Entrevista con Roy Chaderton, ex canciller, ex embajador de Venezuela ante la Organización de Estados Americanos y diplomático de larga trayectoria
-Aunque la palabra “objetividad” está
muy desprestigiada, quisiera pedirle un balance objetivo de lo que se
logró y lo que no se logró en el escenario de la Organización de Estados
Americanos. La
oposición asegura que fue una victoria y el gobierno
también la reivindica como tal. Desde el punto de vista diplomático,
¿qué se logró y qué peligros hay respecto a lo que pasó?
-Recordando a nuestro admirado Muhammad
Alí, diría que lo que ha ocurrido fue una pelea a quince asaltos donde
la oposición se anotó un round y el gobierno ganó por decisión unánime
de los jueces, el resto de los rounds. ¿Por qué es una victoria?
Victoria es, por ejemplo, que el 1 de junio, ante una amenaza de
aplicación de la Carta Democrática de la OEA en contra de Venezuela, por
consenso, el gobierno de Venezuela logró el apoyo a los diálogos de
paz. Y no se logró que fuera por unanimidad debido a la deserción de
Paraguay. Como los diálogos de paz son una iniciativa del presidente
Nicolás Maduro, y como además son combinados con la gestión de Unasur
con el ex presidente (Ernesto) Samper y la incorporación de los ex
presidentes Martín Torrijos, de Panamá y Leonel Fernández, de República
Dominicana, personajes de alta credibilidad internacional, no podemos
sino cantar victoria.
Pero victoria es también la Asamblea General de la
OEA, donde se presentó la moción, ya para el cierre y ante una férrea
oposición, para pasar al Consejo Permanente el tema de la conducta del
secretario general. Para utilizar una expresión de mi abuela, la
burocracia de la OEA “birló” el título completo y quedó como si fuese
“el tema de Venezuela”. Nosotros aspirábamos, y no lo logramos, a que no
se diese la reunión.
Por eso, el 23 presentamos una moción de
procedimiento que no prosperó porque había cundido entre la mayoría de
los delegados la idea de aceptar que el secretario general “dijese o que
tenía que decir”, como en efecto lo dijo. Sin embargo, dos días antes,
el 21 de julio, se presentó el señor (José Luis) Rodríguez Zapatero ante
el Consejo Permanente, por iniciativa del gobierno de Venezuela, a
explicar las peculiaridades de la gestión que está haciendo con los
otros ex presidentes. Fue muy interesante y varios países tuvieron la
oportunidad de pronunciarse sobre ese tema.
Y lo más importante de la
victoria es que prácticamente sin excepción hubo pronunciamientos a
favor de los diálogos de paz, los cuales, repito, son un invento del
presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro.
Mientras tanto, los señores de la oposición evitan hablar del diálogo y
si lo hacen, es refunfuñando, como lo hizo recientemente el señor
(Henry) Ramos Allup. Para decirlo a la manera adeca, hablan de eso de
manera retrechera y socarrona. Así que cuando la oposición anuncia
victoria, eso me hace recordar a esa gente que atraviesa los cementerios
de noche, silbando en la oscuridad para darse ánimos y para engañar a
sus ingenuos e incautos seguidores.
-Un personaje ejecutivo, miembro de la
Consultoría Jurídica de la OEA y, para más señas, uruguayo como Luis
Almagro, declaró que por el sólo hecho de haberse iniciado la discusión,
ya se puede considerar activada la Carta Democrática. ¿Eso es así desde
el punto de vista técnico-diplomático?
-No, eso no es así. Ese personaje es
Michel Arrighi, quien tiene como veinte años de consultor jurídico de la
OEA, o sea que es parte interesada. Es un burócrata de esa
organización, tiene una buena formación académica, pero va con los
secretarios generales de turno y, en este caso, para colmo es uruguayo.
Claro, que su nacionalidad tampoco lo obliga porque el uruguayo Pepe
Mujica desahució al señor Almagro y el uruguayo Tabaré Vásquez lo mandó
al mismísimo y le dijo que se olvidara de ser candidato presidencial de
Uruguay. En este caso funcionó el uruguayismo o el charruismo, y creo
que eso lo descalifica. Eso es como que alguien haga una demanda y se
declare sin lugar, pero quien demandó diga que está activada la demanda.
Sin embargo, como ese es un mundo de trucos y trampas, aunque técnica y
jurídicamente no está activada la Carta, yo recomendaría un estado de
mayor alerta.
-Como bien lo dice Walter Martínez,
nuestro Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, hay un escenario
institucional y hay un escenario mediático, que parece ser un sitio
preferencial para el desarrollo de la actividad diplomática en la
actualidad. ¿Qué riesgo hay de que esa diplomacia mediática sustente la
verdad de que se activó la Carta, a pesar de que no se activó?
-Sí, eso depende de la capacidad de
neutralización de esas iniciativas perversas e interesadas de los
sectores opositores y los medios internacionales. Nosotros tenemos claro
que la guerra es mediática, pero a veces fallamos en la respuesta. Por
ejemplo, me parece una omisión mayor no haber descargado a (Mariano)
Rajoy cuando perdió en diciembre. Ni el PSUV ni el gobierno respondieron
con la fortaleza con la que debieron haberlo hecho. Eso fue un error en
el manejo de las comunicaciones porque Rajoy es uno de los principales
villanos, de los principales difamadores que le han estado haciendo daño
al país.
Entonces, ¿por qué no aprovechar su caída para hacerlo ver?
Recientemente vi que el presidente Maduro presentó un video en TV, en el
que se presentan algunos villanos, entre ellos el señor Capriles cuando
increpó a las masas para que salieran a linchar chavistas, pero
olvidaron incluir al señor Rajoy que en ese momento estaba en el apogeo
de sus ataques a Venezuela. Lo que quiero decir es que si nos
descuidamos, si no manejamos bien el tema mediático, corremos el peligro
de que se tome por verdad lo que es pura difamación.
-Esta semana entró en escena un
grandeliga como Barack Obama. Hasta ahora nos veníamos manejando con
gente de Triple A, como Almagro, pero ahora surge Obama y lanza una
serie de comentarios sobre Venezuela, además en una reunión con los
otros dos jefes de Estado de Norteamérica. Se mete en el debate del
referendo y de los así llamados “presos políticos”. ¿Qué significado
tiene eso en este momento?
-Primero debo decir que Venezuela ha
sido un país muy exitoso en las Grandes Ligas. Entiendo que estos
momentos tenemos más jugadores en Grandes Ligas que la República
Dominicana, que era la gran cantera. Tenemos una tradición muy
destacada: hemos ganado la Serie Mundial con un mánager venezolano y
hemos tenido campeones jonroneros, de bateo y de carreras empujadas… Así
que estamos entrenados para las Grandes Ligas. Además tenemos 17 años
de resistencia contra el imperio y contra el enemigo interno, al que yo
divido entre la oposición y los adversarios propios. Esta es como la
enésima “ofensiva final” para ver si se logra hacer peso suficiente para
que se hunda el gobierno de Venezuela. Hasta ahora han fracasado.
El
tema del desabastecimiento es grave, y allí concurren el imperio, el
enemigo endógeno y el enemigo propio. Sin embargo, yo me preguntaría si
el sabotaje petrolero no fue más grave en su momento, porque ese sí pudo
paralizar al país, y sin embargo, lo ganamos. Ahora, en este caso,
confío en que estemos en capacidad de responder. Creo que hay que
responderle a México, porque al imperio a cada rato le respondemos y ya
lo hicimos, pero que el gobierno de México, a través de su
representación en la OEA, sus voceros en organismos de derechos humanos o
su presidente, en esta cumbre de países del Norte de América hagan
manifestaciones en materia de derechos humanos en Venezuela es un
irrespeto.
Ocurre que en Venezuela no ocurren cosas que ocurren en otros
países. Aquí no tenemos descabezados, no matamos a los maestros, no
matamos a los alumnos, aunque sea cierto que hay problemas graves,
incluso de sicariato, con una cultura de violencia importada del
vecindario y de otros escenarios internacionales. En cuanto al
pronunciamiento de Obama, no es el primero. Ya una vez nos declaró
peligro inminente para Estados Unidos. Hay que ver lo que significa
inminente, o sea “ya”, hay que prepararse “ya” porque Venezuela va a
materializar sus amenazas contra el imperio… Eso es un chiste y una
inmensa ridiculez.
-Usted conoce muy bien la OEA por dentro
y al personaje de Luis Almagro. Desde el punto de vista individual, uno
puede imaginar qué pasó con él, pero ¿hasta qué punto esa conducta de
Almagro es una tendencia? ¿Hasta qué punto puede sobrevenir en los
países de América Latina que han tenido gobiernos progresistas,
socialistas, vinculados al pueblo, y que han empezado a cambiar, un
fenómeno de personajes cambiándose de bando, una especie de almagrismo?
-Yo creo que el fenómeno es anterior a
Almagro. Observo a una vieja izquierda atemorizada en unos casos o
alborozada por la codicia, en otros casos. El mejor ejemplo lo
encontramos en Chile, donde una izquierda que sufrió la dictadura, el
exilio, la tortura, que sobrevivió y que pasó años dolorosos de
represión por la ultraderecha, terminó siendo absorbida o engullida por
el neoliberalismo, que les garantizó una prosperidad económica y un rol
social que antes no tenían. Entonces, en buen venezolano, esa izquierda
termina viendo a los bolivarianos como gallina que mira sal.
Es una
izquierda desertora, lamentable. Chile es uno de los países donde se
toman más iniciativas, incluso sin que ocurra ningún incidente, en
contra del proceso bolivariano de Venezuela y los de otros países
progresistas. El caso de Almagro se me parece, lo veo igualito a… bueno
no quiero ofender a (José Miguel) Insulza porque tenía un poquito más de
dignidad en el ejercicio polémico de su gestión como secretario
general, la cual yo enfrenté muchas veces. Al menos Insulza tenía una
capacidad de rectificación de un día a otro que, en algunos casos,
hubimos de agradecerle.
Ahora, Almagros hay muchos. En Venezuela hemos
tenido muchos de ex comandantes guerrilleros que terminaron militando en
la ultraderecha, en Bandera Roja o fuera de ella, al lado de los
empresarios y al lado de los viejos torturadores, de los que los
torturaron a ellos. Hay una suerte de complacencia que merece un
análisis psicológico o psiquiátrico, según se lo entregamos al alcalde
de Caracas, Jorge Rodríguez.
-Se ha creado una matriz de opinión de
que la derecha venezolana tiene mucho talento en el campo de la política
internacional, mucha gente que sabe mucho. Yo los llamo “los
Embajadores sin Embajada”. Pero haciendo un balance, uno se encuentra
con un oficial del Ejército, como el presidente Chávez, un conductor de
autobús, como el presidente Maduro y una abogada laboral, como Delcy
Rodríguez, les han dado pelas a esos grandes diplomáticos en sucesivos
episodios de la política exterior. ¿Era un mito la formación de esos
diplomáticos de la IV República?
-No, lo que ha pasado es que se parte de
una visión aislada de la política internacional y se piensa que el
manejo de algunos espacios académicos lo convierte a uno en
internacionalista. Recordemos que uno de los himnos más viejos, la
Internacional, comparable con la Marsellesa, ejemplifica la vocación
internacional de los socialistas. Más allá de los errores que hemos
podido cometer y que cometemos de vez en cuando en esa materia,
evidentemente tenemos una vocación internacional que nos hace sentir
cómodos en ese ámbito.
A veces, no sé por qué, dejamos pasar ocasiones,
pero así como de los corruptos y los incompetentes uno puede decir “por
sus Hummer los conoceréis”, en el caso del chavismo, podríamos decir
“por sus éxitos los conoceréis”. Es impresionante, pues en el siglo XXI a
partir de Venezuela se dio una reedición del proceso independentista
del siglo XIX. Desde acá creció el movimiento progresistas político y
social en el continente.
Esto le proporcionó al gobierno de Venezuela
una suerte de anillos de protección, como heredad de Hugo Chávez. Es
diferente al caso de la revolución Cubana, que fue aislada
internacionalmente, y por ello, a pesar de su inmensa influencia
política no sólo continental, sino mundial, no se pudo traducir en la
multiplicación de procesos similares en otros países. Se ejemplificó más
bien en movimientos guerrilleros.
Es con Chávez cuando viene la tesis
de que ya no es tiempo de la lucha armada, sino de confiar en el
pueblo. Y la confianza en el pueblo ha dado resultados extraordinarios,
que son éxitos de política internacional. Por eso, más allá del
relumbrón con el que algunos internacionalistas de la derecha pretenden
encandilarnos, la verdad es que la izquierda se apunta éxitos notables.
Ahora, adicionalmente, trabajamos con Cuba, que ha logrado el éxito de
derrotar al imperio y obligar al emperador a ir a Cuba a rendirle
homenaje, con la dignidad preservada de ambas partes.
-Hablando de la influencia de la
Revolución Bolivariana en el continente, vemos que falleció el
comandante Chávez y en cosa de tres años ha cambiado sustancialmente el
balance ideológico de la región. ¿Era él la clave de todo?
-Sí, pero una clave o una llave
reproducida porque si bien la derecha está como de regreso, con la
concertación que no tenía en el pasado, la izquierda tiene capacidad
para resistir y Chávez sigue inspirando. Independientemente de que no
esté gobernando, Chávez está aquí, está ahí, está allá, ejerciendo su
influencia sobre el resto del continente. Yo soy moderadamente o
equilibradamente optimista porque todo depende de las luchas.
Hay que
incrementar las luchas. Aquí hubo una etapa de dictaduras militares, que
fueron los 50 y los 60; después vinieron las democracias burguesas,
bienvenidas y patrocinadas por EEUU para neutralizar el fenómeno cubano,
democracias que se fueron descomponiendo; surgió la idea de la
izquierda chilena de llegar al poder por la vía del voto, frustrada por
la intervención imperial en apoyo a un ejército de ultraderecha.
Siguieron surgiendo movimientos guerrilleros, en Centroamérica
especialmente, pero luego se fue evolucionando hacia diálogos de paz,
cesó la lucha armada y se logró una especie de conciliación que ha
permitido inclusive casos como el del El Salvador, donde está gobernando
la izquierda ex guerrillera, con las ciertas limitaciones, claro. Y
está el caso de Colombia, el más duradero y doloroso, pero están
superando esa etapa. Como dijo el presidente Chávez, hay que confiar en
el pueblo, y nuevas formas de lucha tienen que venir, que no puede ser
la democracia burguesa ni puede ser la lucha armada.
Ahora es necesario
ir a una evolución de las capacidades de comunicación de los movimientos
progresistas con sus pueblos. A mí se me ocurre algo que hasta ahora
no hemos hecho: ¿por qué no tomar una estación de televisión?… una masa,
o una multitud porque la palabra masa no me gustan mucho. Después se la
devuelven a sus dueños, pero es necesario hacerles sentir a los
propietarios de los medios de comunicación que sus infames políticas
significan un riesgo para ellos también y que hay un pueblo alerta que
no pide más que el procesamiento justo de la información.
Ahí volvemos
al tema mediático: tenemos que evolucionar hacia etapas que vayan más
allá de la información, que toquen la formación y la propaganda. Por
ejemplo, la información es que hay altos niveles de desempleo en España.
La formación es que el desempleo es producto de la injusticia social. Y
la propaganda es que Rajoy saca a las viejitas de su casa y las tira a
la calle. Pero eso no podemos decirlo un solo día, sino todos los días,
porque si no se repite, la gente no se entera.
Vuelvo al ejemplo del
video que presentó el presidente Maduro: se muestra a Capriles llamado a
drenar la arrechera, como él dijo, y luego las imágenes de unas
personas, pero no se explica que ellas fueron las víctimas de los
linchamientos cometidos por la derecha. Se da por descontado que la
gente lo sabe.
-Sobre el tema de la paz en Colombia, en
la reciente reunión de La Habana, Timochenko (Rodrigo Londoño
Echeverri, líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia),
reconoció el papel del comandante Hugo Chávez en el logro de la paz,
pero (Juan Manuel) Santos o los representantes del gobierno colombiano
no se han manifestado expresamente. ¿Por qué esa mezquindad?
Usted me está dando la respuesta: porque son mezquinos. La historia de
Colombia está plagada de ejemplos de inconsecuencias, de traiciones, de
deslealtades, cometidas por la oligarquía colombiana en contra de sus
interlocutores y negociadores de los procesos de reconciliación o de
paz. Santos, en algún momento, mencionó a Venezuela como acompañante,
igual que mencionó a Chile, pero la oligarquía colombiana no es
especialmente agradecida, no nos quieren mucho y han llegado hasta el
extremo de aliarse con la pseudo oligarquía anticolombiana de Venezuela,
en búsqueda del propósito común que es, si no desestabilizar, al menos
hacerle la vida difícil al gobierno bolivariano.
Nosotros confiamos en
que haya otros que reconozcan el papel decisivo de Venezuela. No es por
accidente que el señor Timochenko comenzó su intervención en La Habana
reconociendo el rol jugado por Chávez, porque fue él quien los convenció
de que era posible abandonar la lucha armada y lanzarse a la lucha
política. Va a ser difícil, hay muchos violentos que quieren sabotear el
proceso, pero de todas maneras y en todo caso, nosotros, que no somos
mezquinos, reconocemos que el señor Santos tomó una decisión de
estadista y eso lo hemos apoyado, más allá de las ingratitudes, de las
inconsecuencias, respaldamos a Colombia en su proceso de paz, a la
Colombia de todos los colombianos.
-Hablando de otro de los vecinos de
Venezuela y de toda esta campaña internacional, esta semana aparece
“casualmente” un anuncio de la ExxonMobil sobre un descubrimiento de
petróleo en las aguas correspondientes al Territorio Esequibo. ¿Será que
se va a reavivar esta polémica? ¿Se reabrirá este frente de la llamada
Operación Tenaza?
-Sí, es como para recordarnos o hacernos
ver que estamos rodeados. Recordemos que tenemos a la OTAN
(Organización del Tratado del Atlántico Norte) al frente, en la ABC,
Aruba, Bonaire y Curazao; tenemos Puerto Rico cerca; Saint Martin, que
es un paraíso turístico pero está ocupado por dos miembros de la OTAN;
tenemos Guadalupe, Martinica y parte de Monserrat… En fin, son
realidades con las cuales tenemos que manejarnos. Lo que digo es que
cualquiera que abrigue intenciones de invadir este país, tendría que
pensarlo porque sería muy costoso y además, Venezuela no es un peladero.
Y a los opositores que ansían una invasión de Venezuela, yo les
recordaría que las balas del invasor no distinguen entre socios y
aliados, y enemigos y adversarios. Además, otra cosa que les advertiría
porque quizá no se han dado cuenta, es que para llegar al aeropuerto de
Maiquetía hay que pasar por los túneles de La Planicie o por la avenida
Sucre de Catia.
-A usted le ha tocado, en diferentes
escenarios, defender los logros, las conquistas de la Revolución
Bolivariana, su política internacional, pero ¿no le ha tocado en algún
momento defender algo con lo que internamente no está de acuerdo o
defender lo indefendible?
-Es posible, no me viene un caso a la
mente, pero hay un fenómeno de corrupción parcial. En este proceso hay
bandidos infiltrados y yo no voy a defender eso. A veces uno no tiene
las pruebas y se tiene que quedar callado porque podría ser aventurado
hacer señalamientos. Pero en general, estoy de acuerdo en todo lo que se
refiere a principios y valores. Puede uno estar en desacuerdo con
alguna política determinada, por ejemplo, no tengo claro lo del Arco
Minero, debo estudiarlo para tener una opinión seria.
No necesariamente
voy a estar de acuerdo con quienes lo objetan, pues hay buenas razones
de Estado para buscar nuevas fuentes de prosperidad… Pero, momentos
especialmente incómodos no he tenido. En todo caso, más allá de una
vinculación burocrática, yo tengo una vocación espiritual con este
proceso. Espero que a nadie se le ocurra hacer cosas que no deben
hacerse.
(Clodovaldo Hernández / clodoher@yahoo.com)
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