Fernando Dorado
Popayán, 5 de agosto de 2011 “A un año de la posesión de Santos, la fisura con Uribe se convierte en fractura al interior del bloque de poder oligárquico colombiano”. En noviembre de 2010 se afirmó que ‘Santos sacrificaría a Uribe’[1]. Hoy es un hecho. Al bloque de poder le urgía re-legitimar el Estado. Su imagen democrática se había deteriorado. Hacer a un lado a la mafia era una prioridad. Claro, sin enfrentar el narcotráfico que – como lo insinúan las cifras de la Fiscal General[2] –, es un soporte importante de la economía colombiana. Fue un “viraje” hecho en EE.UU.
Hoy, gran parte de los empresarios nacionales y extranjeros – verdaderos determinadores de los gravísimos delitos cometidos – posan al lado de Santos como abanderados de la lucha contra la corrupción y defensores de los derechos humanos. Mientras encarcelan a los “Uribitos” y a otros mandaderos, ensanchan sus negocios, se apropian de los recursos naturales y aceitan sus “locomotoras”. A un año de su posesión, Santos vive una “luna de miel” con el poder.USA. Obama lo anunció cuando no respaldó la 2ª reelección de Uribe. Éste acusó el golpe pero no podía retroceder.
Los crímenes lo atan al poder y es su trampa existencial. Quienes van sólo tras él – convertido en “chivo expiatorio” –, caen en esa trampa.
Las reacciones al “viraje”
En Colombia han predominado dos posiciones frente al “viraje santista”: 1. “Santos es Uribe III” (negación); 2. “Santos es progresista” (sobre-dimensionamiento). Lo singular es que ambas – en parte – son “correctas”.
La 1ª caracterización es justa en lo estratégico: Santos es neoliberal. La 2ª es cierta en lo táctico: los cambios – así sean mínimos y formales – son un avance frente a Uribe. Si nos limitamos a lo estratégico, nos aislamos del conjunto de la población. Si nos reducimos a lo táctico, terminamos plegados a los intereses oligárquicos. Es apremiante fusionar creativamente esas dos posiciones.
La verdad es que el grueso de la población no entiende cómo se puede rechazar la ley de víctimas, la restitución de tierras a los campesinos desplazados, el entendimiento con las Cortes, la judicialización de los cómplices de Uribe, el destape de la corrupción administrativa y el restablecimiento de las relaciones con los países vecinos. Son medidas bien recibidas. Por lo demás, eran exigencias de la oposición. Lo que hay que reclamar es que se cumplan a plenitud y hacer ver sus limitaciones estructurales.
Santos acogió parte del programa que Petro propuso en campaña electoral. Recogió parcial y demagógicamente las banderas de los “verdes” contra la corrupción. Asimiló algunos postulados de los liberales y éstos, sin reato alguno, se sumaron a su “unidad nacional”. El gobierno ha tenido el camino despejado. Todos los agrupamientos políticos han sido – de una u otra forma – disminuidos. La “unidad nacional” ha cooptado liberales, verdes y “progresistas”. El uribismo extremo ha sido arrinconado. El Polo mantiene su núcleo de izquierda pero está a la defensiva.
A nivel internacional las reacciones han sido de otro tenor. Chávez y Correa restablecieron relaciones diplomáticas. Venezuela y Colombia comparten la presidencia de UNASUR. Los gobiernos de México, Chile y Panamá perciben al gobierno colombiano como un potencial cohesionador frente al avance de los gobiernos democrático-nacionalistas en Sudamérica. Mientras tanto, los EE.UU. y Europa – en medio de la crisis financiera y fiscal – sólo hacen promesas de “libre comercio” (TLCs) mientras enfrentan sus propios y graves problemas.
Ante esa realidad regional y mundial, la élite colombiana empieza a entender que su supervivencia no está garantizada totalmente al lado de Washington. Frente al derrumbe del dólar, Santos ha instado a los ministros de finanzas de América Latina a aprobar una respuesta común para salvar el valor de sus reservas monetarias. La visible “desestructuración”[3] de la economía estadounidense – que es parte de su decadencia imperial –, pareciera alentar al gobierno colombiano a buscar nuevos horizontes.
“Viraje a medias” o alternativa democrática
Los hechos confirman lo previsto, con algunas variantes. La oligarquía más reaccionaria, la cúpula de militares que viven de la guerra y otros sectores retrógrados, están al acecho. Marchan detrás de Uribe y del partido conservador. La defensa de la “seguridad democrática”, la custodia del fuero militar, la penalización del aborto y la prohibición del matrimonio entre parejas del mismo sexo, son temas con los que miden fuerzas. Se han dotado de una agenda cavernaria.
Sorprende la celeridad de los acontecimientos. En lo nacional e internacional. El “sacrificio de Uribe” – que veíamos como una aparente expiación – ha ido más allá. De fisura pasa a ser fractura. A la par, la crisis económica orbital, la decadencia estadounidense y la inestabilidad política mundial, muestran una evolución vertiginosa.
Es frente a la dinámica global-regional como se entiende la naturaleza del viraje político y se visualiza su desarrollo. Sólo siendo decididamente pro-activos podremos estimular su avance y consolidación. El interés de la Nación debe ser maximizado. La izquierda democrática tiene la oportunidad de convertir su oposición política en una propuesta de Estado. Para hacerlo se necesita gran visión estratégica y generosidad democrática.
Los temas de la Paz, la violencia asociada al narcotráfico, el modelo de desarrollo dependiente, la “reprimarización” de la economía, el fortalecimiento de la producción y el mercado interno en el marco de la integración latinoamericana, la efectiva lucha contra la desigualdad y la pobreza, son temas que deben hacer parte de un programa de transición que debe ser presentado a la Nación.
No se trata de plegarse a la “unión nacional” santista. La izquierda democrática – si replantea su accionar contestatario – puede aglutinar al movimiento social y hacer una gran convocatoria popular y ciudadana. El momento es propicio para mostrar iniciativa y capacidad de riesgo.
Los problemas de Santos
En lo interno Santos tiene su Talón de Aquiles. Prometió lo que no puede cumplir. “Trabajo, trabajo y más trabajo”. Por eso se esfuerza en “dorar la píldora” maquillando las cifras de empleo. Pero el pueblo en ese terreno no se deja engañar. La situación la vive en carne propia y la inocultable crisis capitalista la va a agudizar.
La realidad en ese terreno es explosiva. Los sectores más golpeados son los trabajadores calificados. Profesionales y técnicos sufren el deterioro de sus condiciones de trabajo. Muchos migrantes han retornado. Los contratos temporales, de “prestación de servicios”, las cooperativas de trabajo asociado, los múltiples y simultáneos empleos, los pagos por hora o a destajo, y demás formas de explotación, golpean por igual a los trabajadores de diversas ramas de la producción.
Y qué decir de los vendedores ambulantes y moto-taxistas. A lo largo y ancho del país son cientos de miles de familias las que dependen de estas actividades informales. El gobierno las presenta como formas de empleo y sub-empleo. Las ciudades son un polvorín en donde se afecta a los comerciantes formales y la lucha por el espacio público se torna infernal.
Es la hora de los trabajadores “informalizados”. Ellos requieren nuevas visiones de lucha y formas acción y organización adecuadas. Es importante destacar que estos sectores de trabajadores son los principales protagonistas de las revoluciones democráticas en los países árabes y en España. Y siguen allí, buscando cómo organizarse y cómo actuar en política.
En otros temas la posición de Santos no es sostenible. El rechazo generalizado a los mega-proyectos de minería a cielo abierto ha obligado al gobierno a trastabillar entre los intereses de las transnacionales y la defensa del medio ambiente. Así mismo, los trabajadores petroleros y mineros – caso de Puerto Gaitán – colocan en jaque la doble moral del gobierno: mientras hace propaganda a favor de los sindicatos para cumplir con los requisitos del TLC, reprime por la fuerza las luchas laborales por mejores condiciones de trabajo y, a la vez, se compromete con las multinacionales a darles todas las garantías para invertir en Colombia.
La necesidad de una pausa reflexiva
No conviene seguir en una carrera de obstáculos sin aclarar el horizonte. La democracia revolucionaria debe buscar alternativas. La dinámica parlamentaria ha mostrado sus limitaciones lo que no quiere decir que haya que abandonar ese terreno. Debe revisarse la forma como se está actuando. El “cretinismo parlamentario” y los “clientelismos de nuevo tipo” amenazan con desnaturalizar la acción de la izquierda democrática.
Es urgente construir un espacio amplio de debate reflexivo. No con base en mayorías o minorías sino abierto al análisis político y dirigido al diseño de las necesarias rectificaciones. La crítica y la autocrítica deben ser puestas en escena. Los errores cometidos – por unos y otros, y por todos – tienen causas profundas que deben ser puestas sobre la mesa.
La soberbia no es buena consejera. La huida hacia adelante debe parar. La pausa reflexiva es más que necesaria.
[1] Ver: “Santos sacrificará a Uribe”. http://www.telesurtv.net/secciones/opinion/84637-NN/santos-sacrificara-a-uribe/
[2] Ver: 'Cada año se lavan 8 mil millones de dólares en el país': Fiscal: http://m.eltiempo.com/justicia/en-colombia-se-lavan-us8-mil-millones-del-narcotrafico-al-ano-fiscal/10034984/1
[3] La “desestructuración” de la economía estadounidense es un hecho. Consiste – entre otros aspectos – en que la deslocalización del aparato productivo puesto en la periferia mundial está pasando la factura; el “libre comercio” ya no juega totalmente a favor de los estadounidenses; se profundiza la crisis del poder monopólico del capital financiero especulativo; se derrumba el sistema que parasita la economía mundial basado en el control de la moneda (dólar); la industria bélica y los costos de la guerra se neutralizan; y el Estado Federal naufraga frente a los intereses de los Estados que no están dispuestos a cargar con sus deudas.
“La ‘desestructuración’ de la economía gringa es un hecho cumplido. Llegan a las primeras planas de los periódicos lo que en los últimos 8 años eran evidencias subterráneas, visibles sólo para unos pocos. Es la caída de los ‘dioses imperiales‘ que pasan al rango de simples y comunes mortales”. Tito Pulsinelli. “Brasil… ¡Un esfuerzo más para ser verdaderamente integracionista!”
http://selvasorg.blogspot.com/2011/08/brasil-un-esfuerzo-mas-para-ser.html
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