Miguel Ángel Sandoval
Como una broma de supermalgusto, leo que el presidente Uribe está evaluando negar el derecho a los indígenas a la tierra, porque considera que son cómplices de las FARC. Hace algún tiempo habría creído que efectivamente era un error de las FARC hacer un atentado en una zona de reserva indígena, y además habría señalado que era inoportuno, etcétera.
Pero el seguimiento del conflicto colombiano en el último tiempo me dice que antes es necesario resolver otras cuestiones y dudas. ¿Qué hacían los soldados de Uribe en los territorios indígenas y a qué se dedicaban? Es lo primero que debería explicar Uribe, antes de lanzar amenazas en contra de los pueblos indígenas colombianos.
Sin embargo, luego de conocer la política del gobierno colombiano, llena de mentiras y violaciones a los derechos humanos, lo único que queda por señalar, es que da pena ajena lo burdo de los mensajes de Uribe. Habría que agregar, que se trata de un gobierno al que se le puede calificar, sin duda de ninguna naturaleza, de racista; pues es un gobierno que no respeta el Convenio 169 y que se abstuvo de aprobar la Declaración Universal de los Pueblos Indígenas en Naciones Unidas, hace apenas un año.
Más allá de esta postura contraria a los derechos indígenas, lo que resalta en estos días es la enorme movilización indígena para demandar el derecho a la madre tierra, y ello por la única vía que los terratenientes de Colombia y sus defensores pueden entender: la movilización o minga indígena. Y no importa si el gobierno colombiano responde con amenazas racistas.
De acuerdo con el diario mexicano La JORNADA, “El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), que organizó la minga nacional de resistencia indígena en el contexto de una protesta iniciada el 14 de octubre, rechazó el señalamiento y dijo que el gobierno busca entorpecer sus reclamos”.“No tenemos nada que ver con esto.
Rechazamos esas declaraciones, son malintencionadas y no obedecen a la realidad”, aseguró Feliciano Valencia, dirigente del CRIC, al indicar que los artefactos estallaron fuera del predio, y aseveró que demandará al ministro por injurias.
Para un observador medianamente informado, no queda ninguna duda que la marcha indígena o minga, estremeció muchas conciencias en Colombia, pero además puso de manifiesto que la crisis del país no se limita solo a la expresión armada del conflicto, que es el enfrentamiento armado desgobierno y las FARC. Hay mucho más, hay mar de fondo y la guerra es a penas una expresión de ello.
Lo vivimos en nuestro país y lo mismo se vivió en El Salvador. En los dos casos, con gobiernos colombianos, liberales o conservadores como amigos de los procesos de paz en estos dos países, lo cual nos habla de la doble moral.
Ahora bien, lo que es realmente preocupante es el chantaje que el gobierno colombiano está haciendo a los pueblos indígenas y con ello a todo el pueblo colombiano. No habrá, según esta lógica, ninguna demanda o exigencia legitima, mientras exista el conflicto armado, tratando de hacer olvidar que el conflicto es precisamente por la negativa al reconocimiento de derechos entre los cuales el sagrado derecho a la tierra.
Mientras el gobierno insiste en escalar el conflicto, con propuestas como el Plan Colombia y otros por el estilo, la respuesta será como la recibida por los indígenas colombianos. Es así de simple.
De todas maneras me parece que es oportuno insistir en la urgencia de un acuerdo que permita que los Convenios de Ginebra, sobre conflictos armados sean aprobados por el gobierno y las FARC, para de esa manera iniciar la solución política al conflicto colombiano. La política del avestruz no es buena consejera. Menos la tendencia a negar los derechos indígenas a la madre tierra.
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