A tan sólo dos horas al norte de la ciudad de Los Ángeles
late un pueblo fantasma, un lugar que literalmente se evapora minuto a
minuto gracias a la sequía más grande de los últimos 1.200 años en el
estado de California. En el este de la ciudad de Porterville no corre el
agua potable desde abril del año pasado. Ya van 12 meses desde que se
secaron los pozos que surtían de
agua a la pequeña ciudad de cerca de siete mil habitantes, la mayoría campesinos de origen latino.
agua a la pequeña ciudad de cerca de siete mil habitantes, la mayoría campesinos de origen latino.
Aquí se cambió la loza por platos de plástico, las duchas
por los pañitos húmedos y los baños por los pozos sépticos. Cocinar,
lavarse las manos o la ropa es imposible si no se tiene agua
embotellada. El estado es crítico, al igual que muchas otras ciudades de
California, la octava economía más grande del planeta, pero la misma
que padece una grave escasez de agua.
“Estamos parados sobre tierra seca, cuando deberíamos estar
sobre metros de nieve. Estamos en una sequía histórica que requiere
acciones sin precedentes”, dijo hace unos días el gobernador de
California, Jerry Brown. “Por eso he expedido medidas sustanciales para
lograr el ahorro del agua que necesitamos”, añadió.
Según la Nasa, se necesitan cerca de 11 trillones de
galones de agua para reparar el daño que ha sufrido California en la
sequía que empezó en 2012, lo que equivaldría al doble de la capacidad
de la represa más grande de todo Estados Unidos. Según el centro de
experimentos climatológicos de la Nasa (Grace) el estado de California
sólo cuenta con reservas de agua para un año en su sistema de
reservorios.
La meta es lograr un ahorro del 25% del consumo total del
agua en todo el estado. Se pidió dejar de rociar los jardines, lavar los
carros, restringir las duchas, el uso de inodoros y otras medidas
acompañadas con multas de hasta US$10 mil, algo sin precedentes en
Estados Unidos. “Ya es el 98% del estado el que sufre una crisis por la
falta del líquido, comunidades enteras sin agua potable nos han obligado
al racionamiento. “No hay solución a la vista”, dijo el gobernador
demócrata, luego de que la asamblea estatal aprobara esta semana el
paquete de medidas y sanciones.
Bajo las nuevas restricciones las ciudades de toda
California tienen que lograr un ahorro del 36%, comparado con el año
2013. La industria del entretenimiento, hotelería y Hollywood tendrán
que hacer lo propio. Sin embargo, para Adam Scow, director de Food &
Water Watch California: “A pesar de la situación tan crítica por esta
sequía el gobernador sigue permitiendo a las grandes corporaciones que
cultivan ganado que sigan acabando con los pocos recursos hídricos que
le quedan al estado”.
Mientras el consumo de agua por parte de residencias y
negocios sólo llega al 20% del total, son la agricultura y la ganadería
las que consumen el 80% del total del agua que se gasta en California.
Hasta el día de hoy, y luego de tres años de iniciada esta crisis, no se
ha hecho nada para obligar a los que más usan agua a que cierren los
grifos también, explica Scow.
Para producir una hamburguesa de carne de res se requieren
cerca de 660 galones de agua. Esa es la cantidad que en promedio se
necesita para cultivar los granos de engorde como el maíz, la cebada y,
principalmente, la alfalfa, la cual usa el 15% de toda el agua que usa
California al mes. Haciendo cuentas, para producir una libra de carne se
necesitan entre 2.500 y 5.000 galones de agua. Un almuerzo familiar con
3 libras de carne de res equivale a toda el agua que una persona gasta
al año en ducharse, cerca de 15.000 galones.
De acuerdo con la última investigación del Pacific
Insitute, dedicado al estudio del medio ambiente con sede en Oakland,
los californianos usan más de 1.500 galones de agua al día. La mitad de
esta, asociada con la carne y los productos lácteos que consumen. Son
cerca de 900 galones de agua los que se necesitan para producir cada
libra de queso, más mil galones de agua por cada galón de leche. A pesar
de que esta sequía histórica es consecuencia del cambio climático y la
prolongada falta de lluvias, según científicos, es la agricultura el
mayor motor de esta crisis.
Por si fuera poco, California produce cerca de la mitad de todas las frutas, nueces y vegetales que se consumen en Estados Unidos y más del 90% de las fresas, tomates, brócolis y almendras. El problema es que, al igual que la producción de carne, cerdo y pollo, el epicentro de esta producción es el Valle Central de California, una especie de desierto, pero con una tierra extremadamente fértil, la cual necesita cantidades abundantes de agua.
Por si fuera poco, California produce cerca de la mitad de todas las frutas, nueces y vegetales que se consumen en Estados Unidos y más del 90% de las fresas, tomates, brócolis y almendras. El problema es que, al igual que la producción de carne, cerdo y pollo, el epicentro de esta producción es el Valle Central de California, una especie de desierto, pero con una tierra extremadamente fértil, la cual necesita cantidades abundantes de agua.
“Lo que está ocurriendo en California debe prender las
alarmas en muchos lugares del mundo, donde los intereses de una
industria en particular logran que los políticos cierren los ojos ante
el derroche excesivo de recursos naturales”, explica Dave Murphy,
director de Food Democry Now, organización defensora de la seguridad
alimentaria en Estados Unidos.
Por años la corrupción política y el lobby corporativo
mantuvieron a California como uno de los pocos estados donde no había
límites para el uso de agua subterránea por parte de los propietarios de
terrenos agrícolas. Esta batalla, en busca de agua, favoreció durante
décadas a las grandes corporaciones sobre los pequeños granjeros
permitiéndoles usar desmedidamente los recursos hídricos del estado,
convirtiendo irónicamente a California en una superpotencia agrícola a
pesar de tener un futuro hídrico en cuidados intensivos.
Tan sólo fue hasta el año pasado, y en medio del fervor
popular por la sequía, que el gobernador firmó una ley para regular la
extracción de agua subterránea. Sin embargo, los intereses de la
industria agrícola se volvieron a sentir logrando estipular que la ley
sólo entre en vigencia hasta 2040.
“Esto es una cachetada a la gente de California”, dice
Danny Peters, activista y vendedor minorista de legumbres de un mercado
de abastos en el centro de Los Ángeles. “Mientras miles de personas en
todo el estado no tienen literalmente agua con qué comer o bañarse, los
grandes cultivadores agrícolas siguen llevándose toda el agua enfrente
de nuestras narices”.
Otro sector que está en medio del huracán es la industria
petrolera, que usa cerca de 1.000 billones de galones de agua al año en
todo Estados Unidos en fracking, 35% de estos recursos tan sólo en
California. La fracturación hidráulica o fracking es el sistema para
extraer gas y petróleo que consiste en inyectar un exorbitante volumen
de agua a presiones extremadamente altas, que mezcladas con arena y
otros químicos destruyen y disuelven la roca cientos de metros bajo
tierra, permitiendo así la salida del gas natural y petróleo.
Entre tanto, muchos en California siguen llamando por
medidas desesperadas como la construcción de más plantas desalinizadoras
de agua, como las que usan en Arabia Saudita, Australia o Israel, o las
que se planean construir en San Francisco y San Diego, para convertir
agua salada en agua potable. Sin embargo, el proceso además de ser
costoso, cerca de US$3 por galón de agua, tiene un altísimo costo
ambiental. Pues además de que el residuo salino mata flora y fauna
marina una vez se devuelve al océano, se requiere una inmensa cantidad
de energía para el proceso, liberando a la atmósfera millones de metros
cúbicos de CO2 contribuyendo al calentamiento global, razón principal de
la sequía.
Otros más pragmáticos exigen una reestructuración de la
tarifas de los precios del agua en todo el estado, la cual obligaría al
racionamiento por parte de los grandes productores agrícolas. Según
estudios, un recorte del 20% del agua por parte de este sector daría un
respiro a la crisis en todo el estado. El problema, concuerdan los
analistas, es que los grandes productores agrícolas harán hasta lo
imposible para que esto no ocurra”, concluye Murphy. “La situación es
realmente alarmante”.
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