Ya le llaman “revolución verde” y… tienen razón. Es una verdadera revolución ciudadana la que se ha empollado a lo largo de estos años y va a reventar de manera maravillosa el próximo 30 de mayo. Está encabezada por jóvenes de diversas clases sociales, su motor está en las principales ciudades del país, pero se va a irradiar por todo el territorio nacional.
La corrupción que se ha entronizado en los diversos niveles del Estado es su principal objetivo y detonante. Sus ejecutores inmorales se van a llevar una fuerte “muenda cívica”. La juventud estudiada y estudiosa, bien informada y comunicativa, crítica de la politiquería tradicional, que no encuentra condiciones para desarrollar su creatividad y contribuir con la construcción de Nacionalidad, es la avanzada de esta revolución.
Lo interesante de esta “marea verde” es que quiere construir sobre lo construido. No quiere mirar atrás. No tiene actitud vengativa porque porta un espíritu de reconciliación. Está cansada de violencia y por ello valora las herramientas simbólicas - pacíficas y pacifistas - utilizadas por Antanas Mockus. Esa juventud aspira a que la transformación en marcha sea una verdadera fiesta de la democracia.
Pero la “ola verde” no es un movimiento ingenuo. Se apoya en gente seria, probada en el ejercicio de gobierno y en el manejo de la administración pública. Pide explorar otras formas de llegar a la Paz pero manteniendo el pulso firme frente a todo tipo de ilegalidad. Exige responsabilidad social de gobernantes y gobernados. “No todo vale” afirma el candidato, lo cual significa que el “fin no justifica los medios”.
Y, es una revolución “sui géneris”. Hace parte del espíritu democrático, civilista, pacífico, de cambio institucional, que respira Latinoamérica. Pero tiene sus particularidades colombianas. Rechaza la violencia a nombre del cambio. No desea tener caudillos que se abroguen el poder de decidir por el pueblo. Quiere y alienta la diversidad, la tolerancia, el trabajo en equipo, la creatividad colectiva y la búsqueda de nuevas fórmulas.
Por ello el ejercicio de los cuatro ex-alcaldes ha conseguido ese inmenso y creciente respaldo. Ninguno se considera un predestinado. No son políticos que con su discurso generen furor. El fervor político surge de su actitud tranquila, mesurada, serena y reflexiva. Son personas que reconocen sus debilidades y falencias. No esconden las cartas debajo de la mesa. Construyeron su proceso a partir de la diferencia, y eso los ha hecho fuertes.
Por lo anterior, aquellos políticos de diversos partidos políticos en Colombia, que siguen haciendo cálculos electorales para conseguir por medio de acuerdos una participación en el nuevo gobierno, no saben lo que la sociedad colombiana ha incubado en los últimos años y que va a emerger como un volcán en las elecciones presidenciales del próximo mes.
Esas sumatorias de fuerzas y construcción de alianzas, son parte de la vieja política. Son objeto de su rechazo. En este nuevo amanecer ciudadano no caben acuerdos burocráticos, ni componendas ni co-gobiernos. La gente exige transparencia y ética política. Ese tipo de comportamientos marrulleros son los que están en la mira de la “ola verde”.
Finalmente, esta revolución - por ahora - sólo quiere orden y legalidad democrática. No tiene en la mira, en lo inmediato, grandes transformaciones estructurales. Pareciera decir: “Hay que sanar heridas y tomar un nuevo aire”. Si superamos la violencia y la cultura de la ilegalidad, podremos empezar a realizar los grandes cambios que nuestro pueblo necesita. “No todo a la vez porque me atraganto” diría un hambriento al saciar el hambre.
Apoyar esta “revolución verde” es una obligación de todo colombiano honesto. El triunfo debe ser apabullante en la primera vuelta. No hay que dar margen a coaliciones y pactos de la clase política tradicional. El “tsunami verde” debe asegurar la gobernabilidad del nuevo mandatario y convertirse en un aleccionador para un congreso sobre el que recaen muchas dudas. Todos... "¡a la carga por la restauración moral de la República!" (Gaitán).
1 comentario:
Espero que no se trate de una nueva "revolución colorada".
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