Defender la soberanìa nacional
Miguel Ángel Sandoval
La defensa de la
soberanía tenía en esos días un ingrediente de suma importancia: en una finca
guatemalteca, propiedad la familia Alejos se entrenaba un contingente de
mercenarios cubanos, entrenados, financiados y dirigidos por oficiales del
ejército norteamericano, para ir a la aventura de invadir Cuba. Ya sabemos el
resultado y también sabemos que desde entonces hasta fechas recientes, hubo
ruptura de relaciones diplomáticas, bloqueo (que continúa) y todas las malas
artes conocidas.
Pues
bien, a pesar de todas las muestras de buena voluntad de las partes, de manera
reciente, en la primera vuelta de las elecciones guatemaltecas de septiembre de
2015, un grupo de cubanos estuvieron en nuestro país con cobertura de
“observadores electorales”, hicieron
contactos con partidos políticos y parece ser, autoridades. Aparentemente nada
extraordinario. “Pero más allá de su
pretendida presencia como observadores- Eliécer Ávila, Fernando Palacios Mogar, Carlos
Oliva, Rolando Ferrer, Yasnay Lozada, Michel Armando González Camacho y
Zuleydis Pérez, parece que forman parte de grupos desestabilizadores”.
“Resulta que los observadores fueron financiados por El
Instituto Nacional Demócrata (NDI, por sus siglas en inglés) y los contactos les fueron proporcionados por
la misma institución. Objetivo, la desestabilización de Cuba. ¿Y las relaciones
diplomáticas renovadas? ¿Y la soberanía guatemalteca? ¿Y las elecciones
democráticas como pretexto para conspiración contra terceros?”
Nota:
¿Por qué se permite que el Departamento de Estado USA financie una
operación anticubana en Guatemala?
Percy Alvarado.
Es
un tema grave que nos alerta que las conspiraciones con cobertura democrática
siguen a la orden del día, al menos para el expediente cubano. El Instituto
Nacional Demócrata (NDI, por sus siglas en inglés), dependiente del
financiamiento del Departamento de Estado de EEUU a través de la NED y cuya
sede principal radica en Washington DC, ha comenzado a usar el territorio
guatemalteco para ofrecer “capacitación” y entrenamiento en materia subversiva
a varios de los más connotados contrarrevolucionarios cubanos.
Apenas dos meses de este
hecho que pasó de noche por los medios de comunicación es el momento justo para
denunciar estas prácticas propias de la guerra fría, y nada mejor que hacerlo
en un nuevo homenaje a los militares patriotas que en 1960 levantaron la
dignidad nacional como estandarte principal de su gesta.
La denuncia es grave,
especialmente cuando el departamento de estado se felicita de la nueva era de
relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba, pero estos datos publicados no hace
mucho en prensa internacional, llaman a la reflexión. No podemos ni debemos
hacer del doble discurso una norma en las relaciones internacionales y menos
entre países que mantienen tantos intereses en común. Pero tampoco podemos
permitir que nuestro país sea utilizado con fines inconfesados por quien sea
para agredir a terceros.
Si hace 55 años Cuba fue
invadida desde territorio guatemalteco, con pretexto de lucha sagrada contra el
comunismo, ahora sin guerra fría y con
nuevas relaciones entre esos dos países,
parecería que el viejo demonio comunista no debería ser pretexto para
nuevas aventuras. Ahora es la renovada imagen de la democracia quien tiene el
lugar en la nueva cruzada anticubana. No debemos permitir que Guatemala sea
utilizada para nuevas aventuras contra Cuba, ahora en el siglo XXI pero, sin
duda del mismo signo conservador e intervencionista.
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