Miguel Ángel Sandoval
La victoria electoral de Obama ha puesto a circular la imaginación por todas partes. Un negro presidente en un país de negros excluidos, es algo que merece ser festejado. Quien se niegue a ello esta con la cabeza en otro lugar, porque la victoria electoral de Obama, es sin duda un parteaguas social y cultural, y por qué no decirlo, histórico.
Apenas hace pocos años que se leía con fiebre textos como el de Eldrige Cleaver, “Soul on Ice” publicada en español como “Alma Encadenada”, en donde se hacía una reflexión sobre la negritud, y las condiciones de vida en los Estados Unidos.
No se puede tener la memoria tan corta para olvidar a Martin Luther King, Stokely Carmichael o Malcom X, a los panteras negras, a los radicales negros que incendiaron ciudades en protesta por los asesinatos y la exclusión de negros. Es cierto que las cosas cambian pero no tanto ni tan rápido y que en EEUU fueron siglos de esclavitud, que finalmente terminó y ahora hay un hijo o nieto de esclavo en la presidencia.
En Latinoamérica hay ahora en el poder un indígena Aymara como Evo Morales en Bolivia y sería realmente curiosa una reunión cumbre entre Obama y Evo, para ver la dimensión del cambio cultural que estamos viviendo en el mundo, en lo que toca a los usos y costumbres. Ello merece ser reflexionado. No es cualquier cosa.
Claro que hay una contrapartida a esta oleada de optimismo. Solo con ver el recrudecimiento del racismo en sociedades europeas como la italiana basta para ver que el cambio es lento, que cuesta y no ocurre de forma pareja.
En relación a Obama, quizás el presidente Chávez le atinó de manera clara y sin mucho rodeo. Decía que no se le puede pedir a Obama ser y comportarse como un revolucionario en sentido clásico. No es eso lo que planteó en su programa de gobierno y además, una golondrina no hace verano.
Es necesario un proceso social como el encabezado por estas personas para poder pensar en las posibilidades de cambios y en sus dimensiones. Sin analizar un evento electoral como proceso no tiene sentido detenerse en el resultado de una elección.
Pero tampoco es necesario buscar en programas de gobierno, todas las explicaciones a todos los fenómenos. En las victorias de Obama y antes en la de Evo, hay sin duda un momento de cambio cultural profundo. No seria correcto asumir que todo puede volver a ser como antes. No es posible. Pero tampoco se pueden ver estos fenómenos como si ocurrieran en otro planeta. Son fenómenos reales y con ellos tenemos que convivir, intercambiar, analizar.
Nunca antes hubo un indio en la presidencia de Bolivia y nunca antes hubo un presidente negro en los EEUU. Esa es la dimensión del cambio que es necesario aquilatar. Que Obama sea un negro que puede ser neoliberal, no le quita el profundo mensaje que se ha dado a la sociedad norteamericana. Que Evo sea un indio levantisco, no detiene la reflexión enviada a toda la América indígena.
Son otros cien pesos como se dice, la capacidad de operar cambios en las políticas económicas o en las relaciones internacionales. Pero estos datos, profundos ni duda cabe, no limitan la factura de lo señalado como cambio socio-cultural y de alcance histórico.
De lo que se trata es de separar la paja del trigo. No se puede dejar de reconocer que a pesar de todo se producen cambios que no siempre están programados, que no siempre obedecen a lógicas políticas.
Si antes en EEUU, el hecho de sentarse un negro con un blanco en un café era inaudito, el momento en que un negro lo hizo correspondió a una revolución en las costumbres, en los hábitos y tuvo dimensión histórica. Nos guste o no, y ello aunque nos parezca que estamos sobre valorando lo ocurrido en la recién pasada elección de los Estados Unidos, es por ello, indispensable y urgente, poner la cabeza en su lugar. Es lo que pienso.
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