Fernando Dorado
Nuestra voz
El subcontinente Indo-Afro-Euro-Americano (Latinoamérica) ubicado al sur del río Bravo está en el centro de las preocupaciones de los demócratas del mundo. Una luz de esperanza surge de la resistencia y lucha de los pueblos del Sur. Nuestra acción libertaria apunta cada vez a un nivel más alto.
Indios, afros, mestizos y blancos “americanizados”, trabajadores urbanos y rurales, desempleados, pequeños y medianos empresarios, y millones de personas “rebuscadoras” que el sistema capitalista globalizado ha informalizado, estamos haciendo oír nuestras voces. Cada vez más alto. Nuestros 20 millones de inmigrantes en EE.UU. y Europa, también son parte de ese clamor.
Los (as) presidentes de los gobiernos nacionalistas, desde Cuba hasta la Patagonia, son nuestra voz. Cada cual con su tono y su particularidad; cada uno (a) interpretando a sus respectivos pueblos y, respondiendo - a su manera - a los desarrollos específicos de sus Naciones. Pero todos, con el espíritu de independencia, autonomía y búsqueda de justicia social que transpiran hoy nuestras comunidades.
¡Ya era hora!, dicen desde otros continentes. Y es cierto, ya era hora que los pobres de la tierra volvieran a hablar en tonos firmes y claros. Pero, mucho ojo, lo que se está desencadenando va más allá de la región. Ante tanta desesperanza en el mundo, nuestra voz de rebeldía es un verdadero aire fresco. ¡Por fin pasa algo!, dirán muchos jóvenes que se ahogan en la aburrición de sus ambientes petrificados y monótonos. El viento de la revolución asoma la cabeza y, de verdad, que alienta el espíritu.
Frente a economías en crisis y sin salidas viables, a sociedades conservatizadas embotadas en el consumismo artificial, al auge de la drogadicción como respuesta a la falta de ideales, a las guerras y conflictos impuestos por las potencias para apropiarse de los recursos vitales, al hambre y la desolación en continentes enteros (África) sin que se vea solución a la vista, y al desequilibrio ambiental que amenaza la existencia humana en el planeta, que alguien como nosotros levantemos la cabeza con dignidad y valentía, es algo que se admira y valora en todo el mundo. Es el resurgir de las mejores energías contenidas durante largos años y decenios de opresión y tristeza.
Por algo el imperio presiona, intenta atemorizarnos y promueve la división. Temen que nuestro ejemplo cunda entre su propio pueblo y que los desheredados por la globalización neoliberal se rebelen ante tanta iniquidad.
El mundo está a la expectativa y nos aconseja
La gente buena de los cinco continentes está a la expectativa. La gente sensible, crítica, idealista, decente, razonable, con conciencia ambiental, que todavía siente la solidaridad humana en sus venas, los que sueñan con un mundo mejor, hacen fuerza para que podamos fortalecer nuestra unidad y avanzar en nuestras luchas.
Saben que si los obreros, campesinos y demás sectores marginados del desarrollo económico, logramos imponer nuestra voluntad libertaria, eso será un “ tsunami” que va a desatar grandes energías y fuerzas reprimidas. Grandes diques de anhelos represados van a saltar por los aires.
La humanidad entera necesita soñar y re-vivir.
Pero además de estar felices por nuestros avances, quienes nos ven como una esperanza, también aspiran a que no caigamos en los errores que se cometieron en anteriores gestas y que hoy cargan como pesados fardos muchos pueblos y nacionalidades. Europa, y sobre todo, Europa Oriental sabe mucho de eso.
Por ello desean que nuestra sencillez y humildad se mantengan vivas por encima de cualquier ideología. Que en la construcción de identidad nos alimentemos de lo mejor que nos dejaron nuestros ancestros originarios asiáticos (oceánicos y siberianos), africanos (de todos los colores y tribus), europeos (de las primeras migraciones prehistóricas y de las colonizaciones post-colombinas).[1] Que los que hoy somos pueblos y culturas andinas, caribeñas, mexicanas, brasileñas, etc., asimilemos en ese trajinar los aportes de otras culturas que tienen mucho que enseñarnos.
Esa gente buena que nos aprecia como una posibilidad de futuro, también nos pide que no idealicemos nuestras raíces. Que valoremos los defectos de esos ancestros para poder superarlos sin ninguna clase de vergüenza. Que hagamos conciencia que nunca seremos perfectos y que siempre tendremos que evolucionar para no estancarnos. Que aceptemos nuestra particular identidad como una concreción feliz de nuestra humanidad.
Lo más avanzado de los pueblos del mundo “echa pulso” para que los dogmas y doctrinas - de cualquier clase que sean -, no anulen nuestra creatividad surgida de la necesidad. Que las fórmulas preconcebidas, las “batallas decisivas”, las “soluciones finales”, los “derechos mayores” (ahistóricos y atemporales), no se nos conviertan en metas irracionales que nos lleven a la obsesión y al fanatismo. Que la búsqueda de justicia y equidad no nos anule el sentido de la libertad y, que el logro del bien común (interés colectivo) sea el resultado de la potenciación de nuestra individualidad.[2]
Y también, esas voluntades humanas que miran con ilusión hacia el Sur, nos alertan sobre los peligros que amenazan nuestra tarea. Que el entusiasmo revolucionario no nos lleve a uniformar el cuerpo, la mente y el espíritu. Que “pensemos con nuestro corazón y sintamos con nuestra cabeza”, como dicen los Nasa[3], es decir, que seamos plenamente humanos racionales y emotivos, en su justa proporción. Que la fiesta de la vida no sea afligida ni por el peso de nuestros temores ni por la rigidez de nuestras normas.
Muchos, pero muchos más mensajes nos envía el mundo para ayudarnos a acertar. Que sigamos siendo espontáneos, alegres, calurosos y llenos de buen humor. Que no nos de miedo el errar pero que corrijamos a tiempo. Que hagamos esfuerzos teóricos con modestia y rigurosidad científica pero con la certeza de la incertidumbre.
Nuestras propias querencias
En fin, la responsabilidad que tenemos es muy grande. Nuestros presidentes “nacionalistas” deben saber que su voz es nuestra voz. Pero también, que no los queremos actuando como “solistas” ni como “luceros brillantes y fugaces”. Precisamos que sean hombres trascendentes, de gran dimensión humana.
Que a partir de las fronteras existentes, sin negarlas ni menospreciarlas, nos ayuden a construir la Patria Grande del Sur Americano, y que este esfuerzo sea puesto al servicio de grandes transformaciones en todo el mundo.
Queremos que nuestros gobernantes “manden obedeciendo” como plantean los zapatistas. Que cuando otras naciones elijan malos gobernantes, sepamos diferenciarlos de sus pueblos, y con paciencia y comprensión, esperemos a que sean esos mismos pueblos los que los sancionen y derroten. Sólo así evitaremos abrir heridas y alentar rencores “nacionalistas” que sólo les sirve a quienes como los capitalistas transnacionales “no tienen ni alma ni patria”.
Que entre todos interpreten la sinfonía que hoy inventa y canta nuestro pueblo. Que unan sus voces al coro sureño que hoy brota desde las montañas andinas, desde los valles amazónicos y desde las islas caribeñas. Que nuestra 2ª independencia sea un verdadero insumo para ayudar a la humanidad a “dominar la necesidad y conquistar el reino de la libertad”[4] y la conciencia universal. ¡Nada más queremos y nada más nos aconsejan desde más allá de los mares continentales! Somos todos oídos.
[1] La ciencia demostró que hace 16.000 años llegaron poblaciones “asiáticas” por el Estrecho de Bering, unos, y otros, atravesando el océano pacífico desde la Oceanía. También, que hace 13.000 años arribaron a América pobladores europeos que atravesaron Islandia, Groenlandia y llegaron a Terranova. Todos ellos, con los africanos son nuestros ancestros.
[2] El individuo sano sólo puede realizarse en colectividad.
[3] Nasa: Pueblo originario, luchador invencible del Cauca, Colombia.
[4]
Engels, Federico. La dialéctica de la Naturaleza.
[2] El individuo sano sólo puede realizarse en colectividad.
[3] Nasa: Pueblo originario, luchador invencible del Cauca, Colombia.
[4]
Engels, Federico. La dialéctica de la Naturaleza.
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