Algunos
analistas relacionan este “giro” con el llamado al orden del gobierno de los
EE.UU. que supuestamente se plasmó en la visita del Vicepresidente Joe Biden el
pasado 27 de mayo. Aceptar esa teoría sería reconocer que efectivamente Santos
se había separado de la política imperial estadounidense, cuando lo que
realmente se vislumbraba era un viraje estratégico de las burguesías
transnacionalizadas de México, Chile, Perú y Colombia – no para renunciar a sus
lazos íntimos con los EE.UU. – sino para afianzar dentro del proceso integrador
latinoamericano un “caballo de Troya” neoliberal.
Santos nunca ha
dejado de ser quien es, así se haya peleado con Uribe. El problema que tiene
frente a sí mismo es que a un año de las elecciones presidenciales de 2014 no
ha conseguido posicionar su figura como un presidente que pueda ser reelegido. El
gobierno y sus asesores se dieron cuenta de que no son capaces – no tienen voluntad
ni tiempo – para profundizar las medidas “moderadamente progresistas”, y ello
explica sus intentos fallidos y amagues incomprensibles de reformas
constitucionales para buscar ampliar su período.
Es evidente que
al impulsar reformas “moderadamente progresistas” el gobierno se ha limitado a
actos legislativos y que en la tarea ejecutora ha sido completamente ineficaz. Es
visible también que los asesores más derechistas han conseguido influir en el
presidente Santos al punto de dar un viraje – casi que total – en las
relaciones internacionales, y en bajarle perfil a la tarea de la Paz.
De ésta manera
Santos se encamina nuevamente a utilizar el programa uribista como carta de
salvación para la reelección y en ese proceso es posible que aborte
tempranamente los diálogos de Paz de La Habana o los mantenga en un nivel secundario,
tarea que ya está realizando con la actitud asumida frente al gobierno
bolivariano de Venezuela con la aceptación de la visita del derrotado candidato
opositor Henrique Capriles Radonsky.
Todo apunta a
que a nivel interno el proceso de Paz no va a seguir siendo la principal carta
de presentación de la campaña reeleccionista. Como no puede abortar los
diálogos de forma unilateral, lanza de vez en cuando ataques velados contra el
mismo proceso con la intención de mostrar su perfil guerrerista. Las supuestas
amenazas de la guerrilla a sindicalistas colombianos, la tensión con el
gobierno de Venezuela y el anuncio de la cooperación militar con la OTAN van en esa dirección. Así
el gobierno de Santos se sabotea a sí mismo.
Es por ello que
los últimos comunicados de las FARC llaman la atención sobre esta situación.
Dice el comandante Iván Márquez que “Es inquietante que los afanes legislativos
electorales puedan maltratar, marchitar o aniquilar para siempre las esperanzas
de reconciliación”[1], y se nota en el contenido
de los mismos un sentimiento de frustración frente a un interlocutor que
pareciera estar sumido en un momento de confusión y vacilación extrema, que por
un lado realiza acuerdos de suma importancia (Desarrollo Agrario Integral) pero
que paralelamente menosprecia a los actores guerrilleros cuando afirma que esa
agenda agraria la va a impulsar “con las FARC o sin las FARC”.
Teniendo en
cuenta ese panorama borroso fruto del reciente comportamiento equívoco del
gobierno, las fuerzas democráticas progresistas y revolucionarias – las
organizaciones sociales y los movimientos y partidos políticos – podrían y deberían
convocar unificadamente al presidente Santos para clarificar la situación. Es
el momento en que representantes de la sociedad civil llamen la atención sobre
la coherencia y concordancia que debe existir entre la actitud de los
negociadores del gobierno y la conducta del primer mandatario, a fin de
preservar la marcha del proceso de Paz y garantizar su permanente avance.
El pueblo
colombiano necesita de actos de grandeza en torno de la Paz. La izquierda y el
resto de fuerzas democráticas deben asumir una posición de estadistas frente al
proceso de diálogos. Santos debe sentir la fuerza unificada de los sectores que
apoyan decididamente la salida política al conflicto armado. Las fuerzas
democráticas progresistas y revolucionarias deben retar al gobierno y exigirle
coherencia. El momento lo requiere.
[1] Ver: “Proponemos un año de aplazamiento en el calendario electoral
sin reelección presidencial". http://www.rebelion.org/noticia.php?id=169575&titular=%22proponemos-un-a%F1o-de-aplazamiento-en-el-calendario-electoral-sin-reelecci%F3n-presidencial%22-
No hay comentarios:
Publicar un comentario