Flor Jiménez, Jesús Ascanio y
Liliana Chiraspo están convirtiendo una de las diversidades de yuca
dulce que cosechan –la morichalera– en una harina que puede sustituir
sin problemas a la de trigo, un cereal que no se produce en el país, por
lo que el Estado se ve obligado a invertir grandes cantidades de
divisas en su importación, para abastecer panaderías que la terminan
escondiendo y generando colas por un par de canillas.
Liliana es hermana de Luis Chiraspo, actual dopooto
(capitán, líder de la comunidad), cuyo padre (líder hasta su muerte,
hace cuatro años) llegó a un sitio que en aquel entonces solo tendría
unas tres o cuatro familias. Eso fue en los años 60, y al día de hoy
superan los 300 habitantes y las 100 familias.
Se encuentra a unas tres horas de Ciudad
Bolívar, monte adentro. Se trata de la comunidad de Las Bombitas. Su
población, de origen kariña, intenta rescatar tradiciones, a la vez que
se organiza para combatir los ataques al consumo alimentario del país.
Tuvieron momentos difíciles, pero sus
últimos años han pasado con tranquilidad, y cambios en sus condiciones
de vida: han ido mejorando sus casas, a través de la Gran Misión
Vivienda Venezuela; tienen una radio comunitaria con capacidad de
transmisión hasta el estado Anzoátegui, y la escuelita (construida años
atrás) ha llegado hasta aldea universitaria, con la Misión Sucre.
Antes, para ir a una universidad, debían
abandonar la comunidad, pues no tenían ninguna opción relativamente
cercana, pero además no contaban con programas de formación enfocados en
las necesidades y capacidades de su hábitat.
Hoy, la aldea sirve como centro de
estudios para la tecnología agroalimentaria, que complementada con los
conocimientos ancestrales ha generado una serie de proyectos productivos
desde la comunidad, y que pueden aportar a otros sectores. Así lo
relata el dopooto.
En la zona, la yuca se da sin mayores
problemas. Es tanto el nivel, que en el pasado perdían partes de las
cosechas si no la sacaban a tiempo al mercado. Los ganaderos se
aprovechaban, la compraban a precios de gallina flaca y de ahí sacaban
el alimento para sus animales.
Siempre han hecho casabe y dulces a base
de yuca, pero han ido viendo otras opciones. “Empezamos a ver cómo
procesar la harina, qué sacábamos de la harina, y comenzamos a
experimentar”. Así, surgieron las panquecas, probando y perfeccionando
la receta, que finalmente se ha convertido en una constante en sus
mesas. Luego vino la experimentación con las tortas, que también les
salieron; además de las galletas y hasta teteros para los niños.
Aunque actualmente producen de manera
artesanal y a pequeña escala, prevén que los niveles aumenten
sensiblemente: esperan producir unos mil kilos de harina diariamente.
Así, podrían cubrir no solamente sus propias necesidades, sino
distribuir a otras comunidades cercanas, abastecer Ciudad Bolívar, y
hasta
creen en la posibilidad de incluir su producto en las bolsas de
los CLAP.
Otro de los proyectos surgido del
programa de formación está enfocado en la producción y cuidado de
semillas criollas. No solamente se trata de la yuca, sino de otras
verduras, vegetales, frutas y leguminosas que producen en los diversos
conucos de Las Bombitas, y cuyas variedades quieren preservar, además de
proveer de semillas a otras comunidades, para romper con la dependencia
de las semillas modificadas genéticamente.
El banco de semillas podría garantizar
el insumo vital para cada cosecha, y no volver a escuchar un “no consigo
semillas” como respuesta ante un terreno sin siembra.
¿Y dónde está la música? “La música está
en el pilado”, responden, sin detenerse. Con ritmo acompasado,
alternando entre las dos, cada golpe que dan limpia un poco más el arroz
recientemente cosechado. Al fondo, del techo de la casa del dopooto se
pueden ver guindadas unas muchas espigas. Se trata de las semillas de
arroz que esperan por la siguiente temporada de siembra.
Ese mismo paisaje se puede ver en otro
terreno, ya fuera de Las Bombitas. Se trata de la casa de Ponciano, que
vive junto a su esposa e hijos. Tiene toda su vida en ese sitio,
sembrando yuca y arroz, del cual solamente en la última cosecha sacó
alrededor de cien sacos, unos seis mil kilos, aproximadamente. Como en
Las Bombitas, el fuerte de esta familia es la yuca. De ahí elaboran el
casabe, que envían a Ciudad Bolívar para su venta, además de diversos
dulces.
Tres de los hijos de Ponciano estudian
en la aldea, y han decidido desarrollar como proyecto una práctica que
ya es tradición en su hogar. Precisamente, los dulces son elaborados no
solo como sustento económico de la familia, sino que se han ido
incorporando otros estudiantes a su aprendizaje y elaboración. Además de
la conocida naiboa, está el chorreao y el jau-jau (casabe con azúcar).
Mientras en la zona se plantean una
dieta a base de yuca, en las grandes ciudades se mantiene la dinámica
especulativa y saboteadora en torno a un rubro (el trigo) que no
solamente no se produce en el país, sino que por lo tanto no forma parte
de las tradiciones más longevas del mismo. Se ha instalado, eso sí,
pero aquí hay una alternativa para los productos que se elaboran con su
harina, y de forma soberana, segura y altamente alimenticia.
Texto: Juan Ibarra (@juansibarra).
Fotos: Orlando Herrera (@orlandohfoto).
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