus manos (lo demuestran las negociaciones con China). La globalización neoliberal – que era un mecanismo para aminorar el efecto de las crisis recurrentes – hoy se les ha vuelto un problema inmanejable. Otros países compiten con sus productos y saben que ya no tienen el control. Deben negociar y compartir espacios.
No pueden cerrar más su economía porque en lo fundamental la han tenido cerrada. Ya no tienen mecanismos para “proteger” su proceso productivo, van a verse obligados a sobre-explotar a sus propios trabajadores, acabar con una serie de subsidios, implementar transformaciones “post-fordistas” que impusieron en otras regiones pero que no habían podido aplicar en Norteamérica debido en lo fundamental a presiones políticas. Es lo que han empezado a hacer en la industria automovilística, pero van a tener que implementarlo - a profundidad - en todas las áreas productivas.
Es posible que el desespero lleve a la elite capitalista norteamericana a intentar la reedición de las guerras de conquista en mayor escala a la que han realizado en Irak y Afganistán. Para hacerlo deben fomentar – como lo están haciendo en California, Texas y otros Estados del sur-, el choque entre trabajadores autóctonos y emigrados.
Es posible que el desespero lleve a la elite capitalista norteamericana a intentar la reedición de las guerras de conquista en mayor escala a la que han realizado en Irak y Afganistán. Para hacerlo deben fomentar – como lo están haciendo en California, Texas y otros Estados del sur-, el choque entre trabajadores autóctonos y emigrados.
Para derechizar a los asalariados estadounidenses ya construyen el prototipo del “nuevo enemigo hispano”, “narcoterrorista”, “depredador del medio ambiente”, incapaz de cuidar la Amazonía, agresivo e ignorante. Esa es la imagen que quieren presentar de Chávez, Evo, Correa y Ortega. Esta en plena re-elaboración la “teoría de los Estados fallidos”.
Mientras los ideólogos de la plutocracia capitalista imperial mueven las piezas apuntando a la Amazonía y al hemisferio sur, como pulmón para garantizarse Otro Siglo Americano, los doctrinarios-estériles que lo esquematizan todo, tratan de embarcarnos en un derivado inútil de “chovismo latinoamericano”, que no tiene nada que ver con la revolución anti-imperialista y anti-sistémica. La Patria Grande es herramienta de liberación y nunca deberá ser instrumento de dominación. Ni pensarlo.
Los pueblos latinoamericanos debemos construir vínculos con los latinos inmigrantes y con el grueso del pueblo norteamericano. Estos vínculos debemos fundamentarlos sobre la base de la salvación del equilibrio vital del planeta, la defensa de la biodiversidad, la construcción de nuevos ideales – realmente humanos - para garantizar nuestra sobrevivencia como especie.
Si nuestra propuesta se apoya sólo en lo “económico”, lo más seguro es que los trabajadores norteamericanos se identifiquen más con el nuevo american dream o con el espacio de la nueva frontera amazónica, o sea con el Colonialismo del Siglo XXI.
La dirigencia de las organizaciones sociales, de los partidos políticos y de los gobiernos democrático-populares debe tener en perspectiva que los imperios – casi siempre – se caen por dentro. Rompamos las barreras y los esquemas que nos separan de quienes – desde las entrañas del monstruo – pueden jugar un papel vital en el triunfo de los pueblos y de los trabajadores. “¡Proletarios de todos los países…uníos!”
La dirigencia de las organizaciones sociales, de los partidos políticos y de los gobiernos democrático-populares debe tener en perspectiva que los imperios – casi siempre – se caen por dentro. Rompamos las barreras y los esquemas que nos separan de quienes – desde las entrañas del monstruo – pueden jugar un papel vital en el triunfo de los pueblos y de los trabajadores. “¡Proletarios de todos los países…uníos!”
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