Fernando Dorado
Tres posiciones entre los gobiernos latinoamericanos
El tema está en el centro del debate que los gobiernos y los pueblos latinoamericanos debemos plantearnos. Miremos cuál es el comportamiento de nuestros gobiernos. Se observan tres posiciones predominantes:
- Los gobiernos que continúan con la política neoliberal, fieles al “libre comercio”, aplicando todo el paquete agro-minero-exportador al servicio de las transnacionales. Estos gobiernos se diferencian entre sí, sólo en cuanto a los márgenes de negociación con el imperio, que en gran medida obedecen al nivel de subordinación y dependencia, a su situación interna, a los intereses estratégicos de los EE.UU, y otros factores menores. Esos gobiernos son los de México, Chile, Perú, Colombia y Panamá.
- Los gobiernos que se muestran independientes, rompiendo sin temor con las políticas impuestas por el gran capital, enfrentan al FMI y al BM, nacionalizan empresas estratégicas, impulsan de frente el ALBA, y defienden su alianza y apoyo a Cuba. Ellos son Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Paraguay, que se ha ido sumando.
Algunos de ellos son más retóricos que otros, unos van más allá por cuestiones de política interna, otros la miden dependiendo de intereses económicos concretos, pero la intencionalidad de construir un bloque latinoamericano anti-imperialista es evidente y explícita.
- Están los gobiernos de los países que por efecto de acumulados históricos y económicos tienen mayor capacidad de negociación, no sólo frente a Estados Unidos, sino a otros bloques de poder. Este conjunto de gobiernos está representado por Brasil, Argentina y Uruguay.
No rompen en forma absoluta con las políticas neoliberales porque tienen intereses económicos qué defender, tanto en los organismos de crédito multilateral como en su relación con grandes consorcios capitalistas.
Intentan liderar el bloque latinoamericano frente a los EE.UU., en forma moderada y funcional a sus intereses. La burguesía de esos países tiene gran poder económico, tiene intereses entrelazados con las transnacionales globalizadas, y le teme a los cambios estructurales. Un giro muy fuerte hacia la izquierda por parte de los gobiernos actuales, les daría la oportunidad de desestabilizar la situación económica y política, como ya lo mostró la burguesía agro-exportadora argentina.
La estrategia de los gobiernos democrático-populares
En ese panorama la política de los gobiernos revolucionarios, bolivarianos y/o democrático-populares debe ser muy inteligente. Tensionar la situación sin tener la seguridad de contar, no sólo con la mayoría de los gobiernos latinoamericanos (poder político) sino con la fuerza económica, es suicida.
Lo ocurrido recientemente en la Cumbre de las Américas (Trinidad y Tobago) debe ser evaluado. Hay que actuar pensando en que en el corto plazo los pueblos van a continuar moviéndose a la izquierda o al centro (México, Colombia, Perú, y algunos caribeños y centroamericanos). Los movimientos sociales, en especial en países como Brasil y Argentina deberán ganar terreno, presionando desde la base.
Igualmente, actuar frente al gobierno estadounidense pensando en el grueso del pueblo norteamericano. El bloque de países latinoamericanos debería lanzar una ofensiva política y mediática en el territorio estadounidense. Hay que “cogerle la caña” a Obama, exigiéndole más democracia y más coherencia frente a la defensa de los derechos humanos de los inmigrantes, las minorías, los más pobres y los trabajadores, así como el respeto de la autonomía de los pueblos y la autodeterminación de las naciones. El pueblo norteamericano es nuestro aliado y así deberíamos tratarlo.
Sabemos que la oligarquía latinoamericana y la burguesía transnacional preparan la contrarrevolución. No la tienen fácil. Formalmente se ven obligados a defender la “democracia”. Por ello le van a exigir a Uribe que no se presente a una 2ª reelección. Santos es la carta a jugar frente a Chávez y a Correa. Éste tendrá como compromiso “echarle tierra” a los crímenes de lesa humanidad que ha cometido este gobierno. Desgraciadamente las fuerzas democráticas colombianas parecieran no entender el momento tan delicado que vive el país granadino. Lo que se juega es mucho.
En general creemos que la tarea inmediata es seguir acumulando fuerza; fortalecer la integración a todos los niveles (no sólo a nivel de gobiernos, sino fundamentalmente entre movimientos sociales, partidos políticos y sectores democráticos), construir democracia interna, ampliar la justicia y la inclusión social, fortalecer el desarrollo económico endógeno, garantizar la seguridad alimentaria, fortalecer el poder popular desde las bases.
Con paciencia, coherencia y consistencia. Lanzar ofensivas en cada país por aparte, sin tener fuerza consolidada, puede ser aventurero e iluso. Es “darle papaya” a esa oligarquía reaccionaria que está a la caza de oportunidades
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