Tito Pulsinelli
Ya no hay límite a lo grotesco, lo inimaginable se vuelve trágica banalidad de primera plana, pero esto no es todo. El nihilismo de los chamanes liberales deja caer su velo y la telaraña de metáforas que recubría un dogma impuesto como doctrina social es ahora balbuceo y cacofonía. Caen fulminadas incluso algunas ramas de las aristocracias venales. Bancarrota para los que se creían videntes del futuro de las naciones, maniáticos dispensadores de inmutables recetas con valencia universal. Veían todo, excepto su fracaso memorable.
Están en el polvo los que con una simple A, agregada o quitada, a la clasificación de la conducta económica de las naciones, durante los últimos veinte años han decidido las suertes, de salud, nivel de ignorancia, cantidades calóricas ingeridas por las gentes, y si éstas debían vivir en paz. Su tiempo se acabó, como la inundación de mercancías cada vez más perecederas, de las que han impuesto el consumo con el gancho del crédito sin límites.
La cadena de San Antonio global se ha interrumpido, porque el azar ha trepado un Himalaya de valores sólo en papel, magnéticos y publicitarios, de cuya cima miraban con los telescopios hacia la economía veraz, creada por los comunes mortales. La pandilla neoliberal pudo recetar una cantidad de “productos financieros” que multiplicaba por treinta el valor de los bienes producidos por el trabajo del resto de la humanidad.
El epicentro de la onda destructiva es el mundo industrializado, en particular Estados Unidos, que se había auto-coronado con el laurel de potencia más poderosa desde que existe memoria. Es una epidemia procedente de las vísceras “occidentales”, que contagia con devastadora prioridad justo las latitudes de la celulitis y de la obesidad.
Entre más estrechos y “carnales” son los vínculos con la economía financiera imperial, más severo es el castigo y las penalidades que se reversan en los vasallos. No se trata de cualquier “efecto tequila”, “tango” o “samba”. «Esta vez la culpa no es del comunismo» dice socarrón el viejo Gorbachov.
El 7 de septiembre se oficializaba la debacle, quiebran los peces gordos y cruje la cúpula de Wall Street. Se vuelve imposible ocultar la caída de la superstición del siglo XVIII del “mercado que se regula por si mismo”. El gobierno de Washington echa mano en el erario público y decreta una participación estatal en los bancos que deben sobrevivir, cueste lo que cueste.
No se trata sólo de una simple desgracia de la economía, es un fracaso moral, de planeación social e histórica. Ya no se sostiene el dogma que elige como centro de gravedad el consumo y la deuda exponencial y prefiere la banca a la empresa, la depredación a la laboriosidad, la especulación al trabajo.
Sin embargo, el discurso público de la mentira, el de la complicidad mediática y de la connivencia criminógena de los políticos, insiste otro mes más (y seguirá insistiendo) a negar la evidencia, con el pueril mantra de la solidez-invulnerabilidad-salud y la inevitabilidad del sistema bancario.
El presidente brasileño Lula refiere que, en la última cumbre del G7 al que había sido invitado, propuso discutir el colapso financiero, pero los “siete grandes” prefirieron hablar de la crisis climática y finalmente decidieron no decidir nada también sobre ese tema.
Luego el avestruz sacó la cabeza de la arena, y pasó de las “inyecciones” a las “transfusiones”, finalmente trasladó consistentes stocks monetarios de las reservas nacionales a las cajas fuertes de los quebrados.
De repente, todos los pajes y los escuderos del “menos Estado, más mercados” se alborotan con la teoría del mal menor: sin bancos no habría crédito para los que producen, entonces ¡pásense el trago amargo, por favor!
Entregar un premio a los mismos canallas que son los responsables del desastre es como financiar las coscas cuando se quiere combatir la mafia. ¿Por qué no “inyectar” directamente el sistema productivo? ¿O el de los productores para sostener consumo y poder adquisitivo? ¿Por qué no apoyar a las víctimas de las incautaciones? ¿Por qué no poner fin a la guerra perdida en Irak? ¿Por qué no reducir el gasto militar y retirar los contingentes de la OTAN que no son de ningún provecho en Afganistán?
Mientras tanto, el Mullah Omar sigue su épica fuga en motocicleta.
Lo peor aún no llega, y nada quedará como antes. Cuando la gran estafa desborde de lo “financiero” a la realidad productiva y a los balances estatales, el sismo llegará a la vida cotidiana, y ésta será aún más precaria, espartana y plúmbea.
Italia ya está agraviada por el peso de la tercera deuda mundial, y cada año paga ochenta billones de euros de puros intereses: se impondrá una renegociación con los creedores y el FMI. Todo lo que ahora se les ha dado a los banqueros, será sustraído al resto de la sociedad.
“La era del dominio de una sola economía y de una moneda es cosa del pasado”, dice el presidente ruso Medvedev a la colega alemana Merkel. “La credibilidad de Estados Unidos como líder de la economía de mercado, y la credibilidad de Wall Street… está arruinada para siempre”, apremia Putin.
Wall Street y la City londinense ya no son capaces de manejar el juego de azar global. La voracidad desmesurada ha puesto al desnudo el contenido ficticio de sus fichas, que de ahora en adelante serán cada vez menos apetecibles. El capital financiero pierde estatus, deberá aterrizar en la realidad, donde la ganancia seguirá –más que nunca- sustrayéndose del ciclo de la producción real de mercancías y servicios.
Al fin y al cabo, la pandilla neoliberal ha engordado sobre todo con la adquisición a precios muy bajos del trabajo de cuatro generaciones de soviéticos, y con la liquidación de la propiedad pública en los Países de Europa del este. Luego se adjudicaron los sectores de economía estatal en el resto del mundo, industrializado y no. Fueron al abordaje de todo bien público.
El FMI dirigía desde afuera las economías y las políticas de los Estados endeudados, prefabricando el ciclo infernal del endeudamiento-liquidación de los recursos. Las finanzas “occidentales” se apoderaron de todo a precio de gallina flaca. Eran los tiempos épicos en que tragaban –uno tras otro- a los pequeños y los grandes dragones asiáticos, a las medias economías de México, Brasil y Argentina.
Cuando ya no hubo nada más que privatizar afuera, movieron malamente las armadas. Ni siquiera perdonaron los recintos domésticos y crearon de la nada decenas de millones de pobres y de trabajadores marginales y mal pagados, y todo salió a flote.
Hoy el FMI se ha esfumado en la nada cósmica, y se abstiene de exigir los “ajustes estructurales” que imponía despiadadamente a las naciones periféricas, llevándolas amorosamente hacia el desastre. El sordomudo FMI está en el ocaso, ya no tiene ninguna credibilidad: sólo se quedó con 400 billones de dólares.
Pocos para seguir siendo el árbitro-juez-alguacil del globo terráqueo. Los Países latinoamericanos habrían acumulado excedencias monetarias de aproximadamente 500 billones de dólares. Venezuela posee unos ochenta billones de dólares, entre reserva monetaria y un fondo especial de estabilización.
El incremento del costo de las materias primas, de los alimentos y de los hidrocarburos ha determinado la acumulación de excedencias financieras en Irán, Rusia, Brasil, Venezuela y China. Ésta última hasta ahora ha vendido a crédito en el mercado de Estados Unidos, al punto que es dueña de un tercio de su deuda pública.
Estos Países han creado una serie de bancas binacionales y fondos de inversión públicos que permitirán financiar de manera autónoma importantes proyectos estratégicos, entre los cuales los alimentos. De esta forma se minimiza la dependencia del exterior: de las transnacionales, FMI, Wall Street y City londinense.
Los cruzados liberales, que han arribado a un neo-estatismo, sostienen la imposibilidad absoluta de desengancharse del sistema financiero “occidental” dolarizado. Reiteran que sólo son veleidades, porque calculan que los daños del cataclismo –consiguientes a la liquidación de Bretton Woods- serían más desastrosos para los apóstatas, los herejes y los escisionistas. Las esperanzas y sus cálculos residen en su disuasión terrorista de un bíblico “efecto Sansón”.
No existiría otro mundo posible además de ese en el que Sansón dicta todas las condiciones. ¿Así es? No parece. Sansón y sus cercanos compañeros de armas están sacrificando las mejores piezas de la colección familiar, pero los Filisteos siguen de frente y apuntan a un nuevo sistema internacional. La pelota la domina China: ¿seguirá financiando la deuda de Estados Unidos? ¿Y a cambio de qué?
Desde hace tiempo el intercambio ruso-chino se hace a través de las respectivas monedas nacionales, misma conclusión de Brasil y Argentina que han abandonado el dólar. El Banco del Sur se alimentará con parte de las reservas nacionales actualmente depositadas en los bancos “occidentales”, que aprovechan un mísero 1%.
En todas partes se ha entendido que no es sabio pagar además 6-7% de intereses para poder volver a usar su propio dinero. Pronto podría existir un banco petrolero de la OPEP.
Está en proceso de reestructuración otro polo financiero alternativo que va a minimizar cada “efecto Sansón”. Y es más, está en graves dificultades el triángulo basado en la exportación de las instalaciones en Oriente (China e India como fábrica del planeta), en la importación de minerales-hidrocarburos-alimentos del área no industrializada, y en el papel de exportador de “productos financieros”, armas, entretenimiento y circenses de Estados Unidos.
Ya no es posible seguir siendo los más grandes consumidores sin pagar con una moneda creíble. La fábrica del planeta y sus proveedores hallarán la manera de intercambiar y compensar directamente sus transacciones, sin ser ordeñados integralmente por el polo especulativo financiero-importador (EU, UE).
La inevitable reducción de la producción mundial por fin permitirá a China prestar atención a su enorme población del campo, que ha quedado excluida de cualquier mejoría. Podrá destinarle parte de las disminuidas exportaciones, siempre y cuando se aumenten las remuneraciones, sosteniendo así el consumo doméstico que ampliará oportunamente el mercado interno.
Se esfuma el espejismo geopolítico de un “Occidente” inventado cuando
“El liderazgo de Estados Unidos ha perdido buena parte de su legitimidad…y la presencia moral se ha opacado”, escribía el año pasado Z. Brzenziski. “¿EU tendrá una segunda oportunidad? Seguramente. Pero hay que hablar claro: van a ser necesarios años enteros de esfuerzos intensos y de verdadera habilidad para restaurar la credibilidad política de Estados Unidos”.
Europa ya no puede vivir sin materias primas y energía, por lo tanto ya no podrá seguir a Washington en el camino del choque permanente con Rusia, Irán y los árabes. Los europeos son capaces de pagar con una moneda creíble sus importaciones, por lo tanto podrían ampliar cooperación y exportaciones –que son algo más que armamentos y derivados de Hollywood- en estos vastos y apetecibles mercados. “Estados Unidos necesitan más Europa de lo que ésta necesite Estados Unidos”, sostiene Stephen Hesler (3.)
Por cierto, la elevada letalidad –para los civiles- de los tecno-guerreros estadounidenses es incapaz de asegurar la domesticación de las gentes y de los territorios hostiles. Si después de cinco años no pudieron con los iraquíes, ¿cómo pueden pensar que puedan someter en unas cuantas semanas a Irán? ¿Y cómo le harán para ajustar cuentas con Rusia, coalicionada con China en el Pacto de Shangai?
El próximo inquilino de la Casa Blanca deberá reducir el gasto militar y alejarse del 4% del PIB, que es insostenible en estos tiempos. Se trata de 800 billones de dólares útiles para la emergencia social que está en sus puertas.
Ha sido una inútil demostración de arrogancia de Estados Unidos y de
Será más difícil para las transnacionales disponer a su total discreción de los recursos primarios, sin que éstos satisfagan –de manera prioritaria- las necesidades internas de las naciones en las que operan. Ya ahora, se están adoptan limitaciones o tasaciones extraordinarias a la exportación de arroz y otros cereales. Las razones del “libre mercado” chocan con el derecho a la vida. Se va hacia la OPEP del arroz, del cobre, etc.
Estamos en medio de una guerra combatida con las armas de las materias primas, bancos, mercados, divisas, diplomacias y comunicación, cuyo objetivo es la reestructuración de las sólidas alianzas para aplanar el camino a una fase menos caótica e inicua del actual unipolarismo.
Se asistirá al regreso del protagonismo de los Estados en la economía: están comprando deudas y papel financiero, no se ve por qué no puedan financiarse directamente con sus propias emisiones de títulos y bonos. No se regresará a los Estados-nación, sino a la consolidación de diversos polos macroeconómicos que van a rehabilitar la economía mixta.
El dogma de la competencia absoluta que ha liquidado el Estado social, y para el trabajo ha actualizado las condiciones que habían sido superadas hace medio siglo, ha alcanzado el límite máximo de expansión.
La mirada se dirigirá a otros horizontes, y la cohesión social fundada en la solidaridad volverá a ser un valor por fin positivo, alcanzable con medidas que la jerga globalitaria tachaba con la marca de infamia de neo-proteccionismo.
Ha sido una verdadera ruleta rusa; por el momento –gracias a los Estados- la bala aún no penetra en la sien de los gariteros del gran Casino de la globalización. Pronto se pedirá cuenta a los Estados de estas sumas. Pero que los Fukuyama rojos se pongan las pilas: el capitalismo no tiene en su ADN el suicidio, ni le pasa por la cabeza entregarles el socialismo con todo y llaves.
Traducción de Clara Ferri
1)Hoy las transacciones de acciones y obligaciones anuales equivale a 4 veces el PIB mundial. Las de los productos derivados equivalen a 12 veces el PIB mundial. Finalmente, las transacciones sobre los mercados cambiarios equivalen a 15 veces el PIB mundial. La suma global de las transacciones bursátiles asciende a 31 veces el PIB mundial (De la contra-Ley de Ingresos de “Sbilanciamoci”, Il Manifesto del 15 de octubre de 2008).
2) Z. Brzezinski, "Second Chance", New York, Basic Book, 2007
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