En el nuevo orden multipolar, en plena fase de consolidación, África corre el riesgo de convertirse, por razones económicas y geoestratégicas, en la apuesta entre el sistema occidental guiado por los Estados Unidos y las potencias eurasiáticas, Rusia, China e India.
Con el fin de evitar y obstaculizar tal eventualidad, y sobre todo para adquirir una determinante función global a medio y largo plazo, la integración continental de África parece una necesidad y un desafío, a los cuales han de dar respuesta urgentemente las clases dirigentes africanas.
De forma verosímil, tal integración se debería configurar sobre una base regional, siguiendo tres directrices principales, constituidas respectivamente por el Mar Mediterráneo, el Océano Índico y el Océano Atlántico.
Tiberio Graziani
El multipolarismo: un escenario en vía de consolidación
Múltiples factores, entre los cuales se encuentran principalmente: a) la incapacidad estadounidense de gestionar la fase post-bipolar surgida después del colapso soviético;
b) la reafirmación de Rusia llevada a cabo por Putin y consolidada por Medvedev;
c) el crecimiento económico y el peso político que han alcanzado dos naciones-continente como China e India;
d) la desvinculación de algunos países importantes de la América meridional respecto a la tutela de Washington, han planteado las precondiciones para la constitución de un sistema multipolar.
El nuevo escenario geopolítico, después de una primera fase de gestación, por otra parte continuamente minada por Washington, Londres y por las oligarquías europeas a cuya cabeza se encuentran Sarkozy y Merkel, está en estos momentos en vía de consolidación, gracias a las continuas actividades de colaboración que tienen lugar entre Moscú, Pekín y Nueva Delhi en referencia a grandes temas cruciales, como los siguientes: el aprovisionamiento y la distribución de recursos energéticos, la seguridad continental, la soluciones que se van adoptando con respecto a la crisis económico-financiera, el refuerzo de algunas instituciones de valor multi-regional, o incluso continental, como, por ejemplo, la organización para la cooperación de Shangai, las posturas realistas sobre varias cuestiones impuestas por los EE.UU. en el debate internacional, desde la referente al tema nuclear iraní hasta la temática de los derechos humanos en China, Rusia, Irán y últimamente también en India (1).
Más allá del proceso de integración eurasiático, es preciso indicar que el nuevo marco internacional se va consolidando ulteriormente también por efecto de los acuerdos estratégicos que algunos países eurasiáticos (Rusia, Irán y China) han alcanzado con importantes naciones sudamericanas como Brasil, Venezuela y Argentina, en el ámbito económico y en algunos casos también en el militar.
A la luz de las consideraciones que acabamos de exponer, los rasgos que distinguen el nuevo marco geopolítico parecen ser esencialmente dos:
a) uno –relativo a la constitución y a la existencia misma del nuevo orden internacional –parece surgir de la sinergia de intenciones que animan a los mayores países eurasiáticos y a los países de la América indiolatina.
Los desiderata de las élites dirigentes de Moscú, Pekín, Nueva Delhi, Teherán y últimamente también Ankara (2) convergen con los de Brasilia, Caracas y Buenos Aires y tienden a materializarse en prácticas geopolíticas que prevén, a través de relaciones estratégicas, el desclasamiento de los EEUU que de potencia mundial pasaría a potencia regional.
A finales de la primera década del siglo actual, Eurasia y la América indiolatina (3) parecen constituir los pilares sobre los que se apoya el actual sistema internacional. Sobre la integración interna, o mejor, sobre el grado de cohesión interno de las dos grandes masas continentales, muy probablemente, se disputará a medio y largo plazo toda la apuesta multipolar.
b) el otro rasgo, que, a nuestro juicio, se referiría a la naturaleza del nuevo contexto geopolítico, parece consistir en la articulación continentalista con la que este tiende a manifestarse (4)
Ante la consolidación de tal escenario nuevo, sin embargo, hay que tener presente que el sistema occidental guiado por los EEUU, aunque esté en fase declinante, o quizás precisamente por eso, parece acentuar, pese a la retórica de la nueva administración su carácter expansionista y agresivo. Esto no solo alimentará los actuales enfrentamientos, sino que generará otros adicionales, que, con verosimilitud, se descargarán en las áreas geopolítica y geoestratégicamente más frágiles. Y África es una de estas.
La fragilidad de África y la penetración estadounidense en el hemisferio sur
En tal marco de referencia, altamente cargado de tensiones ya que, como hemos puesto de relieve anteriormente, está determinado por la contraposición entre el nuevo sistema multipolar en fase de acelerada definición y el sistema centrado en los EE.UU, a África le resulta difícil encontrar una posición propia clara, por tanto, le cuesta concebirse como una entidad geopolítica unitaria, si bien muy compleja, si atendemos a las profundas y variadas deshomogeneidades culturales, étnicas, confesionales, climáticas, económicas y sociales que todo el continente presenta (5).
Sin embargo, desde el lejano 1919 (por tanto, en un contexto completamente distinto, pero también entonces en fase de transición, vale la pena subrayarlo) con la conferencia de París, los africanos expresan la necesidad de unificar su continente (6).
Anteriormente, el movimiento panafricanista, surgido en los EE.UU y en las Antillas a finales del siglo XIX sobre la base de las ideas del mestizo americano William Edward Burghardt Du Bois, cantor de movimiento ‘pan-negro’, y del jamaicano Marcus Garvey, ideador del lema ‘retorno a África’ y del llamado ‘sionismo negro’, trataba principalmente de la unidad cultural de los pueblos africanos. En el plano netamente político, el movimiento panafricanista contribuyó, durante el proceso de descolonización, a la creación de la ‘Organización de la unidad africana’, hoy conocida como ‘Unión Africana’.
En nuestros días, después de casi un siglo de cumbres y conferencias inconcluyentes dedicadas a la unidad (o a la integración) continental (entendida y teorizada de formas distintas) los obstáculos que se interponen para su realización parecen residir en las habituales cuestiones histórico-políticas nunca resueltas que comprenden, entre otras cosas, los clásicos problemas referentes a la ausencia de infraestructuras, a la fragmentación política en estados modulados según el paradigma occidental (7), a la incapacidad de las clases dirigentes locales para gestionar los diversos tribalismos en una lógica unitaria y pro-continental, a la herencia colonial y, sobre todo, a los apetitos occidentales, adicionalmente aumentados en estos últimos años, en virtud de la sinérgica política africana llevada a cabo por los EE.UU. y su aliado regional, Israel (8).
Una lectura veloz y superficial de los acontecimientos africanos llevaría al analista a añadir a los apetitos occidentales también los apetitos chinos, rusos e indios. A tal respecto, sin embargo, hay que observar que los intereses asiáticos, o mejor, eurasiáticos en África tienen un valor particular del que, a la larga, se beneficiaría precisamente África en su conjunto, ya que facilitaría su inserción en el nuevo sistema multipolar y, por tanto, lo situaría geopolíticamente en la masa continental eurasiática. África, en tal escenario futuro, constituiría el tercer polo del espacio euro-afro-asiático.
Washington, en el último año de la administración Bush, empantanado en los conflictos mediorientales (Irak y Afganistán), obstaculizado por Rusia y China en su marcha de aproximación hacia las repúblicas centroasiáticas, habiendo perdido, junto a Londres y a la Unión Europea, la partida en la disputa ruso-ucraniana sobre el gas, habiendo salido con cabeza gacha de la aventura georgiana (agosto de 2008), habiendo digerido mal la autonomía turca sobre la proyectación del South Stream (9), ha intensificado su política exterior en el sur del planeta, respectivamente en la América meridional y en África.
En el curso del bienio 2007-2008, los EE.UU. han tratado de desarticular el BRIC (Brasil, Rusia, India y China), el nuevo eje geoeconómico que se ha establecido entre Eurasia y la América Indiolatina, y ha tratado de minar los acuerdos orientados a la integración sudamericana, presionando principalmente a Brasil y a Venezuela.
En tal estrategia, que podemos definir como ‘estrategia para la recuperación del control del patio trasero’, se sitúan, por ejemplo, tanto la reexhumación de la Cuarta Flota, como episodios como el de los movimientos secesionistas en la región de la media luna boliviana, orquestados, según diversos analistas sudamericanos, entre ellos el brasileño Moniz Bandeira, precisamente por Washington.
Tal renovado interés estadounidense por el control de la América meridional, iniciado por la precedente administración republicana, es igualmente continuado por la actual administración, guiada por el demócrata Obama, como han demostrado dos casos emblemáticos: el de la intromisión estadounidense en el golpe de estado de Honduras y, sobre todo, el referente a la instalación de bases militares en Colombia.
* * director de Eurasia. Rivista di studi geopolitici – www.eurasia-rivista.org
(traducido por Javier Estrada)
continuará
1. Con respecto a India y a la violación de los derechos humanos, en particular los referentes a la religión, véase el India Chapter del Annual Report of the United States Commission on International Religious Freedom, ( http://www.uscirf.gov/ ) y el interesante artículo crítico de M. V. Kamath, US must stop meddling in India's internal problems, “The Free Press Journal”, 3 de septiembre de 2009 (http://www.freepressjournal.in/ ), que denuncia la instrumentalización llevada a cabo por Washington en referencia a los derechos humanos y a las libertades civiles por evidentes finalidades geopolíticas.
2. En relación con la erosión de las relaciones entre la Turquía guiada por Erdogan y Occidente, véase Soner Cagaptay, Is Turkey Leaving the West?, www.foreignaffairs.com, 26/10/2009 y el ensayo de Morton Abramowitz y Henri J. Barkey, Turkey’s Transformers, Foreign Affairs, noviembre/diciembre 2009.
3. Recientemente (17-18 octubre de 2009) los trece países sudamericanos adheridos al ALBA han firmado el tratado constitutivo del sistema unificado de compensación nacional (sucre), cuyo objetivo es la sustitución del dólar en los intercambios comerciales a partir del 2010.
4. Tiberio Graziani, Il tempo dei continenti e la destabilizzazione del pianeta, Eurasia. Rivista di studi geopolitici, n. 2, 2008.
5. Para una reseña de las cuestiones que impiden la integración africana y sobre los factores de deshomogeneidad remitimos a Géopolitique de l’Afrique et du Moyen-Orient, obra coordinada por Vincent Thébault, Nathan, Paris 2006, pp.69-220.
6. Diecinueve años antes, en julio de 1900, había tenido lugar en Londres el primer congreso dedicado a la unidad de los africanos y a sus descendientes en las Américas.
7. África está subdividida en 53 estados y en dos enclaves españoles (Ceuta y Melilla), a los que hay que añadir los autoproclamados estados de El Ayún (Sahara occidental) y de Hargeisa (Somaliland).
8. Para la reciente política israelí en África léase: Nicolas Michel, Le grand retour de Israël en Afrique, Jeune Afrique (http://www.jeuneafrique.com ), 3/9/2009; Philippe Perdrix, F. Pompey, P.F. Naudé, Israël et l’Afrique : le business avant tout, Jeune Afrique (http://www.jeuneafrique.com ), 3/9/2009; René Naba, Israël en Afrique, à la quête d’un paradis perdu, http://www.renenaba.com/ , 10/10/2009.
9. El 6 de agosto de 2009, Putin y Erdogan han firmado un acuerdo que preve el paso por las aguas territoriales turcas del gaseoducto ruso, antagonista del proyecto Nabucco, sostenido por los EE.UU. y por la Unión Europea.
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