El exministro de Finanzas griego ultima la fundación del Movimiento por la Democracia Europea ('Democracy in Europe Movement')
"No poner fin a la perversa asociación entre autoritarismo y políticas económicas fallidas en Europa resultará en la ruina del proyecto común a favor del ultranacionalismo"
"Nuestro movimiento surge como respuesta a la realidad de que los políticos pueden estar en el gobierno, pero no tienen poder"
Hace un año, cuando por estas fechas se gestaba la
histórica irrupción del partido de izquierda radical Syriza como primera
fuerza política en Grecia, el economista Yanis Varufakis se disponía a asumir la cartera de Finanzas del país con
un objetivo fundamental: liderar el combate que pondría fin a las
“fuerzas destructivas” de la troika en la república helena. Un combate
que, según Varufakis, no solo era vital para sacar a Grecia del bucle
pernicioso de austeridad, deuda y deflación en el que llevaba sumido el
país desde 2010, sino también para liberar al proyecto de integración
europeo de un cada vez mayor y peligroso “autoritarismo burocrático”.
Tras seis meses que tuvieron en vilo a la zona euro, Varufakis abandonó la batalla dimitiendo de su cargo cuando se produjo la capitulación del Gobierno griego ante sus acreedores.
Varufakis ni se da por vencido, ni ha perdido la
esperanza. Y mucho menos piensa que su diagnóstico sobre el estado
actual de la UE y los peligros que esta corre se haya demostrado
erróneo, todo lo contrario. El exministro que plantó cara a la troika en
2015 y que llegó a ser acusado de alta traición,
vuelve al campo de batalla un año más tarde, solo que esta vez no
emprenderá la lucha desde Atenas, sino desde el corazón de Europa.
Cuesta creer que en unos días se
cumplirá un año desde que usted entró a formar parte del Gobierno griego
que pondría “fin a la troika”, como proclamó el propio Alexis Tsipras
la noche del 25 de enero de 2014. ¿Conclusiones?
El año comenzó con unas elecciones en Grecia que electrizaron a Europa
con la esperanza de que era posible devolver legitimidad a la política
europea. Cuando llegó el verano, los viejos poderes europeos se habían
reafirmado tras haber estrangulado la “primavera griega”. También habían
logrado restaurar una versión más dura de los dictados autoritarios y
políticas económicas inviables que han convertido a Europa en el
“enfermo” del capitalismo global.
El ahogamiento de
la democracia griega el pasado verano hirió de gravedad a la Unión
Europea y reforzó las fuerzas centrífugas que la están rompiendo. Al
poco tiempo, cuando los refugiados comenzaron a llegar, la mentalidad de
“no en mi patio” y del “¿yo qué gano?” que había sido reafirmada con el
aplastamiento de la “primavera griega”, era dominante. El resultado
para Europa ha sido dar un paso más hacia la pérdida tanto de su
integridad como de su alma.
En el lado positivo, la
“primavera griega” desató un proceso imparable que puede desafiar el
masivo déficit democrático en Europa. No hay ningún europeo que hoy
pueda negar el hecho de que las decisiones importantes en la zona euro
son tomadas por un órgano que legalmente no existe y que opera como una
sociedad secreta, el Eurogrupo. La “primavera griega” también ha dado
lugar a transformaciones, aunque inconclusas, en Portugal y en España,
así como a ciertos aires de cambio en el resto de Europa. Nunca antes
las demandas de una democracia auténtica y de transparencia habían sido
tan sonoras en nuestro continente. Es crucial que 2016 sea el año en el
que esas exigencias se consoliden.
Parte de su tesis con respecto a las políticas económicas adoptadas en
Europa desde el estallido de la crisis, así como su crítica sobre la
propia arquitectura institucional de la Unión, es que, de no corregir el
rumbo, estamos abocados al resurgimiento de extremismos peligrosos.
Nadie parece compartir esa tesis en las instituciones europeas, a
conectar las causas y efectos que usted denuncia.
Eso tiene un nombre: negación. Al ser apabullados por problemas
difíciles y por la desesperación, los humanos frecuentemente optamos por
liarnos la manta a la cabeza. Los banqueros lo hacen, los políticos lo
hacen, sociedades enteras lo hacen.
En 2008, un
colapso del sector financiero que comenzó en Wall Street dio lugar a una
serie de bancarrotas en los sistemas bancarios de países en superávit
y, poco después, en las finanzas de Estados deficitarios, lo que hizo
que la divisa común comenzara a fragmentarse. Para mantenerla se
implementaron medidas que combinaban préstamos y políticas de austeridad
insostenibles que terminaron por trasladar el coste de la crisis a las
clases trabajadoras; medidas a las que yo defino como “austeridad
Ponzi”.
Al igual que ocurrió en 1929, cuando un
colapso similar en el sector financiero fragmentó la divisa común de esa
era, el patrón oro, la secuencia de eventos actual conducen a la
desesperanza, a la depresión y al miedo; factores todos ellos que
contribuyen al resurgimiento de ultranacionalismos, racismo y,
finalmente, al regreso de los neonazis. Mientras tanto, como usted
comenta, los poderes fácticos se niegan a conectar las causas y los
efectos y se pertrechan en la quimera de que políticas económicas
contractivas darán lugar, de algún modo, a crecimiento.
En la República de Weimar, bajo el canciller Heinrich Brüning, la
burguesía se había convencido de que la transferencia de riqueza de la
clase trabajadora a la suya resolvería la economía, mientras que la
extrema derecha mantendría a raya a la creciente autoridad de la
izquierda. El resultado fue Adolf Hitler. En la actualidad, de una
manera muy similar, la política económica de Brüning ha sido resucitada
con la izquierda siendo mantenida a raya por el Eurogrupo y la troika,
mientras que el ultranacionalismo, el racismo y el neonazismo campa a
sus anchas para convertirse en una amenaza.
Y para contrarrestar todo lo anterior, usted sigue insistiendo en
cambiar la arquitectura europea. Desde hace unos meses habla de un
“movimiento para democratizar Europa”. ¿Cómo se traduce eso a la acción?
Primero hemos de fundar el movimiento. Eso ocurrirá el 9 de febrero en
Berlín. El propósito es movilizar a los europeos bajo una simple agenda
común: democratizar las instituciones europeas.
Una
vez que hayamos iniciado esta “conversación” sobre nuestra meta de
democratizar Europa, en el contexto de un movimiento activista, emergerá
un consenso que a partir de entonces tendrá que encontrar su expresión
en cada uno de los estados miembros de la Unión Europea.
La fórmula organizativa y electoral que esta expresión cobre en cada
país es algo que queda a expensas de ser decidido de manera colectiva y
orgánica. En algunos países puede ser en forma de un nuevo partido. En
otros, nuestro movimiento podría establecer alianzas con partidos ya
existentes. Todo esto está pendiente de ser debatido y decidido.
Sin embargo, lo que realmente importa es que nuestro movimiento
invertirá el orden actual. Actualmente los partidos se erigen a nivel
estado-nación que luego intentan formar alianzas, débiles, a nivel
europeo. Nuestro movimiento comenzará a escala europea, basado en un
internacionalismo radical, y se enfocará en el déficit democrático en el
corazón de Europa y cada una de sus instituciones y jurisdicciones
nacionales. Solo entonces “descenderá” a la mecánica de los procesos
electorales a nivel nacional, regional y local.
¿Cómo puede un “movimiento”, sin el respaldo de la fuerza de un Estado
miembro, lograr cambios en las autoridades europeas cuando ni siquiera
el mismo Parlamento Europeo tiene esa capacidad?
Nuestro movimiento surge como respuesta a una realidad según la cual
los políticos pueden estar en el Gobierno, pero no tienen poder. Incluso
los primeros ministros, presidentes y los ministros de Finanzas de
Estados fuertes dentro de la Unión Europea carecen de poder en una
Europa que ha dejado la toma de decisiones cruciales lejos de la esfera
política y en manos de un oscuro mundo de burócratas, banqueros y
autoridades sin representación democrática.
En cuanto al Parlamento Europeo, es tan sólo la hoja de parra que esconde la ausencia de democracia parlamentaria en Europa.
Así que, para plantarle cara a esta despolitización del proceso de toma
de decisiones político que viene reafirmando la crisis económica y de
legitimidad en Europa, necesitamos un movimiento que emerja por todo el
continente de un solo golpe y con la misma agenda: devolver a la
política las decisiones y democratizar el proceso de toma de decisiones.
No hay otra forma de poner fin a la perversa asociación entre
autoritarismo y políticas económicas fallidas en Europa, que dará como
resultado la ruina del proyecto común a favor del ultranacionalismo.
El año pasado usted era muy optimista sobre la
posibilidad de lograr un acuerdo con la troika. Se apoyaba en que la
lógica económica y política le acompañaría. ¿Qué le hace pensar que esta
vez logrará tener éxito ante los mismos adversarios?
Cuando uno emprende el camino hacia el campo de batalla, la obligación
es ser optimista y, al mismo tiempo, estar preparado para lo peor. Ese
fue el espíritu con el que entré al Eurogrupo y a las negociaciones con
la troika.
Sigo convencido de que entonces pudimos
haber logrado un acuerdo honorable si hubiésemos mantenido nuestra
estrategia original en lugar de ceder ante la presión tras unos meses de
lucha. Pero de todo eso hablaremos en el futuro, cuando escriba sobre
la historia de la estrangulación de la “primavera griega”. Lo que
importa ahora es que aprendamos de ese espléndido episodio y sigamos
hacia adelante.
¿Qué me hace ser optimista de un
movimiento a escala europea? ¡Que será a escala europea! Que
presionaremos en cada Parlamento, en cada Gobierno, en cada jefe de
Estado al mismo tiempo. Que cuando la troika esté apretando, por
ejemplo, al Gobierno de Madrid, sabrá que el proceso electoral en
Alemania, Francia o Portugal castigará a cualquier político local que
ceda ante la troika.
¿En qué fase se encuentra el movimiento?
Estamos en los primeros días. Lo lanzaremos el próximo 9 de febrero. El
2016 será el año en el que sembremos nuestras semillas en cada ciudad
de cada Estado de la Unión Europea. La nuestra es sin duda una tarea
utópica, pero si fracasamos, una terrible distopía aguarda a nuestra
deslegitimada Europa en proceso de fragmentación.
Las encuestas en Grecia comienzan a sugerir un retroceso en el apoyo de los ciudadanos a S yriza. El pueblo pierde la esperanza.
¿Es que acaso sorprende que la esperanza sea la víctima de la capitulación de S yriza?
¿Durante cuánto tiempo puede Alexis Tsipras sostener la paradoja de
pedir a sus diputados en el Parlamento que voten leyes a favor de las
políticas misántropas de la troika y, al mismo tiempo, que las
denuncien?
Como dije a mis colegas cuando abandoné
el Gobierno y voté en contra de esas leyes, el peor aspecto de la
capitulación es que las masas que sufran las consecuencias de esas leyes
no tendrán otra alternativa política salvo Amanecer Dorado.
No obstante, hay un lado positivo: el pueblo griego no deja de
sorprenderme. Como cuando me sorprendieron el 5 de julio con su
magnífico “no” en el referéndum. Así que me siento alentado por su
coraje y capacidad de mantener viva la esperanza de que la llama de
nuestra “primavera griega” vuelva a brillar. Por mi parte, confío en
que, antes de devolver esa llama a Atenas, será necesario llevar el
espíritu de nuestra primavera a cada rincón de Europa, y que sirva de
inspiración a todos los europeos que claman por una Europa democrática.
Cuando el pueblo griego vea a Europa ponerse en pie ante el
autoritarismo que lo aplastó el verano pasado, ellos también volverán a
ponerse en pie llenos de esperanza y entusiasmo.
En entrevistas anteriores me afirmó que abandonar el euro estaba fuera
de sus planes y deseos, pero que no estaba de acuerdo en permanecer en
él a cualquier precio. ¿Cuál es el precio? ¿Cuándo hay que decir
“basta”?
Las divisas son instrumentos. Son
medios para otros fines, como la prosperidad. El fetichismo por una
divisa es lo peor, es un error. No creo que debamos incurrir en un
fetichismo sobre el euro, pero tampoco creo que debamos hacerlo con
nuestras divisas nacionales.
Para responder a su
pregunta de manera directa: yo nunca, como ministro de Finanzas, pediría
la salida del euro diciendo “basta”. Al mismo tiempo, tampoco entraría
en pánico si alguien me amenazara con expulsarnos del euro, sobre todo
cuando no existe un mecanismo para que eso ocurra, lo cual sería ilegal.
Mi punto de vista y mi política, como de costumbre, siempre ha sido:
fijemos nuestras líneas rojas, como por ejemplo que acordemos que jamás
se volverán a reducir las pensiones mínimas otra vez, y digamos a la
troika que ignoraremos sus amenazas de expulsarnos del euro. Y si ellos
de manera escandalosa cierran nuestros bancos, como hicieron,
establezcamos un sistema de pagos paralelo, en euros, y mantengámonos
firmes hasta alcanzar una solución política en Bruselas.
Nada de esto es fácil, pero es la única manera de poner fin a este
ciclo interminable de recesión y autoritarismo en manos de una cada vez
más despiadada troika. Es, de hecho, ¡la única forma de mantenernos
dentro de la zona euro a largo plazo!
Tras su renuncia como ministro de Finanzas me dijo que “el tamaño
importa”, que a España no se le hubiese propinado el mismo trato que a
Grecia en circunstancias similares. ¿Qué lecciones puede sacar España de
la ‘experiencia griega’?
Hay tres
lecciones que resultan pertinentes. Primero, que al liderazgo en la
sombra del Eurogrupo que mueve los hilos de la troika poco le importa la
sostenibilidad económica del país que es enviado a negociar con ella,
sino imponer su autoridad. Un Gobierno progresista en España tiene que
tener esto presente, siempre.
En segundo lugar,
España jamás se recuperará económicamente de manera sostenible si se
mantiene dentro de los límites que la troika le ha impuesto. Un Gobierno
progresista en España tiene que prepararse para un enfrentamiento con
la troika.
En tercer lugar, prepárense para recibir
amenazas y sepan que no son creíbles. Un Gobierno progresista en España
tiene que exponer el “bluf” de la troika dado que la deuda pública y
privada del país no puede ser absorbida por el Banco Central Europeo si
la troika intenta amenazar a Madrid como lo hizo con Atenas.
Y a Podemos, el partido que en su día usted identificó como posible aliado de S yriza frente
a la troika, y que tras las elecciones generales en España logró
posicionarse como tercera fuerza en el país, ¿qué le aconsejaría?
Manténganse unidos. Unidos lo conseguirán, pero divididos caerán.
Asegúrense de que el equipo que lleva el liderazgo actúe como uno y no
permitan que la troika los divida. Si lo consigue, les destruirá.
Fuente El diario
Fuente El diario
No hay comentarios:
Publicar un comentario