Antonio Peredo Leigue
El domingo próximo, 25 de octubre, se realizarán las elecciones presidenciales en el Uruguay. El candidato favorito, que todas las encuestas señalan como primero con más del 40% de la intención de voto, es Pepe Mujica, uno de los primeros tupamaros, uno de aquellos dirigentes históricos que organizaron el Movimiento de Liberación Nacional.
Fue también, con Raúl Sendic, uno de los rehenes que el régimen mantuvo en condiciones de encierro malsano y de aislamiento total por más de una década. Quienes seguimos con expectativa el desarrollo del acontecer latinoamericano, sentimos una alegría profunda a la hora en que fueron liberados, el año 1985.
Pero, además, nos preguntamos entonces qué papel jugarían en la democracia que, tímidamente, se insinuaba en Nuestra América. Esos dirigentes: Sendic, Mujica, Huidobro, Marenales, estuvieron aislados durante 14 años. Fueron rehenes, sujetos a las peores condiciones carcelarias y, además, sin acceso a la información.
Pero, por sobre todo, superando esas extremas limitaciones, nos demostraron que estaban conscientes de la realidad que vivía nuestro continente, cada uno nuestros países y, como era de esperar, su entrañable Uruguay.
Y ahora, Mujica, será presidente de ese país donde nació hace 75 años, donde militó siempre con su pueblo, donde entregó todo de sí por la liberación nacional, donde sufrió una prisión bárbara como rehén, donde finalmente se casó con una compañera combatiente como él y donde, con todo ese historial, mostró que la vida vale la pena vivirla. Mujica será el segundo presidente de las filas del Frente Amplio.
¿Cómo es que su vida lo ha llevado hasta ese punto?, ¿no será que dejó atrás las experiencias de los sesenta y está dispuesto a amoldarse al modelo? Esa, al menos, es la imagen que quisieron darme un par de jóvenes uruguayos que quieren luchar por la revolución socialista en su país. Para ellos, el Frente Amplio, ya no representa esa opción, si es que alguna vez la tuvo y, lo mismo Pepe Mujica que Tabaré Vásquez, seguirán sosteniendo el modelo neoliberal. Por supuesto, aquella pareja, había llegado a Bolivia con gran entusiasmo por el proceso que se está desarrollando aquí.
La realidad, en todo caso, es diferente. No se puede hacer lo mismo aquí que allí. Son realidades distintas. Realidades que deben ser tomadas con cautela. Tengo en mi mano un texto que dice precisamente eso. Se llama “Raúl Sendic, el primer Tupamaro” escrito por Sergio Góngora. Fue escrito en 2006 y la primera edición salió en abril de 2007.
El prólogo fue escrito por Pepe Mujica, cuando no había ningún atisbo de que fuese candidato presidencial y, más bien, había dejado el gobierno para retornar al Senado Nacional. Como el libro se refiere a Sendic, es lógico que el prólogo hable también de él.
Mujica, refiriéndose a quien fue su jefe de toda la vida, dice: “Era muy heterodoxo, tenía una cabeza terriblemente abierta, tanto que daba miedo. Porque también los hombres de izquierda inventan su Biblia. Y después creen en ella, aunque la realidad les esté rompiendo la cabeza. Es casi una actitud humana el ser un tanto conservadores y es muy difícil mantener la frescura, poder remover y remover las neuronas”.
En realidad, lo que hace Pepe en ese prólogo, que se extiende a lo largo de seis páginas, es retratarse. Porque, junto con Sendic, enfrentaron esa nueva realidad que la dictadura les había arrebatado durante 14 años y supieron fijar la línea correcta. Hubiese sido simple salir de su condición de rehenes gritando las viejas consignas del MLN Tupamaros.
Hubiesen brillado en ese Uruguay que salía lentamente de la dictadura, aunque fuese sólo para recordar los tiempos heroicos. Eso es simple. Pero, como en los primeros tiempos de las marchas campesinas, como en la época de las “tatuceras”, buscaron el camino difícil de plantear la reconstrucción de su país trizado por las dictaduras civiles y militares que se turnaron desde Pacheco Areco hasta Álvarez, pasando por Bordaberry, Aparicio Méndez y otros más.
Es así que, Pepe Mujica, se plantea: “Porque cuanto más veteranos, más pacientes. Esta lucha no es para ‘apuraditos’. Esta lucha es para consecuentes”. ¿De qué lucha nos está hablando? Nos habla de: “Creo en las ideas fundamentales –porque de lo contrario sería no creer en la vida-, pero hay que tener la audacia de revisarlo todo”. Él tiene en cuenta que “si se pierde el camino al corazón de las masas, todo lo demás es mera filosofía militante de boliche”.
En esas condiciones, el Pepe sostiene: “Ningún pueblo va a salir adelante si no acumula trabajo, si no reparte el fruto de un trabajo real, y sobre todo cuando hay que tapar en lo inmediato la brecha social, no de los que tienen algún trabajo, de la brecha social de los que no tienen nada. Y esos deben estar primero”.
¡Cómo se agranda Mujica sentenciando! “No nos espera ningún paraíso, sobre todo a los viejos, sino salir del infierno y cultivar la esperanza, que es una cosa distinta”. No sé si será suficiente para los jóvenes que, como corresponde, son impacientes, son ‘apuraditos’ como diría el Pepe. Así fuimos todos y qué bueno que fuimos así. La cosecha de esos tiempos tempranos, se hará cuando llegue el momento. Pero las semillas fueron sembradas. Aquí también; aquí, en Bolivia.
Sembraron Tupac Katari y Bartolina Sisa. Lo hizo Zárate Willca y el pueblo combatiente en 1952. Fueron el Che Guevara y los guerrilleros en los años 60 y 70. Fueron los cochabambinos en 2000 y los alteños en 2003. Es larga la lucha porque al final, según el Pepe, la prolongación de nuestra vida es la prolongación de la lucha del pueblo, y la lucha del pueblo necesita muchos hijos, miles de hijos.
Miles de nietos que levanten las banderas de esperanza allí donde los hombres y las mujeres aflojan por el dolor y por el peso de la vida, y dando siempre gracias a la v ida que nos ha regalado tanto.- Antonio Peredo Leigue es periodista, senador del Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia.
Antonio Peredo Leigue es periodista, senador del Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia.
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