Miguel Ángel Sandoval Uno de los temas que le ha puesto un poco de debate al actual proceso electoral es si el voto nulo vale la pena o si por el contrario, es solo un gesto desesperado. Lo mismo ocurre con la idea de la abstención. No hay nada simple en la vida y menos un
proceso electoral a la chapina. De un lado hay la idea que al votar nulo se rechaza el sistema en su conjunto, pero esto no pasa de ser una declaración de buenas intenciones. Al sistema no lo derrota el voto nulo, lo tumba la suma de votos por un proyecto alternativo, diferente y mejor, si este es de izquierda.
Decimos
que estas elecciones, por el rechazo ciudadano, no son legítimas, y me
parece pertinente otras preguntas. ¿Las elecciones anteriores han sido
legítimas? ¿La inequidad en la participación es solo de este proceso?
¿La falta de reformas las hace poco creíbles o de plano impresentables?
¿Con financiamiento privado o público es legítimo? ¿Y la
archi-reconocida manipulación mediática, no es igual ahora que en
ocasiones anteriores? ¿De qué hablamos entonces?
Desde
la firma de la paz se identificó que eran indispensables reformas a la
ley y a los partidos políticos. Razones diversas no lo permitieron. Y en
esas condiciones se ha participado, por miles, en todo el país. Aunque
con resultados que no son muy alentadores. Sin embargo, se pudo llevar
una buena cuota de diputados con el Frente Democrático Nueva Guatemala
(FDNG) y más adelante con la Alianza Nueva Nación, que catapultó al
gobierno de Álvaro Colom. Fueron las mismas reglas, la misma ley, y casi
los mismos partidos. ¿Cuál es el susto entonces?
Que
hace falta cambiar la ley, ni duda cabe. Que a un presidente corrupto
hay que defenestrarlo, por supuesto. Pero estos dos temas no modifican
la correlación política de fuerzas. La correlación solo se puede
modificar por el voto consciente y razonado, pero sobre todo, si es por
la izquierda. Que la izquierda actual no es de la satisfacción de
quienes quieren votar nulo, pues están en todo su derecho de
considerarlo así. Pero de ello a descalificarla –porque el voto nulo es
la máxima expresión de democracia–, pues hay un abismo.
He
visto en esta campaña concentraciones de miles en varios departamentos
que apuestan a la izquierda, y que ven una oportunidad de hacerse del
poder local. El último caso fue en Sololá en donde más de 15 mil
personas se concentraron en apoyo a la fórmula Sandoval-Ellington, de
URNG-WINAQ. ¿Podemos dejar de considerar esto? Y los miles de Panzós,
Malacatancito, Tiquisate, San Luis, Jalapa o San Bernardino o
Champerico? Y por unos cuantos votos nulos, en blanco o por abstención,
perder la posibilidad de tomar el poder local? Ni hablar de una cuota de
diputados distritales.
Dicho
esto hay un par de temas que vale la pena reflexionar. El voto nulo hoy
día o la abstención solo tienen un beneficiario: el voto de la derecha
acarreada y el voto pagado. No hay otra lectura. Mientras que el voto
nulo hecho por las élites no suma, no permite sacar de ello conclusiones
políticas de fondo. Adicionalmente, quiero recordar que la idea de voto
cruzado, ha dado en nuestro país más votos nulos por la confusión
práctica que por los llamados a su ejercicio.
Finalmente,
es un momento de decisiones serias, con profundidad política y no
dejarnos llevar por consignas que en la superficie son una opción, pero
que vistas de cerca solo permiten el fortalecimiento de las diversas
expresiones corruptas y de derecha.
Guatemala 1 de septiembre de 2015.
*Candidato presidencial de URNG-WINAQ
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