tanto, hace tiempo ya en América Latina). Otros,
por la rigidez del Banco Central de Alemania, que domina la troika y se
impone a las otras económicas. Las medicinas se diferencian un poco,
pero al fin y al cabo, amargas todas. Porque todos aceptan que Europa
se jodió.
Lo
cual es un fenómeno de inmensas dimensiones, representa un retroceso de
dimensiones civilizatorias, porque el Estado de bienestar social
europeo fue una construcción solidaria que se había vuelto referencia a
escala mundial. Terminar con él implica así un retorno a tiempos de
exclusión social y abandono que Europa había dejado atrás.
Cuándo
se jodió Europa. Se podría ubicar en la explosión que apareció como
Primera Guerra Mundial, en la cual las contradicciones interburguesas
que Lenin dijo que comandarían la historia mundial entrado el siglo XX,
se ha confirmado dramáticamente. Europa se ha vuelto escenario de la
más brutal de las guerras que la humanidad había conocido hasta aquel
momento.
Se
podría también ubicar aquel momento en la división de la
socialdemocracia entre belicistas y pacifistas, abandonando oficialmente
la II Internacional el pacifismo y el internacionalismo que la había
caracterizado, abriendo heridas que no volverían a cicatrizarse.
Se
podría igualmente ubicar el momento en que se jodió Europa cuando no
logró impedir el brote de las distintas formas de dictaduras de derecha
–fascismos, nazismo– y, además, no fue capaz de derrotar ese fenómeno,
teniendo que apelar a apoyos externos.
Pero
nada de eso explicaría el viraje actual, porque después de todo eso,
Europa occidental fue capaz de construir Estados de bienestar social
que, a lo largo de tres décadas, fueron una de las más generosas
construcciones sociales que la humanidad había conocido.
Fue
entonces después de eso que es necesario encontrar el momento en que
Europa dio un viraje que la llevó a estar jodida. Yo ubicaría ese
momento en el paso del primero al segundo año del primer gobierno de
François Mitterrand, en Francia. La victoria, finalmente tan conmemorada
de la izquierda francesa en la segunda pos-guerra, propició a
Mitterrand un primer año centrado en las nacionalizaciones, en la
consolidación de los derechos sociales, en una política externa
solidaria y volcada hacia el Sur del mundo.
Pero
el mundo había cambiado, Reagan y Thatcher imponían un nuevo modelo y
una política internacional, Francia sufrió las consecuencias del nuevo
escenario. Una posibilidad sería que Francia estrecharía alianzas con
la periferia, con el Sur del mundo, con América Latina, en particular,
liderando a los países que más directamente sufrían los virajes
globales. La otra, que predominó, fue el cambio radical de orientación
del gobierno socialista francés, adaptándose a la nueva ola neoliberal, a
su manera, sumándose como aliado subordinado al liderazgo del bloque
EUA-Gran Bretaña. Ese
viraje, que consolidó la nueva hegemonía, de carácter neoliberal,
inauguró la modalidad de gobiernos y fuerzas socialdemócratas asimilados
a la hegemonía de los modelos centrados en el mercado y en el libre
comercio. La España de Felipe González no tardó en adherir, en lo que
fue seguida por otros gobiernos y abrió camino a que, en Latinoamérica
también, esa vía se extendiera a países como México, Venezuela, Chile,
Brasil, entre otros.
Esa
nueva orientación predominante ya apuntaba a la condena del Estado de
bienestar social –un modelo contradictorio con el Consenso de
Washington-, que más temprano que tarde sufriría las consecuencias. La
misma unificación europea se dio bajo esa orientación. Las consultas
nacionales no se centraban en la unificación europea, sino en la moneda
única, el euro, dando un carácter centralmente monetario a esa
unificación.
La
crisis iniciada en 2008 agarró a Europa absolutamente fragilizada,
porque inmersa en los consensos neoliberales, lo cual la impidió
reaccionar como los gobiernos latinoamericanos, que se han inspirado
precisamente en los modelos reguladores que habían sido hegemónicos en
Europa en las tres décadas llamadas de gloriosas, para reaccionar
positivamente frente a la crisis.
El
resto es la fisonomía actual de Europa, de destrucción del Estado de
bienestar social, tirando fuego al alcohol, tomando medicinas
neoliberales para la crisis neoliberal, que solo se ahonda y prolonga.
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