lunes, 14 de septiembre de 2009

América Latina: Escenario apocalíptico vs. acumulación de fuerzas (parte 1)

Iván Lira
El presente artículo tiene por objeto estimular el debate. No tiene la pretensión de derrotar tesis de nadie. Aspiro, con modestia, a ayudar a clarificar el pensamiento y afinar la acción.
La política y las tareas históricas

Fernando Dorado
Definitivamente la política es algo misterioso y maravilloso. Como toda actividad humana puede caer en lo más bajo, volverse una herramienta de apetitos individuales y de compulsiones malsanas, pero también, puede ser elevada a nivel del arte.

Eso ocurre cuando interpretamos el mundo con espíritu altruista y ponemos el ejercicio de la política al servicio de intereses colectivos, en la búsqueda de soluciones de mediano y largo plazo para el conjunto de la sociedad.

Aceptemos – ingenuamente, dirán algunos - que todo político como individuo intenta defender o favorecer el “bien común”. Admitamos, esas buenas intenciones de principio. Sin embargo, como la sociedad está dividida en clases y sectores de clases, y éstos se organizan y alinean en diversos y variados “bloques de poder” (“grupos de presión”, los llaman en Occidente), los actores políticos se ven obligados a defender “su” interés particular, de acuerdo a la clase social a la que pertenecen.[1]

Los presupuestos anteriores parecen absolutamente contradictorios, irreconciliables, e incompatibles. Clases frente a Nación y a Sociedad. Pero allí es donde aparece la grandeza de la política. Claro, deben coincidir los pueblos, el momento y los personajes. Se unen circunstancias especiales para que algunos “grandes hombres” (que sólo son intérpretes) logren conciliar intereses sectoriales y ponerlos al servicio de sociedades enteras y de épocas históricas. He ahí la maravilla.

Napoleón, Garibaldi, Bismark y otros, colocan a la burguesía a la cabeza de la sociedad europea construyendo las primeras naciones burguesas. Lenin, Trostky y Stalin a nombre del “proletariado industrial” y de un proyecto histórico “socialista y comunista”, desarrollan un gran movimiento reivindicatorio de los pueblos y naciones eslavas a cuya cabeza se colocó el pueblo ruso.

Mao, apoyándose en los campesinos chinos logra unificar esa gran nación y la ayuda a dar un salto gigantesco. Ghandi, unifica un bloque intra-nacional y supra-clasista para conquistar la independencia frente al imperio británico y sentar las bases de la gran nación hindú.
Hasta ahora, vale la pena resaltarlo, el interés social general ha sido subordinado al interés nacional (en últimas, clasista). La causa humano-socialista ha quedado aplazada.

En Nuestra América, han existido grandes hombres (Bolívar, San Martín, Artigas, etc.), pero los pueblos no hemos alcanzado el momento. Como lo plantea Raúl Zibechi[2], las naciones criollas (que no eran naciones propiamente dichas) se construyeron con base en la exclusión de indios, mestizos y negros esclavos. Recién se está armando la identidad indo-afro-euro-americana, y la gran Nación hasta ahora es un proyecto. Estoy convencido si, que nos estamos acercando a esos momentos históricos.

El momento y sus personajes
Siete (7) personajes representan – en forma fotográfica – el momento que vivimos en América. Cada uno vive su propia historia. Existen muchas más personalidades en la región, pero he elegido los más representativos. Aspiro – con esta “instantánea” – acercarme a la esencia de lo que está sucediendo y tratar de avizorar lo que viene.
Presento a las personalidades de mayor a menor edad: Fidel, Lula, Subcomandante Marcos, Uribe, Chávez, Obama y Evo.

Fidel Castro Ruz es el patriotismo heroico de un pueblo que intenta superar – sin lograrlo hasta ahora - un socialismo burocrático que ya caducó históricamente.
Ignacio Lula Da Silva, representa la nueva potencia regional mestizo-capitalista, y a la vez, la claudicación de una clase obrera “estatista” latinoamericana sin proyecto político propio.
El Subcomandante Marcos es la revolución virtual con alto contenido cosmogónico indígena “anti-sistémico” pero sin conexión popular nacional con México ni con el resto del continente.
Álvaro Uribe Vélez encarna el último estertor - violento y dictatorial - de una oligarquía facinerosa y mafiosa que pretende reciclarse en alianzas transnacionales para mantener su poder.
Hugo Rafael Chávez Frías es el anti-imperialismo popular, beligerante y combativo que carga con una clase parasitaria burocrática que puede hacer abortar el proyecto bolivariano.
Barack Hussein Obama resume en sí mismo las contradicciones de un imperio que declina, que asume una forma “afrodescendiente (negro), demócrata y ‘suave’” para intentar recuperar su hegemonía acudiendo a nuevas guerras e invasiones.
Juan Evo Morales Ayma personifica a los movimientos sociales indígenas y campesinos luchando por ser gobierno y, a la vez, desarrollar “desde abajo” un proyecto poli-clasista y plurinacional, ganándole tiempo a las fuerzas separatistas que actúan con ropaje autonómico.

No es casual que la burguesía latinoamericana no tenga alguien salido de su entraña que la represente políticamente. Esa clase – como tal – está en proceso de “inserción global”. Los Slim, Safras, Cisneros, Mendozas, Luksic, Pérez Companc, Sarmientos Angulo, etc., hace rato perdieron sus raíces nacionales.[3]


Particularidades y generalidades
Las características resaltadas en cada caso – de acuerdo a mi percepción – no corresponden únicamente a su propio país. Por ejemplo, la consigna de Fidel es “Patria, socialismo o muerte”, y sucede que si el socialismo cubano no se renueva, está en peligro de muerte la patria misma.

Y ese no es un problema sólo del pueblo cubano, es un problema de todos nosotros, ya que nos toca aprender de los errores cometidos por los revolucionarios caribeños - del tipo que hayan sido -, para nosotros también avanzar.

Lo mismo sucede con Lula. La clase obrera industrial del Brasil, que él representa, fundadora del PT, el partido de los trabajadores más importante del mundo en la actualidad, en la práctica ha hecho un pacto político con su propia burguesía para tratar de sostener algunas de las reivindicaciones[4] obtenidas en la época anterior a la reestructuración neoliberal y post-fordista.

La clase obrera industrial “estatal” de todo el continente – incluida la de los EE.UU. – está en esa misma línea, aislándose de los sectores sociales excluidos del “modelo” (campesinos, trabajadores informales, desempleados, inmigrantes, negros, indios) que son los que en verdad necesitan – con urgencia - derrotar de plano las políticas de las oligarquías en su conjunto.

Y así podríamos seguir. Cada uno representa una o varias contradicciones: Oligarquía imperial frente a intereses democráticos, nacionalistas y populares; intereses nacionales estrechos frente a la Patria Grande Indo-afro-euro-americana;

nacionalismos étnicos de los pueblos originarios frente a intereses nacional-democráticos de los pueblos mestizos que se han formado en el transcurrir de los tiempos; la contradicción entre unas burguesías industriales, comerciales y burocráticas aliadas de la clase hacendataria “reciclada”, que se han subordinado – una vez más, en calidad de socios menores -, a un modelo productivo impuesto por la globalización neoliberal, que día a día las reduce como sector social “nacional”, lo cual explica su derrota política en la mayor parte de las naciones suramericanas; las contradicciones al interior de las clases subordinadas; y, las que se dan entre los intereses del pueblo norteamericano y los pueblos del resto de América. Y hay otras más.
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