El tratamiento
que el gobierno les viene dando a todas las manifestaciones de inconformidad
popular, tachándolos de tener intereses políticos oscuros o de estar
infiltradas por la
insurgencia, va a llevar indefectiblemente a que esa
“alianza de hecho” desgaste políticamente al gobierno, mermando su legitimidad
para impulsar las negociaciones y blindar con fuerza popular la terminación del
conflicto armado.
¿Quien puede
canalizar esa “alianza de hecho” que ya fue visible en el Paro Cafetero del mes
de marzo del corriente año? Todo depende del enfoque que las movilizaciones
impulsen y de la cohesión que las fuerzas en juego tengan a la hora de
convertir la inconformidad popular en expresión política en las urnas en el
2014, tanto en las elecciones parlamentarias como en las presidenciales.
Uribe con su
“centro democrático” bien aceitado y financiado trata por todos los medios de
debilitar a Santos y al gobierno con miras no sólo a derrotar la reelección del
primer mandatario sino de frustrar el proceso de Paz. En esos esfuerzos no se
ha parado en mientes en apoyar protestas populares masivas que de una u otra
manera apuntan contra políticas que el mismo Uribe apoyó e impulsó durante su
gobierno, como la firma de los TLCs, el abandono del sector agropecuario y las políticas
revaluacionistas de la moneda.
Mientras tanto
la izquierda y el conjunto de las fuerzas democráticas progresistas y revolucionarias
no han unificado sus posiciones. Mientras el Polo Democrático Alternativo – en
cabeza del MOIR – con toda beligerancia impulsa al interior de los movimientos
sociales una arremetida contra el gobierno, otras fuerzas vacilan frente a
Santos por el hecho de que éste viene impulsando el proceso de Paz e incluso,
la insurgencia de las FARC – en medio de esta situación – propone en forma bastante
inexplicable que se prorrogue el período del gobierno para que pueda “completar
la tarea”.
Entretanto el
“centro democrático” canaliza las expresiones de inconformidad popular, la
izquierda no identifica con claridad una estrategia unificada que le permita
presentarse como alternativa de poder tanto para resolver los problemas
sociales y económicos como para llevar adelante el proceso de Paz.
Todo apunta a
que la imagen que se está formando en la mente de la mayoría de los colombianos
es que un gobierno incapaz y demagógico ha querido utilizar el anhelo de paz de
la nación para hacerse reelegir y que su debilidad política lo lleva a dar
bandazos de todo tipo. El gobierno no se ha puesto realmente al frente de la
movilización popular para sacar adelante el proceso de paz y menos ha impulsado
desde el Estado las transformaciones profundas para acompañar ese proceso. ¡Ni
lo va a hacer!
Ante la
evidencia de los hechos se puede prever que el gobierno y su precaria coalición
de la Unidad Nacional
van a dejar un gran vacío político que el año entrante deberá ser ocupado por
las fuerzas políticas que estén mejor preparadas y organizadas.
Uribe y su
“centro democrático” hace rato están en campaña. Tienen candidatos
presidenciales pujando por la postulación ya sea a través de una consulta
popular, de una encuesta o del dedo del “gran colombiano” y están conformando una
lista al senado que muy seguramente será encabezada por Uribe. Aspiran a que un
buen resultado en las elecciones para Congreso de la República les sirva de
catapulta para impulsar con fuerza la candidatura presidencial que escojan.
Por parte de las
fuerzas de izquierda y democráticas progresistas se vienen haciendo algunos
acercamientos para conformar una gran coalición pero sus diferencias de enfoque
frente al gobierno y al proceso de Paz no les han permitido avanzar en un
proceso de unidad de acción más resuelto e inmediato.
Otros elementos
importantes como los relacionados con el aval impiden la construcción de una
unidad más visible ante la opinión pública del país. El Polo participará con su
aval, Progresistas ya puso en marcha la recolección de firmas, Congreso de los
Pueblos y Marcha Patriótica no han definido qué hacer, y entretanto el tiempo pasa
sin que la oposición democrática al gobierno logre diferenciarse cabalmente de
la oposición uribista.
Mientras todo
esto ocurre la insurgencia de las FARC sigue desde La Habana planteando
propuestas – entre ellas la de la Asamblea Constituyente
– como si Colombia estuviera avanzando seriamente hacia la democratización y
hacia la izquierda. La inconformidad popular – como lo estamos observando en
Brasil y Egipto – puede ser canalizada en lo inmediato hacia la derecha o la
izquierda. Todo depende de la fuerza y coherencia que tengan las fuerzas
políticas en contienda para definir la disputa.
Las protestas
populares son justas y se van a acrecentar. Se requiere que esas
manifestaciones de inconformidad alcancen un mayor nivel político que les
permita enfrentar integralmente a toda la oligarquía colombiana,
desenmascarando al gobierno pero también al uribismo que intenta agazaparse y
pasar de agache. La lucha de los cafeteros debe plantearse un programa agrario que
enfrente la política de los TLC (¡por la renegociación inmediata de los TLCs!)
y toda la política económica de los últimos gobiernos, que ha tenido
continuidad con la administración de Santos.
De lo contrario
Uribe como la gata del cuento se comerá la comadreja pero después irá por el
ratón. “No confíes en quien ataca a tu enemigo pues puede hacer lo mismo
contigo”.
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