Fernando Dorado
Uribe terminó por distanciarse y enfrentarse a Santos durante el año 2012. Era previsible. No por cuestiones personales, caracteres o intereses individuales. Son intereses de clase y de sectores de clase los que determinan e impulsan esos cambios. Por ello, el fenómeno político (y económico) de mayor relevancia en Colombia durante el año 2012 fue la abierta confrontación entre los representantes políticos de la oligarquía latifundista tradicional
La contradicción
entre grandes terratenientes y burgueses industriales ha existido de tiempo
atrás, y se expresó durante la década de los años 30 y 40 (López Pumarejo), y
60 y 70 (Lleras Restrepo) del siglo pasado (XX). La precaria y parcial reforma
agraria que lideró la débil burguesía industrial colombiana fue una de las
expresiones de esa contradicción.
Esta contradicción
siempre existió pero ahora se ha manifestado abiertamente y parece
profundizarse hacia el futuro. Circunstancias particulares como los diálogos
con la guerrilla, la reforma tributaria, y otros asuntos menores, han hecho evidente
ese rompimiento de una manera pública y con tendencia a profundizarse. Por eso,
no es casual que el gobierno haya aceptado debatir el tema del “desarrollo
rural” y el problema de la tierra como primer punto de la agenda a debatir con
la guerrilla, y que en esa mesa – por primera vez – no estén representados los
grandes latifundistas y ganaderos colombianos.
Tal situación es
un aspecto de la evolución de las contradicciones estructurales que alberga la
realidad colombiana y que debe entenderse – estudiarse – a fondo, para poder
orientarse en la vida y la acción política.
La burguesía
transnacionalizada (“urbana”, gran financiera, gran industrial y
agroindustrial) también se muestra independiente de las políticas más
derechistas de la inteligencia estadounidense (halcones del Departamento de
Estado y de la CIA ),
planteándose la posibilidad de iniciar un nuevo camino frente al problema de
las drogas.
Detrás de esa
diferenciación está la creciente
conciencia entre amplios sectores de las burguesías transnacionalizadas de
América Latina (principalmente las de Brasil y Argentina, pero también las de Colombia,
México, Chile, Perú y algunos países de Centroamérica) de que su futuro ya no
puede estar ligado – total y únicamente – a los EE.UU. Saben que la bonanza
extractivista de materias primas (petróleo, gas, oro, carbón, cobre, coltán,
agrocombustibles, etc.) no puede ser aprovechada plenamente si no juegan en un
bloque latinoamericano que les permita utilizar las contradicciones y tensiones
que se presentan en los mercado globales.
No es casual que algunos sectores del MOIR (partido político de izquierda que hoy es el principal sostén del Polo Democrático Alternativo PDA) terminen coincidiendo en muchos aspectos con el “uribismo”. Por fin parece que han encontrado “su” burguesía nacional, representada por los terratenientes ganaderos y grandes productores cafeteros, que han empezado a sentir y “descubrir” que las políticas santistas (que son herencia de las políticas de Uribe), les están golpeando intereses vitales de sus economías agrarias.
Pero del otro lado están los grandes terratenientes que ya han re-convertido sus procesos productivos y que se sienten seguros con la política de las cinco locomotoras neoliberales. Ellos no tienen propiamente intereses “nacionales”. Son parte de la burguesía “transnacionalizada”.
¿Quiere esto decir que la burguesía transnacionalizada puede ceder en asuntos vitales con respecto al campo? Todo depende de la correlación de fuerzas que alcance a mover la mesa de negociaciones entre el gobierno y la guerrilla. Si las masas campesinas se movilizan unificada y ampliamente, y sobre todo, si logran involucrar amplios sectores sociales urbanos en los asuntos de
Es decir, desde el análisis de clase se puede prever que la burguesía transnacionalizada puede “sacrificar” intereses de la oligarquía latifundista y ganadera a cambio de terminar el conflicto armado, porque en lo fundamental lo que les interesa es conseguir un ambiente propicio para profundizar las inversiones extranjeras en infraestructura vial y energética, y en la explotación de recursos minerales y de agrocombustibles.
El gobierno – y las fuerzas económicas en él representadas – requiere, por tanto, de que las guerrillas y las organizaciones populares que luchan por Paz con justicia social logren desarrollar un importante movimiento social y político en torno a
Sin embargo tal tarea no va a ser fácil. El gobierno tiene la presión de fuerzas económicas y militares que no aceptan por ningún motivo algún tipo de distensión en la guerra que se adelanta contra la insurgencia. Por ello no puede declarar un cese bilateral de fuegos aunque, en la medida en que los diálogos ganen fuerza política, tal eventualidad podría ser contemplada por el alto gobierno.
Pero además, el gobierno es temeroso de que ese movimiento social – si se convirtiera en un fuerte torrente de opinión – lo obligue a ceder en aspectos estratégicos que el gran capital no está dispuesto a conceder. He ahí la balanza con la que juega y de allí su actitud medrosa y calculadora.
NOTA: Uno de los temas poco estudiados por los teóricos de la izquierda en Colombia es la transformación de importantes sectores gran-terratenientes y gran latifundistas (cañeros, palmeros, rentistas) en grandes industriales del agro, lo que les dio un peso importante dentro del bloque financiero que se consolidó durante la década de los años 90s del siglo XX, y que hoy fungen a nivel regional latinoamericano como grandes burgueses transnacionalizados (Ardila Lulle, Sarmiento Angulo, entre otros).
[1] Nueva burguesía “urbana” la denomina Ignacio Ramonet en su análisis sobre el proceso de Paz en Colombia. Ver: ¿Paz en Colombia? http://www.rebelion.org/noticia.php?id=160119. Sobre la categoría “burguesía transnacionalizada” ver: “
No hay comentarios:
Publicar un comentario