“No
tomarás interés ni usura, antes bien teme a tu Dios y deja vivir a tu
hermano junto a ti. No le darás a interés tu dinero ni le darás tus
víveres a usura.”(Levítico 25:36, 37).
Esta
cita del Antiguo Testamento –una de muchas– muestra que la prohibición
de la usura se remonta a las raíces legales y éticas de la civilización
judeo-cristiana. San Agustín define como usura toda transacción en la
que una persona espera recibir más de lo que ha dado, y la
consideraba tan abominable, que cualquier beneficio obtenido de ella ni siquiera podía darse como limosna.
La base de la prohibición era ética y teológica y, por consiguiente, tenía en cuenta cuestiones más profundas que la conveniencia económica. La esencia de la transacción usuraria –que garantiza a alguien la obtención de algo por nada– constituía una violación de la ley natural y estaba, por lo tanto, abocada a producir desequilibrio y desintegración. Así, pues, cualquier inconveniencia que se produjera en el ámbito de las transacciones comerciales era sacrificada en aras del bien común, que era considerado siempre de mayor importancia.
consideraba tan abominable, que cualquier beneficio obtenido de ella ni siquiera podía darse como limosna.
La base de la prohibición era ética y teológica y, por consiguiente, tenía en cuenta cuestiones más profundas que la conveniencia económica. La esencia de la transacción usuraria –que garantiza a alguien la obtención de algo por nada– constituía una violación de la ley natural y estaba, por lo tanto, abocada a producir desequilibrio y desintegración. Así, pues, cualquier inconveniencia que se produjera en el ámbito de las transacciones comerciales era sacrificada en aras del bien común, que era considerado siempre de mayor importancia.
La decisión del gobierno nacional de poner freno al creciente proceso de especulación practicado por importadores y empresarios –con honrosas excepciones– ha puesto de manifiesto que los valores religiosos de nuestra burguesía se han trastocado más allá de lo que permite la ética cristiana, negando la tesis según la cual es posible un capitalismo con rostro humano. Nada más anticristiano e inhumano que los niveles de usura exhibidos.
Tampoco deja de llamar la atención la posición de la Conferencia Episcopal Venezolana rechazando la especulación, la usura y la corrupción. Sin embargo, lo hace de una manera tan sinuosa, cuidándose de no reconocer logro alguno del gobierno, que uno no sabe, finalmente, si rechaza o defiende a los usureros.
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