El calentamiento del cuadro geopolítico sudamericano es un hecho concreto, no un artificio publicitario o una derivación de la robusta semántica de Chávez.
Éste sabe que cuando dice “mierda” llega a perforar la capa de plomo de la dictadura mediática en los cuatro ángulos del globo. Chávez es muy diestro en las artes de la guerra de “cuarta generación” que actualmente hacen de la comunicación y de la economía el terreno principal de confrontación.
El líder venezolano, en la tribuna de la ONU, si dice que “huele a azufre”, después del discurso de Bush, la atención está sobre él y –en menor medida- en sus propuestas. Si se atuviera al protocolo diplomático, sería ignorado.
La llegada de los bombarderos supersónicos rusos, las próximas maniobras militares conjuntas, no son un capricho improvisado, así como la expulsión del embajador de Estados Unidos no es porque Chávez se ha envalentonado y se hace el duro.
Entre Caracas y Moscú hay un acuerdo de base, cuyo eje principal son los hidrocarburos, las cantidades que deben introducirse en el mercado y la defensa de las depredaciones “occidentales”.
Desde marzo hasta abril de 2006, se llevaron a cabo cuatro maniobras militares a lo largo del litoral caribeño de Venezuela: la OTAN participó al lado de Estados Unidos. Rusia no pertenece a la OPEP pero hay una convergencia de base, además de que comparten el multipolarismo.
Venezuela y Bolivia son los gigantes exclusivos del gas en el continente americano. Y en la mesa está también la propuesta de Irán de crear una suerte de “OPEP del gas”, y los rusos tienen un oído muy fino en este sentido.
Poniendo bajo el cobijo protector a estos tres países, tendrían otro eje estratégico en sus manos, en el pos-crack de la economía estadounidense, donde el multipolarismo está dando pasos agigantados. Los “occidentales” –que lo quieran o no admitir- tienen una dependencia creciente hacia el mundo no industrializado: materias primas, hidrocarburos, alimentos, biodiversidad.
Además, en la última década, la deuda del mundo industrializado está aumentando vertiginosamente, mientras que los demás la han borrado y la están disminuyendo.
Muchas cosas están cambiando, hasta la noción de dependencia. En efecto, es difícil explicarse por qué Estados Unidos no suspende la compra de petróleo de Venezuela. Según Washington, en Caracas hay un gobierno dictatorial, que persigue a los opositores, que estropea el modelo de la democracia “occidental”. Para derrocar esta folclórica tiranía tropical, ni siquiera se necesita hacer una guerra. Sería suficiente suspender la compra de petróleo: pero, ¿por qué Bush y su mafia no lo hacen? ¿Quién depende de quién?
Estados Unidos no goza de buena salud en las Américas: primero la banca española tomó la delantera; luego falló con el ALCA; llegó China como potencia financiera y apuntó a los minerales; ahora la bofetada de la presencia militar de Rusia en el ex patio trasero. Ayer, el bloque regional sudamericano (UNASUR) dio la primera señal tangible de fuerza: ¡Sudamérica es nuestro, Bolivia y su gas no se tocan! La doctrina Monroe está muerta.
A este paso, a diferencia de Gran Bretaña tras la caída de su imperio, Estados Unidos corre el riesgo de no lograr reeditar ni siquiera un sustituto de Commonwelth.
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