sábado, 25 de abril de 2009

Evolución de la correlación internacional de fuerzas (I)

Entrevista con Thierry Meyssan (Parte 1)
Describe los componentes y proyectos de la nueva administración estadounidense. En su opinión, luego del paréntesis Bush-Cheney de la guerra en Irak, Washington vuelve hoy al consenso post-11 de septiembre y a sus contradicciones de los años 2001-2002. Pero el desgaste militar en Irak y la crisis financiera de Wall Street obligan al Imperio a reconsiderar estrategias y plazos para continuar la globalización.

I&R: Thierry Meyssan, ya no se le ve a usted en Francia. ¿Qué está haciendo?
Thierry Meyssan: Estoy viviendo en el Líbano. Después de la llegada de Sarkozy al poder, recibí amenazas directas de altos funcionarios franceses. Amigos del ministerio de Defensa me informaron que Estados Unidos me considera un peligro para su seguridad nacional. En el marco de la OTAN, [Estados Unidos] solicitó a los servicios aliados que me neutralizaran y ciertos franceses querían hacer méritos. Así que decidí irme, no sólo de Francia sino de la zona de la OTAN. Después de pasar algún tiempo en Caracas y Damasco, pasando por Moscú, me instalé en Beirut, donde me puse al servicio de la Resistencia.

I&R: ¿En qué está trabajando en este momento?
Thierry Meyssan: Estoy trabajando en un libro de análisis sobre la administración Obama, sus orígenes, su composición, sus proyectos, etc. El mes que viene saldrá una primera edición, limitada a unos pocos ejemplares y dirigida a algunos líderes. Más tarde, durante el otoño, saldrá otra edición en varios idiomas para el público en general. Estoy viviendo exclusivamente de lo que escribo y colaboro con periódicos y revistas en el sector de la política internacional, en el Medio Oriente y en Rusia.

I&R: ¿Cómo analiza usted la evolución de la política estadounidense?
Thierry Meyssan: Actualmente existe un relativo consenso sobre el comprobado fracaso de la política de Bush, el exagerado despliegue militar, las nefastas consecuencias del unilateralismo para las relaciones con los aliados y la pérdida de liderazgo.

Desde 2006, James Baker y Lee Hamilton, quienes presidían una comisión creada por el Congreso para evaluar la estrategia en Irak, han venido reclamando un regreso a una posición más inteligente. Aconsejaron una retirada de Irak y un prudente acercamiento a los países vecinos (Siria, Irán), indispensable para evitar que la partida de los soldados estadounidenses se convierta en una debacle, como en Vietnam.

Lograron la eliminación de Donald Rumsfeld e impusieron como sucesor de éste último a un miembro de su propia comisión, Robert Gates. Pero congelaron la política de «remodelamiento del Gran Medio Oriente», no lograron que George Bush y Dick Cheney renunciaran a ella. Por eso tuvieron que organizar una ruptura utilizando a Barack Obama.
En realidad, Barack Obama ya había sido lanzado a la carrera por [un puesto en] el Senado federal y por la presidencia desde el aňo 2004. Entró en escena durante la convención demócrata de investidura de John Kerry. En aquel entonces no era más que oscuro parlamentario de la Asamblea de Illinois, pero ya estaba siendo dirigido y entrenado por Abner Mikva y sus hombres (Jews for Obama -judíos por Obama-), y tenía el apoyo de la finanza anglosajona (Goldman Sachs, JP Morgan, Excelon…).

Las multinacionales inquietas por la pérdida de mercados por causa del aumento del antiimperalismo (Business for Diplomatic Action), los partidarios de la Comisión Baker-Hamilton, los generales en desacuerdo con las erráticas aventuras de los neoconservadores, y otros sectores fueron uniéndose a él.
Los franceses a menudo creen que el presidente de Estados Unidos sale de una elección de segundo grado en la que participan grandes electores. Eso es falso. Lo elige un colegio cuyos miembros son designados por un grupo de notables. En 2002 la Corte Suprema recordó que el voto ciudadano era puramente consultivo y que el gobernador de la Florida podía nombrar a los delegados [representantes] de su Estado al colegio electoral sin siquiera esperar el conteo del escrutinio general.
En ese sistema oligárquico, lo que existe es un partido único con dos corrientes: los republicanos y los demócratas. Jurídicamente no constituyen dos entidades separadas. Son los Estados quienes organizan las elecciones primarias, no los seudopartidos. Así que no es nada sorprendente que Joe Biden y Barack Obama sean ambos viejos amigos de John McCain. John McCain preside el Instituto Republicano Internacional, órgano del Departamento de Estado encargado de corromper a los partidos de derecha a través del mundo; mientras que Obama trabaja en el seno del Instituto Demócrata Nacional, presidido por Madeleine Albright y encargado de corromper a los partidos de izquierda. Obama, McCain y Albright participaron juntos en la desestabilización Kenya, durante una operación de la CIA, para imponer como primer ministro a un primo de Obama.
Digo todo esto para que se entienda que Obama no apareció por arte de magia. Es un especialista de la acción secreta y de la subversión. Ha sido reclutado para hacer una labor muy específica.
Los objetivos de la heteróclita coalición que lo apoya son globalmente los mismos, pero no existe entre sus componentes un consenso en cuanto a los detalles. Ello explica la increíble batalla provocada por las nominaciones y el lado constantemente ambiguo de los discursos de Obama.
Cuatro polos están actualmente en pugna:
El polo Defensa, alrededor de Brent Scowcroft, de los generales contrarios a Rumsfeld y, por supuesto, de Robert Gates, hoy por hoy el verdadero amo de Washington. Aconsejan poner fin a la privatización de los ejércitos, una salida «honorable» de Irak, pero también aconsejan proseguir el esfuerzo estadounidense en Afganistán para no dar la impresión de una desbandada, y, para terminar, un acuerdo con los iraníes y los sirios. Para ellos, Rusia y China siguen siendo rivales a los que hay que aislar y paralizar.

Ven la crisis financiera como una guerra que va a costar la pérdida de programas de armamentos y que obligará a reducir el formato de los ejércitos, aunque estos deben mantener una superioridad relativa. No les importa perder algo de poderío, si siguen siendo los más fuertes.

Los departamentos del Tesoro y del Comercio, alrededor de Tim Geithner y Paul Volcker, los dos protegidos de la familia Rockefeller. Ambos provienen de la Pilgrim’s Society y cuentan con el apoyo del Grupo de los Treinta, del Peterson Institute y de la Comisión Trilateral. Los apoyan la reina Isabel II [de Gran Bretaña] y quieren salvar simultáneamente Wall Street y la City. Para ellos la crisis es un duro golpe ya que los ingresos de la oligarquía financiera están en caída libre, pero es sobre todo una oportunidad ideal para concentrar el capital y aplastar toda resistencia contra la globalización.

De momento, se verán obligados a reducir su nivel de vida para no dar lugar a revoluciones sociales, pero al mismo tiempo pueden enriquecerse comprando lo mejor de la industria a cambio de algunas migajas. A lo largo plazo, proyectan instaurar no un impuesto mundial por el derecho a respirar –sería demasiado burdo– pero sí un gravamen global sobre el CO2 y una Bolsa de derechos de emisión –que es casi lo mismo, pero con la apariencia de algo ecologista. Contrariamente a lo que piensa el Pentágono, este grupo aconseja una alianza con China, sobre todo teniendo en cuenta que ese país posee el 40% de los bonos del Tesoro estadounidense, pero también como forma de impedir la aparición de un bloque asiático cuyo eje sería China y que absorbería parte de las materias primas africanas.
El polo del Departamento de Estado, alrededor de Hillary Clinton, cristiana fundamentalista, miembro de una secta muy secreta, la Fellowship Foundation (conocida como «La» Familia). Es el refugio de los sionistas, el último espacio protegido de los neoconservadores, hoy en vías de desaparición. Aconsejan un apoyo incondicional a Israel, con una pizca de realismo porque saben que el entorno ha cambiado. Ya no será posible bombardear el Líbano como en 2006, porque el Hezbollah dispone ahora de eficaces armas antiaéreas.

Ya no será posible penetrar en Gaza como en 2008 porque el Hamas adquirió cohetes antitanques Kornet. Y si Estados Unidos tiene problemas para pagar las cuentas de Tel Aviv, es poco probable que los sauditas puedan tomar su lugar por mucho tiempo. Así que hay que ganar tiempo, haciendo algunas concesiones de ser necesario, y encontrarle a Israel alguna utilidad estratégica.

La principal misión de la señora Clinton consiste en mejorar la imagen de Estados Unidos, no mediante las relaciones públicas (o sea, justificando la política de Washington) sino a través de la publicidad (o sea, vendiendo las cualidades reales o imaginarias del modelo estadounidense).

En ese contexto, los sionistas tendrían que respaldar el proyecto Korbel-Albright-Rice de transformación de la ONU en un amplio foro impotente y de creación de una organización que competiría [con las Naciones Unidas], la Comunidad de las Democracias, que se apoyaría en su brazo armado: la OTAN. Por el momento, están ocupados saboteando la conferencia de Durban II que, en lugar de celebrar la «única democracia del Medio Oriente», está denunciando el régimen que ocupa el poder en Tel Aviv.

Con el secretario de Estado adjunto, James Steinberg, ellos ven la crisis financiera como una Blitzkrieg (NdR guerra relámpago). Habrá muchas pérdidas, pero es hora de acabar con los rivales y de tomar el control por sorpresa. Su problema no es acumular riquezas mediante compras y fusiones sino poner a su gente en los ministerios de Finanzas de todo el mundo y a la cabeza de las instituciones bancarias.
Y, finalmente, está el Consejo de Seguridad Nacional, bajo la influencia de Zbignew Brzezinski, quien fue profesor de Obama en Columbia. Este órgano abandonaría su tradicional papel de coordinador para convertirse en un verdadero puesto de mando. Lo dirige el general Jones, quien fue comandante supremo de la OTAN y uno de los fundadores del Africa Command. Para ellos, la crisis financiera es una crisis de la estrategia imperial. Es el enorme endeudamiento, contraído para poder financiar la guerra en Irak, lo que precipitó el derrumbe económico de Estados Unidos. Contrariamente a lo sucedido en 1929, la guerra no será la solución sino el problema.

Por consiguiente, hay que trabajar simultáneamente en tres direcciones:

forzar el regreso de los capitales a Estados Unidos acabando con los paraísos fiscales competidores y desestabilizando las economías de los países desarrollados (como en la experiencia desarrollada en Grecia);

mantener la ilusión del poderío militar estadounidense mediante la continuación de la ocupación en Afganistán;

y ahogar la nacientes alianzas Siria-Irán-Rusia, sobre todo entre Rusia y China (la Organización de Cooperación de Shangai).

El Consejo va a priorizar todas las formas de acción clandestina para que el Pentágono disponga del tiempo que necesita para reorganizarse. Obama está tratando de contentar a todo el mundo, lo cual da lugar a la confusión reinante.

Thierry Meyssan
Periodista y escritor, presidente de la Red Voltaire con sede en París, Francia. Es el autor de La gran impostura y del Pentagate

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