sábado, 7 de marzo de 2009

Colombia: Estrategias y poder





Fernando Dorado
El panorama político en Colombia es paradójico. Un gobierno con todos los problemas que tiene (escándalos de parapolítica, falsos positivos, enfrentamientos con la Corte Suprema, denuncias internacionales por violación de DD.HH., fracaso de la lucha contra el narcotráfico, incremento de la inseguridad a todos los niveles, crecientes y explosivas crisis sociales y económicas, aumento del desempleo, no aprobación del TLC, etc., etc.) se mantiene con alta popularidad en las encuestas. Los analistas políticos se preguntan: ¿Por qué Uribe mantiene su imagen política interna casi intacta?

He aquí algunas pistas para entender ese fenómeno:
Mientras Uribe diseña estrategias para mantener una imagen de fuerza y poderío, las fuerzas de la oposición política envían mensajes de división y debilidad.
La coalición uribista en forma unánime defiende Negrita– por encima de todo y al precio que sea - la “seguridad democrática” y la “confianza inversionista” (SD/CI). Mensaje: tenemos política.

Las fuerzas y partidos de oposición están divididos internamente frente a esas mismas políticas. En el Polo la mayoría ataca la SD pero no construye una propuesta alterna. Los dirigentes liberales reconocen sus logros, sólo tienen algunos reparos. Otros, abiertamente la defienden. Respecto a la CI la situación es similar. Mensaje: no sabemos qué hacer.

Los partidos uribistas, estimulados por el gobierno, han lanzado una serie de nombres como pre-candidatos (Andrés Arias “Uribito”, Martha Lucía Ramírez, Juan Manuel Santos, Vargas Lleras, Rodrigo Rivera, Oscar Iván Zuluaga), pero mantienen la perspectiva de que el gran orquestador estará allí para salvar el barco si ninguno de esos candidatos “pega”. Se llama la “estrategia del caos controlado”. Mensaje: buscamos el mejor reemplazo, pero si no funciona, jugaremos nuestra carta ganadora.

El mismo fenómeno de aparición de múltiples candidatos se da entre los sectores de oposición, pero no como fruto de una estrategia pensada y concertada. La mayoría de los candidatos se han postulado ellos mismos, mostrando afanes, protagonismos y apetitos individuales. El único dirigente que no se había auto-lanzado era Carlos Gaviria, que tenía todas las posibilidades de colocarse – incluso – por encima del “gran salvador” (Uribe).

Desgraciadamente prefirió ser presidente del Polo para “garantizar la unidad”, cuando en la práctica ese nombramiento lo convertía en motivo de división. Se llama la “estrategia del fraccionamiento progresivo”. Mensaje: tendremos candidato para no perder identidad, para sobrevivir como partido, pero no para gobernar.

En la coalición uribista el problema del mecanismo para seleccionar el candidato va pasando a segundo plano. Juegan al “guiño” presidencial, a quien se posiciona primero, a cuál representa mejor el papel de Uribe, al posicionamiento en las encuestas, etc. En últimas, se trata de escoger el mejor continuador. Estrategia: “Segmentación de fuerzas y división creativa”. Mensaje: Tenemos múltiples alternativas, somos fuertes.

En la oposición, sin haberse puesto de acuerdo en la propuesta programática (“la propuesta es la clave”), las discusiones se han centrado en los mecanismos para escoger candidatos (consultas interpartidistas, selección interna, obtención de mayorías partidarias, etc.). Se llama la “estrategia de la autodestrucción sin control”. Mensaje: no confiamos ni en nosotros mismos, somos débiles.

Uribe juega a ser superior. Los candidatos (propios y ajenos) son de talla menor, por lo tanto él es la salvación. Es el “padre todopoderoso” que está por encima del bien y del mal.
Crea artificialmente presencias amenazantes como estrategias de disuasión: p.e., la supuesta alianza contra Colombia entre la guerrilla y gobiernos vecinos complacientes (Ecuador y Venezuela). Así justifica la “legítima defensa” y la sumisión a los EE.UU.
Trama hábilmente mezclas de realidad y ficción para crear falsas percepciones: sin Uribe la oposición va a entregar el país a los “terroristas”, porque todos están comprometidos de una u otra manera con el fortalecimiento de las guerrillas. “Son cómplices”, dice.
La estrategia de comunicación está dirigida a penetrar la mente de la población, enviando mensajes subliminales de autoridad y moralidad. “El dinero fácil no paga”, “no siembres la mata que mata”, “no a la dosis personal”.

Cualquier tipo de hecho que sucede en el país es convertido por los medios de comunicación en un acto de terror. La incertidumbre y el pánico hacen parte de la estrategia de “reacción en cadena”, que requiere de la “mano fuerte de Uribe”. Es el chantaje de la "hecatombe".
Uribe juega simultáneamente varias estrategias, mientras la oposición pareciera no tenerla. Uribe muestra capacidad de riesgo; los liberales y el Polo no arriesgan de verdad. Tal vez la única que ha arriesgado, y bastante, es Piedad Córdoba.


El uribismo cuenta con centros de pensamiento estratégico financiados por los EE.UU., tiene a la mano a la derecha española y a la inteligencia israelí. Toda la oligarquía latinoamericana lo ve y apoya como su tabla de salvación.
En la oposición colombiana cada pequeño sector tiene su equipo de asesores que creen tener la verdad acabada. No hay coordinación ni articulación. Hay debate pero parece un “diálogo de sordos”. Además, estamos de espaldas a los procesos que ocurren en los países latinoamericanos.


Nadamos ente dos extremos: el “estrategismo teoricista” y el “pragmatismo político”.
El uribismo, o mejor, la oligarquía reaccionaria que lo genera y utiliza, sabe lo que es el poder y para que sirve. Siempre lo han disfrutado. En la coyuntura actual, los crímenes de lesa humanidad que han cometido, los mantiene mucho más unidos. Tienen plena conciencia de que si pierden el gobierno, todos se hundirían con Uribe. Allí está también su talón de Aquiles.

Del otro lado, en la oposición, hay vacilación. Los liberales (neo) temen que la izquierda se les crezca. La socialdemocracia sueña con gobernar pero no muestra verdadera vocación de poder. La izquierda tradicional está acostumbrada a ser y hacer oposición. Dar el salto a lo propositivo le cuesta mucho trabajo, como se ha visto en el ejercicio de los gobiernos locales y regionales.
Pareciera que nos tocara el turno a los ciudadanos del común.

Desde el montón, desde la base, desde los movimientos sociales, desde las regiones: tratar de hacer reaccionar a nuestros dirigentes. Uribe y los suyos actúan unidos y aparentan fortaleza, pero la realidad social y económica está de nuestro lado. Unidad y claridad, es nuestra fórmula. Todavía tenemos tiempo de actuar. Hay que intentarlo.

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