miércoles, 7 de octubre de 2009

"Hegemonía social" frente al poder oligárquico-imperial

foto Damoison

Construir una efectiva y creciente “hegemonía social” es la tarea; que enfrente, debilite, desgaste, y derrote la “hegemonía oligárquica-imperial”, que todavía tiene mucho peso económico, mediático, político, en la región.

Fernando Dorado
Las revoluciones nacionalistas de América Latina atraviesan un momento importante. Tres tipos de problemas tratan de frenar su avance y desarrollo. La gran ventaja es que la región mantiene la iniciativa y los acumulados de lucha siguen vigentes. Dependemos de nosotros mismos.

El primer problema es cómo seguir madurando la integración, fortaleciendo la capacidad de ser independientes y autónomos, sin dejarnos llevar al terreno de la confrontación bélica. El imperio y las oligarquías regionales hacen todos los esfuerzos para provocar y alentar disputas.

Pretenden estimular los falsos y estrechos nacionalismos y explotarlos en su favor.
La construcción de la Patria Grande debe seguir siendo la meta. Esta se construye únicamente sobre la base del respeto a la diversidad. Como en una familia extensa, cada cual con su propio hogar, pero ayudándonos – con paciencia y sin afán - a que maduren los procesos. Ahí vamos.

El segundo tipo de problemas es cómo armonizar los múltiples intereses sectoriales que existen al interior de nuestros países. Tenemos necesidades acumuladas por siglos, las debilidades estructurales son inmensas, nuestros pueblos están en pleno crecimiento y autoafirmación. Es normal que se presenten choques y desavenencias que hacen parte de la vida.

Los gobiernos nacionalistas deben tramitar las reivindicaciones sociales y económicas con el máximo respeto y consideración. La democracia participativa, el diálogo y la concertación son herramientas básicas en la resolución de los conflictos. Sin embargo, no se puede caer en ejercicios de “falsos” co-gobiernos, que tienden a debilitar la imagen de los gobernantes ante el conjunto de la sociedad, quitándoles margen de maniobra frente a las derechas imperiales que están a la expectativa.

Si en verdad existen problemas de carácter político-institucional, como es el caso de los derechos de las nacionalidades y pueblos originarios, o la política frente a la explotación de los recursos naturales, dichos asuntos deben ser tramitados políticamente de frente al conjunto de la respectiva nación. No caben allí métodos gremialeros, ni tratos “bilaterales” entre el Estado-gobierno y las Organizaciones Sociales. Los dirigentes populares y los mandatarios deben diferenciar los espacios.

El tercer tipo de problemas tiene que ver con el Estado que han heredado los gobiernos nacionalistas y su manejo. La corrupción, la ineficiencia, los privilegios, los falsos conceptos que confunden lo “estatal” con lo “público”, deben ser atacados y denunciados. Hay que poner en evidencia – sin ningún temor – a todos aquellos que han vivido de un Estado secuestrado por las oligarquías. Ellos se saben camuflar y se trepan al tren del cambio para seguir "pelechando".

Algunos de estos sectores pretenden acelerar artificialmente las revoluciones democráticas y nacionalistas, planteando propuestas “socializantes” que no cuentan ni con la base material ni con los desarrollos políticos, sociales y culturales para hacerlos viables y sostenibles. Muchas de esas iniciativas sólo representan intereses burocráticos disfrazados de falso "estatismo".

Amplios sectores populares requieren de los esfuerzos de los gobiernos y de los sectores más avanzados de la sociedad para ser incluidos en procesos productivos consistentes y de largo plazo, que consoliden una verdadera fortaleza económica. Las calculadas y firmes nacionalizaciones de sectores estratégicos de nuestras economías van en esa dirección. La cimentación de nuestra seguridad alimentaria y el autoabastecimiento energético, son – igualmente - tareas urgentes. Ya vendrán nuevos desarrollos y avances.

No podemos crear falsas ilusiones entre nuestros pueblos. Pretender resolver todos los problemas de un día para otro no solo es imposible sino dañino e irresponsable. La base de la riqueza siempre será el trabajo; sólo que ahora estamos generando condiciones para disfrutar de su fruto. Vamos avanzando, apropiándonos - sin pausa y con consistencia - de lo que es nuestro, recuperando espacios, fortaleciendo poderes a todos los niveles, sin darle oportunidad a las derechas de enfrentarnos entre nosotros mismos.


Construir una efectiva y creciente “hegemonía social” es la tarea; que enfrente, debilite, desgaste, y derrote la “hegemonía oligárquica-imperial”, que todavía tiene mucho peso económico, mediático, político, en la región. La alianza consistente y madura entre gobiernos nacionalistas y los pueblos organizados definirá esa “dualidad de poder” a nuestro favor.
La impaciencia no es buena consejera. Confiemos en nuestros pueblos y afinemos el paso. Los vientos son de cambio y democracia

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