Coriolano
El presidente Santos comunicó con estas palabras la decisión de incorporar su país a la alianza militar de la OTAN: "Colombia tiene derecho a pensar en grande...dejando el miedo a un lado para ser los mejores, y ya no de la región sino del mundo intero, Tenemos con que...". ¿Mejores en que? Si pide pertenecer al club más selecto del guerrerismo mundial, se supone que Santos se refiere a las
performances y profesionalidad del ejercito. Si se excluye que quiere aportar a la OTAN la doctrina y praxis desarrollada con la narcoeconomía, es legítimo pensar que se refiere a las técnicas y metodologías espeluznantes implementadas cuando era ministro de la defensa del narcopresidente Uribe. Eran los tiempos de la Macarena, la fosa común mas grande del mundo donde enterraron 2000 civiles secuestrados, disfrazados de guerrilleros y posteriormente asesinados.
¿Querrá Santos aportar ese peculiar know how, ya famoso en el mundo con el logo registrado "falsopositivos"? Eliminar jovencitos para inflar las estadísticas, cobrar recompensas y ganar ascenso y promociones, no es propiamente una noble y valiente arte guerrera. Esto, suponemos, no es de ninguna manera "pensar en grande".
El estamento militar colombiano se ha desarrollado y estructurado durante seis décadas de guerra civil, bajo la batuta de asesores extranjeros que lo configuraron y armaron para la contrainsurgencia. Programado para en enfrentar al "enemigo interno", o sea la población civil, no para defender el territorio y soberanía contra ejércitos extranjeros.
Firmar una Acuerdo de Paz conlleva un inevitable y provechoso recorte del presupuesto para la defensa y achique del desmedido tamaño de la fuerza armada. Ambos muy abultados, superiores a lo que gasta Brasil y cualquier otra nación latinoamericana. Pero Santos y sus patrocinantes, internos y externos, rechazan esta perspectiva, y se la ingenian para preservar inalterados esos financiamientos, también con las guerrillas desmovilizadas e reincorporadas a la vida social.
Para eso, no hay mejor solución que la membresía de la OTAN. Esta impone a sus miembros tipo de armamentos requeridos, periódicas "modernizaciones" o "actualizaciones" de los equipos, substituidos con tecnologías rigurosamente fabricadas en Estados Unidos.
A pesar de la severa crisis que golpea los países de Europa pertenecientes a la OTAN, ninguno de ellos ha podido reducir los gastos militares. Menos educación, menos salud, menos pensionados, pero más armas y mas caras!
Italia, por ejemplo, tendrá que desembolsar 6000 millones de dólares para 35 cazabombarderos F35.
Este es el camino y el precio que Santos está dispuesto a pagar lograr el galardón de mejor vasallo, "no de la región sino del mundo entero". Por ahora ha quedado muy mal con los 12 países de la UNASUR, los 33 de la CELAC y las 120 naciones No Alineadas que -a la par con Colombia- han subscrito tratados contra cualquier alianza militar transnacional.
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