lunes, 24 de mayo de 2010

EL SÍNDROME DE LA “PATRIA BOBA”

Fernando Dorado
El comportamiento de las “fuerzas sanas de la Nación” durante esta campaña electoral pareciera indicarnos que no estamos preparados para derrotar a la mafia criminal que se apoderó del Estado en Colombia. Dos siglos después, el síndrome de “patria boba”, resurge de nuestro inconsciente colectivo.

Después del 14 de marzo los “verdes” se sintonizaron con las mayorías al posicionar la propuesta de la “legalidad democrática”. Surgía así, un movimiento democrático dirigido a superar la ilegalidad imperante y la creciente polarización política. Un aire fresco y remozado se respiró en la política colombiana con la consigna de “la unión hace la fuerza”.

La dirigencia “verde” parecía entender que su virtud era acoger a gentes de todas las vertientes políticas, y responder positivamente a sus anhelos y prioridades. Para los uribistas: consolidar la seguridad con respeto a los derechos humanos. Para polistas y liberales: reorientar la política social. No son tareas inconciliables, aunque se requiere una gran capacidad política para dosificar los recursos y obtener resultados efectivos.

Dado que la “ola verde”, más que un partido político es un movimiento democrático, no era necesaria una competencia estricta con los demás partidos. El reto eramostrar una estatura superior. Su esencia era una especie de “supra-partidismo no formal”, que se correspondía con la imagen de “antipolítico” (offsider) de Mockus, y con el rechazo a la forma tradicional de hacer la política en Colombia.

Los "verdes" tenían clara la idea. La evolución de quíntuples a trillizos y, de allí a la fórmula actual (Mockus-Fajardo), los había madurado. Pero, la ejecución falló. Tanto la campaña de Santos como la del Polo lograron enredar a Mockus. Éste se equivocó, vaciló, rectificó, pero - así no fuera su intención -, dejó un sabor de intolerancia y prepotencia. Es claro que la “democracia deliberativa” no sirve para hacer campaña. Así fue como se aquietó la “ola verde” y se puso en riesgo el triunfo electoral de la legalidad sobre la criminalidad.

Hacia la segunda vuelta - que es un hecho - habrá que rectificar. Ya no se trata de mirar las cosas sólo desde la perspectiva “verde”. Si no se reconocen los errores cometidos durante esta fase de la campaña, si no se rectifica la actitud, el ambiente de la segunda vuelta podrá magnificar las debilidades y falencias y, entonces, el escenario será más cómodo para Uribe-Santos.
Como la vida cobra, la paradoja o disyuntiva que hizo crecer a Mockus lo va a hacer sufrir. Si hace pactos formales con el Polo y el Partido Liberal, muchos uribistas no llegarán o se pueden retirar. Y, si no se formalizan acuerdos, muchos polistas y liberales se van a abstener.

El próximo 30 de mayo los partidos no-uribistas ratificarán su electorado (¿repetición del 14 de marzo de 2010?). Después, tendrán que decidir: ¿Le exigirán a los verdes “acuerdos programáticos” para comprometer su apoyo, o entenderán que dichos pactos son un factor debilitante para obtener el triunfo? ¿Obrarán con grandeza y generosidad dándole su respaldo y, sólo una vez en el gobierno, le exigirán un ambiente democrático para consolidar una fuerte gobernabilidad frente al régimen que se quiere superar?

O, si ello no se da… ¿Podrá Mockus transmitir a la población ese inconveniente que es real y, logrará movilizar a los electores con independencia de lo que orienten las cúpulas de sus partidos? He ahí la clave de la semana post-primera vuelta.

El debate en el Polo será para alquilar balcón. Después de una campaña de fuerte –y a veces agresiva - oposición a Mockus, que le permitió a Petro “recuperar” parte de su electorado tradicional, la decisión no va a ser fácil. La vida obliga, la realidad se impone, y el debate vuelve y juega. ¿Reviviremos el Bicentenario repitiendo la tragicomedia de la “patria boba” de hace 200 años?

Hay que reiterar: Un nuevo gobierno de Uribe-Santos será un período todavía más crítico y caótico para nuestro país. El panorama es previsible: gravísima des-institucionalización, fuerte deterioro de la administración de justicia, más impunidad, y mayor entrega de nuestros recursos a intereses extranjeros. ¿Equidad social? Ni por asomo. ¿Seremos el “Estado fallido” que necesita el imperio para profundizar su estrategia de guerra en el sub-continente sudamericano?



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