sábado, 12 de noviembre de 2011

Grecia, el dios mercado y la asfixia de la democracia

¿Y la democracia? Bien, gracias, pero no nos quedemos con menudencias cuando lo que está en juego es la salud del capitalismo global - El anarcocapitalismo financiero es el enemigo 
 Ricardo Forster
....Un miedo profundo, visceral, recorre Europa y ya no se trata de aquel fantasma del comunismo con el que Marx comenzaba un famoso manifiesto escrito en 1847: el miedo es el de la bancarrota de un sistema que, en los últimos 50 años, llevó a la mayor parte de los países europeos a niveles de vida inimaginados en otras regiones del mundo. La crisis, desencadenada por “los dioses dormidos” que se han despertado bajo la forma mefistofélica del mercado y de sus maquiavélicos especuladores, ha venido a poner en cuestión el mito de la democracia como fundamento intangible del liberalcapitalismo
 para poner sobre la mesa una evidencia indisimulable: que la prioridad es la del mercado y sus ingentes necesidades que, como las fauces hambrientas de un monstruo bíblico, se abre para engullir todo a su alrededor, incluso derechos adquiridos y certezas que se disuelven ante las miradas sorprendidas de sociedades inermes.

Estas preguntas pueden resultar extrañas para quienes asocian espontánea y naturalmente la democracia con la realidad actual de las sociedades europeas. Desde que en el Viejo Continente se derrotó a los totalitarismos (primero el nazifascista y, más cerca de nosotros, el soviético), los europeos se han dedicado a expandir por el mundo un relato hegemónico y homogéneo que transforma a esa región del planeta en la casa de nacimiento de la democracia y en su núcleo pedagógico esencial (mérito de los antiguos griegos hace más de 2.500 años que, por esas paradojas de la historia, hoy, cuando quieren volver a ser consecuentes con su “invención”, se encuentran con que el pánico cundió entre los poderosos cuando al primer ministro Papandreu se le ocurrió hablar de un referéndum para solicitar, sentido común mediante, la opinión del pueblo griego –¿no era que el pueblo era el fundamento de toda soberanía bajo la democracia?– ante un plan de ajuste que compromete presente y futuro de la sociedad).

Un continente que supo pasar por la trituradora de carne a más de 100 millones de seres humanos sólo en el interior de sus fronteras entre 1845 y 1945 (el siglo en el que se echaron las bases de la expansión imperial y de la “verdad democrática” europea bajo la condición del saqueo del resto de los continentes y la superexplotación de sus propios trabajadores), que también supo ser la cuna de las ideologías más homicidas que ha inventado la humanidad (y que han opacado, a lo largo de un tramo decisivo del siglo XX, esa otra tradición ilustrada y democrática que también encontró en esa geografía su punto de partida) se ha dedicado, con especial fruición, a ofrecer al resto de las regiones del planeta el manual de la verdadera democracia y de su perfecto funcionamiento, ¿dónde?, pues en Europa. Por esas extrañas paradojas de la historia, casi como si fuera un chiste de humor negro, ha sido en Grecia, su lugar de nacimiento, donde de manera más brutal ha quedado dañada la propia democracia.
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