La implantación de la apertura económica se fundó en que las exportaciones serían el motor del desarrollo y fuente de compensación suficiente de los efectos destructores que traerían las importaciones en el empleo y en la producción nacional. Se desechó el mercado interno como base del crecimiento, se dijo que estaba agotado, y se diseñó un modelo de economía orientada hacia los mercados externos con base en la ventaja comparativa.
Contrario a lo que enseñan los textos que se estudian en las universidades y que respaldan el aperturismo, el resultado no fue el esperado. Medido en la cuenta corriente de la balanza de pagos, donde se muestra si la economía obtuvo los dólares requeridos para su integración con las demás, ha sido periódicamente negativo. Entre 1993 y 1998, acumuló un déficit de más de 32.000 millones de dólares y en los mandatos de Uribe, entre 2002 y el primer trimestre de 2009, al faltante se agregaron otros 20.000 millones. Como para cubrir este desequilibrio hay que endeudarse; en veinte años, la deuda pública se incrementó en volumen y en el costo de financiamiento.
Economistas con otra mirada, como el brasilero Bresser Pereira, han develado que los países que deciden vivir del ahorro externo, de los créditos y de la inversión extranjera, terminan supliendo el ahorro interno y reforzando su dependencia. Colombia, que ha aplicado esa política con el falso rótulo de “confianza inversionista”, ya estaba incubando sus propios quebrantos, larvados en la revaluación del peso frente al dólar, y, el agro, la industria y el empleo empezaron a desacelerarse, coincidiendo también con el fin del auge de la construcción suntuaria, cuando sobrevino el infarto de Wall Street en septiembre de 2008.
Lo sucedido en adelante reafirmó la tendencia negativa. En mayo de 2009, la producción industrial cayó el 6,8% y las ventas el 5,8%. De casi 30 ramas manufactureras, sólo una, hierro y acero, no tiene cifras en rojo. El comercio, la agricultura, el transporte y la construcción van en picada. El desempleo, por más que se maniobren los datos, está en ascenso y en las trece áreas metropolitanas principales ya alcanzó el 13%, viniendo en alza desde octubre de 2007 cuando llegó a su más bajo nivel, el 11,5%. Uno de cada dos -de los empleos creados- está o entre quienes laboran en negocios familiares “sin remuneración” o como patronos o en el servicio doméstico.
En esta situación apareció la ruptura de las relaciones con Ecuador y Venezuela. Las exportaciones han evolucionado a la baja, por menores precios y volúmenes; en el primer semestre de 2009, fueron 19% menos que hace un año y las que se dirigen a Estados Unidos decayeron el 25%.
Las ventas a Venezuela, que a mitad de 2009 iban en 2.620 millones, apenas 70 millones menos que en 2008, evitaron el derrumbe de la balanza comercial. El precio del petróleo, la variable principal que rige el comercio entre los dos países, no ha afectado sobremanera el intercambio: Colombia se aproximaba a venderle a Venezuela casi 6.000 millones de dólares este año, un record, estando aún pendientes por concretar las ventas del sector automotriz.
No hay explicación clara para los pronósticos “optimistas” del Banco de la República ni se justifica que el ministro de Hacienda manipule las estadísticas. Caballero Argáez los ha refutado, definiendo la situación como “combinación explosiva tanto social como políticamente”. Lo que resta es vivir a cuenta, según el Producto Interno Bruto del primer semestre de 2009, de la minería, las finanzas y la construcción de obras civiles estatales. Estas últimas dependen del margen que permita el déficit fiscal; respecto al sector financiero, si la economía real no levanta, también caerá; aunque sus ingresos provengan más del cobro de servicios bancarios y de TES y bonos Yankees emitidos por Colombia y la minería es más saqueo que riqueza compartida y generación de trabajo.
Implantar bases militares de Estados Unidos en el territorio patrio acabó por dañar el escenario, se produjo un rechazo en la región suramericana que el gobierno de Uribe sabía que se ocasionaría. Esa decisión brinda evidencia de que en asuntos medulares el que manda es Estados Unidos; hasta las propagadas teorías de comercio exterior, que han inspirado el neoliberalismo de las dos últimas décadas, quedan relegadas, se desechan los negocios con los mejores socios aún en medio de crisis económica, se desestima la integración con el Sur y todo se supedita a los intereses estratégicos de la superpotencia ante los cuales Colombia se doblega.
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