VICTORIA DEL LOS HIJ@S del MAIZ
Miguel Ángel Sandoval La derogatoria de la ley Monsanto constituye
desde donde se quiera analizar una especie de acto fundacional de un periodo
nuevo en nuestro país. En un pulso que duro semanas, donde expresiones
de lo más diverso, campesinas, ambientalistas, organizaciones indígenas, maestros,
estudiantes, toda la gama de grupos
sociales, dijeron con todas sus letras: NO a ley 19-2014, ley para la
protección de obtenciones vegetales, más
conocida como ley Monsanto.
Como se sabe, dicha ley estuvo engavetada por varios años y solo la fiesta mundialista de Brasil, le permitió a los congresistas de diversas bancadas, dar el paso de aprobar ese engendro de ley al tiempo que se escondía en los artículos de la misma, un préstamo para carreteras. La ignominia absoluta. Fue la arrobación en medio de las más grandes muestras de ignorancia, de falta de compromiso, de alianzas equivocadas. En fin, pareció al final, una comedia de errores.
Una corriente eléctrica sacudió al país. Ello
porque el fondo de la susodicha ley ponía en riesgo las semillas criollas, y la
sola idea que el maíz fuera patentado por una empresa extranjera, hizo el papel
de un propulsor de alta potencia. Por razones que tienen que ver con la
identidad nacional, con el hecho que no existe casi nadie que no se reivindique
en Guatemala como hijos o hijas del maíz. Salvo pequeños grupos de la elite
racista de siempre.
Es demasiado fuerte en el imaginario nacional
la certeza que tenemos origen en el maíz. Una pequeña ley sobre el día del maíz y algo mas, nunca fue
garantía de no privatización de la semilla nacional por excelencia. Somos un
país multicultural, multiétnico, diverso, en donde la existencia de cuatro
pueblos, mayas, xincas, garífunas y ladinos (mestizos) se enlaza desde la
perspectiva identitaria, con los cuatro
colores del maíz, blanco, amarillo, rojo, negro. Es algo que forma parte de la
cosmovisión de los pueblos indígenas y por ende algo irrenunciable.
Los días agitados que sacudieron las
conciencias en todo el país dejan algunas experiencias o lecciones que no
pueden dejar de ser analizadas. La primera de ellas es que el congreso de la
republica, acostumbrado a legislar y actuar sin ningún tipo de límite, encontró en la movilización social un claro
valladar. Una buena mayoría de diputados hicieron en estos días gala de su
desconocimiento profundo de los contenidos de la ley Monsanto. Al grado que desfiló
en el micrófono del pleno del congreso, uno a uno, pidiendo disculpas, y dando
cualquier explicación, por el error y la equivocación al aprobar la ley.
La
segunda, es que muchos sectores se dieron cuenta que la coordinación o
articulación de las luchas sociales permite éxitos que la dispersión no. La
fuerza social tuvo una clara demostración de su potencialidad, si opta por la actividad conjunta. Se puso a
la orden del día la necesidad de coordinar esfuerzos, de conjuntar agentas, de
explorar nuevos caminos.
Alianzas de todo tipo vieron la luz en estas
jornadas memorables. Coincidencias en propósitos, análisis y compromisos,
vieron la luz como se dice, en tiempo real, y las redes sociales jugaron un rol
de primera importancia. Así supimos de asambleas en comunidades alejadas, de
movilizaciones a lo largo y ancho del país. En el mismo momento que estas
ocurrían retroalimentando la resistencia en los lugares más diversos. En
verdad, días luminosos.
Una tercera conclusión es que todo lo ocurrido
se llevo a cabo sin la presencia o participación de los grupos políticos
partidarios que se reivindican de la izquierda. Ni vistos ni oídos en estas
memorables jornadas de luchas populares. Es un aspecto que merecería una amplia
reflexión pues si de algo no queda duda es que las luchas sociales no se
sienten representadas por las siglas de las izquierdas. Menos identificados con
estas. Capaces de impulsar procesos sociales de importancia nacional, no tienen
en lo electoral su perspectiva por los errores acumulados. Pero esto es parte
de otro análisis.
El magisterio se movilizo con su fuerza
habitual, sin poner como estandartes de sus planteamientos el pacto colectivo,
intereses corporativos o la ampliación presupuestaria, sino la derogación de la
ley Monsanto.
Sin embargo el hecho de mayor profundidad es
sin duda la presencia masiva de expresiones de pueblos indígenas que le
impusieron su sello a las movilizaciones de los días de agosto. Las comunidades
dijeron su palabra de forma clara, sin aspavientos, con expresiones de fuerza y
legitimidad. Hicieron lo que tenían que hacer y dijeron lo que tenían que
decir, sin acudir a discursos o a lugares comunes. Conscientes de su fuerza,
representatividad y autoridad. Ello fue
saludable para todo el movimiento de resistencia a la ley Monsanto.
Las alcaldías indígenas kachiqueles o
zutuhiles, Quichés o Queqchies, Qanjobales o Mames, dijeron basta a los abusos que desde la
expresión del poder central localizada en el congreso de la republica se cometen. Pero sobre todo, emergieron como lo que son:
un poder que se niega a ser reconocido por la institucionalidad del país, o por
otras expresiones políticas del país.
El día que se derogó la ley, 5 de septiembre en
sesión extraordinaria, por la presión de las movilizaciones, había un clima
nacional de irritación social de alcances impredecibles. El martes anterior 2
de septiembre, las comunidades de Sololá habían movilizado en cosa de horas
entre 30 y 40 personas al llamado de sus autoridades comunales. En Alta
Verapaz, había una movilización sin precedentes. Hubo asambleas multitudinarias
en Huehuetenango, San Marcos,
Totonicapán, otros lugares. Circulan en
las redes sociales videos que dan cuenta de estas actividades.
El anuncio hecho por pueblos indígenas al dar
plazos a los congresistas constituye una novedad en el paìs. Varias alcaldías
dijeron: ¡si en una semana no se deroga la ley, nos levantamos! Asimismo es
importante la declaratoria de non gratos a los diputados distritales de Sololá.
Están más lejos que nunca de cualquier elección. Es igual en otros
departamentos en donde los diputados que
en su momento habían aprobado la ley, circulan en fotos con la leyenda de
“traidores a la patria”
Hay desde la crisis abierta por la aprobación y
derogación de la ley Monsanto, un nuevo
actor en el panorama político nacional, y el mismo tiene que ver con los
pueblos indígenas organizados de manera comunitaria, con autoridades legitimas,
que hoy tienen conciencia de su fuerza y una visión de alcance nacional que
supera las divisiones impuestas de los últimos siglos. Igualmente, hay en todos
los sectores que participaron y que legítimamente se sienten triunfadores, la
clara conciencia que la unidad hace la fuerza, que las alianzas son posibles y
necesarias y que el futuro de todos, es compartido.
Hay, como se puede observar, razones para festejar.
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