La Nacion, Argentina,
Silvia Pisani ,Corresponsal en EE.UU.
Ahora que aquí la política se va de vacaciones con el receso del Congreso, la cosa, en vez de serenarse, se recalienta. Y de la guerra verbal se pasó a la batalla a puñetazos para ver quién impone su "receta" frente a la principal inquietud de los norteamericanos: tener, al fin, un sistema de salud que responda a sus expectativas.
Escupitajos, puñetazos, empujones y cantos hostiles, entre otras lindezas, proliferaron en los últimos días cada vez que diputados demócratas aparecieron en algún acto de pueblo para defender la resistida reforma del sistema de salud que propone el presidente Barack Obama.La ola de furia parece no detenerse ante nada: al diputado John Dingell, de Michigan, no sólo le sabotearon una conferencia, sino que, luego, un muñeco con su cara fue colgado de una horca. "No me van a intimidar", dijo el parlamentario, de 83 años.
La Casa Blanca sospecha que una larga mano republicana está detrás del violento fenómeno que hace estragos en cuanta plaza, centro de salud o escuela pública se organice un acto para defender el plan de Obama. "Creo que hay gente fabricando y organizando esta ira", dijo, días atrás, el vocero presidencial, Robert Gibbs.
El funcionario identificó a grupos conservadores y a ejecutivos de compañías aseguradoras de salud como algunos de los supuestos responsables de esas maniobras. Con tono más severo, la titular de la Cámara de Diputados, la demócrata Nancy Pelosi, habló de "grupos nazis". Eso le valió una reprimenda de organizaciones judías, que clamaron contra una subestimación del Holocausto al apelar a tales calificativos para una pelea a puño limpio.
Obama se sumó a la idea de que la ira no es casual. "Hay críticos que propagan rumores descabellados e información errónea" para desbaratar la reforma del sistema de salud, dijo ayer. "Mientras nos acercamos a una verdadera reforma, los defensores del statu quo en Washington están cada vez más feroces en su oposición", dijo Obama, que no dio nombres.
Esta superpotencia en recesión vive una paradoja: es, por lejos, el país con mayor investigación y mayor gasto en salud. Pero una cuarta parte de su población no tiene cobertura alguna y otro buen porcentaje paga costos altísimos por una salud deficiente.Buena parte del sistema descansa en aseguradoras privadas que, en no pocos casos, rechazan financiar un tratamiento, lo que genera largos pleitos judiciales.
En promedio, una persona de 50 años debe desembolsar unos 500 dólares por mes para pagar un seguro que, aun así, no cubre por completo sus gastos médicos. El plan de Obama, que declara una cobertura universal y la reducción de costos de la prestación médica, está pendiente de aprobación legislativa.
Pero la mayoría de los republicanos lo resisten, y a ellos ya se suman varios demócratas con dudas."Esta es una reforma diabólica", fustigó ayer la ex aspirante republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin.
La ex gobernadora de Alaska, a la que se le atribuyen aspiraciones presidenciales, cargó contra lo que definió como "el panel de la muerte", en referencia a funcionarios públicos que, de acuerdo con el esquema de Obama, decidirían quién y quién no recibe plena cobertura médica. Pero no es la virulencia verbal, sino la otra, la que asusta a algunos demócratas, temerosos de presentarse en actos públicos a favor del plan de Obama. El propio mandatario alentó a no ceder terreno y pidió a partidarios y simpatizantes que este mes asistan "por lo menos a un" acto público en defensa de su plan." Ahora es el momento", enfatizó.
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