Diego Pombo
Fernando DoradoLa tarea del momento es llegarle a amplios sectores de la sociedad que rechazan la acción política. Las mayorías se abstienen al no encontrar propuestas y actitudes dignas de apoyar. Terminan identificando “la política” con corrupción.
Si no interpretamos las aspiraciones de más del 55% de la población que no participa en las elecciones, estaremos perdidos. La disputa por el “pastel clientelista” no tiene sentido para quienes luchamos por cambios sustanciales. Por ahí no hay salida. Pero la abstención tampoco resuelve el problema. Lo acrecienta.
Los avances democráticos que protagonizan algunos los pueblos de Suramérica nos enseñan que los dirigentes populares deben hacer máximos esfuerzos por “descifrar” el “estado del alma de sus pueblos” y
, en concordancia, diseñar una estrategia apropiada.Por ello preocupa que la dirigencia social no evalúe correctamente los errores cometidos por los partidos políticos “alternativos”. Si los análisis no son precisos, la separación entre movimiento social y acción política se hará más grande. Las posiciones abstencionistas volverán a ser “teorizadas” y justificadas, y volveremos a los años 60 y 70 del siglo pasado (XX). Las oligarquías estarán felices, y - como corcho en remolino - no habremos avanzado.
Hay quienes consideran que las “masas” viven un momento de “reflujo”. Es verdad que el movimiento social está “congelado” por efecto de la criminalización de la lucha social. Pero a pesar de todo, vamos entrando en una nueva fase. El pueblo empieza a entender que el gobierno de Uribe usó la “amenaza terrorista” para entregar nuestras riquezas a los monopolios y a las mafias. En la pasada campaña electoral los asesores de Santos vieron esta tendencia. Es lo que explica el afán del actual gobierno por mostrar una fachada democrática y una aparente solidaridad con las víctimas, aunque no puedan impulsar ningún cambio de fondo.
En el Cauca se percibe una inmensa inconformidad con la clase política tradicional. Pero también, un gran escepticismo frente a los partidos políticos nuevos (Polo, ASI, Verde).
El Polo tiene un programa político válido. Sin embargo, a pesar de algunos aciertos - muy limitados - no ha logrado conectarse con el “país nacional”. Le falta fuerza, capacidad de riesgo, audacia; se adivinan “frenos”, temores, inseguridades. Algo pasa.
Además, no se presenta como un partido moderno, flexible, incluyente, ciertamente democrático. Mucha gente lo identifica con el poder de los rancios dirigentes sindicales y, en general, con el clientelismo y la politiquería predominantes. El problema es que esa percepción no es captada “desde adentro”.
La ASI, igual. Sus representantes en el Congreso llegan a defender los intereses inmediatos de sus pueblos y etnias indígenas. No han mostrado una visión de conjunto de la sociedad colombiana. En nuestra región caucana sus diputados y alcaldes no han roto paradigmas, su formas de gobierno y de acción política son tradicionales, con mínimas excepciones.
El Partido Verde en 2010 explotó creativamente los acumulados de los tres alcaldes de Bogotá. La gente premió la “generosidad democrática” mostrada en la consulta. Fue en gran medida el principal combustible emocional de la “ola verde”. Sin embargo, su programa “ético-neoliberal” y la incoherencia de Mockus, no les permitió conectarse con las mayorías nacionales. Éstas tienen entre sus prioridades el tema del desempleo, la inseguridad, la educación, la salud y otros aspectos de la vida cotidiana, y por tanto, la “legalidad democrática” no les decía mayor cosa.
Los últimos acontecimientos en el Polo (división, corrupción) y en los “verdes” (oportunismo de Peñalosa frente al supuesto “apoyo” de Uribe, indefinición, parálisis), acrecientan la incertidumbre entre el pueblo sobre el futuro de esos partidos. Sus dirigentes han entrado en la dinámica del cálculo, los acuerdos entre “figuras”, las mangualas para ver “cómo se acomodan”. Mientras tanto el país se asoma a una crisis económica y social acrecentada por los efectos del invierno. La violencia de las bandas criminales sólo es expresión de esa descomposición social que está alimentada por el narcotráfico.
Existen reales condiciones para desarrollar una ofensiva democrática y popular en las elecciones regionales de octubre de 2011. Debemos impulsar una ofensiva desde la sociedad civil para buscar y conseguir la Paz; ofensiva desde la sociedad trabajadora para enfrentar un modelo de desarrollo que le sirve sólo a unos pocos; ofensiva desde las fuerzas sanas de la nación para derrotar la politiquería, la corrupción y las mafias; ofensiva desde los pobres y marginados para construir justicia social y pleno bienestar.
Hay que superar la actitud de estar siempre a la defensiva. Hay que pensar como si nosotros fuéramos gobierno, pero… ¡no cualquier gobierno! Un gobierno capaz de romper con esquemas, que se apoye en el pueblo organizado y movilizado, que sea capaz de mostrar una nueva ruta. Debemos avanzar con audacia confiando en la reacción de nuestra gente.
Nota: Los últimos hechos sucedidos en el norte de África (Túnez, Argelia, Egipto) muestran cómo se desencadenan las revoluciones. Los análisis esquemáticos y simplistas quedan hechos añicos. La cuerda se revienta por el hilo más delgado.
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