Un hecho a resaltar del 2010
Fernando Dorado
El suceso político del año en Colombia es “paradójico y sorprendente”. La caída del ex-presidente Uribe - considerado “héroe de la patria” y “campeón de la democracia” -, es un hecho a destacar y a entender. Mientras el “mejor presidente de la historia de Colombia” entra en desgracia, un experto en camuflaje político asciende como estrella. ¡Notable!
Uribe está saliendo por la puerta de atrás de la mansión oligárquica. Recibe del mismo “cocinado” que él le dio a David Murcia Guzmán DMG, hijo precoz y bastardo de la burguesía para-financiera. Lo único que le falta es ser extraditado. No sería nada extraño. ¡Quien a hierro mata a hierro muere!
Para entender el fenómeno hay que revisar los antecedentes. Es claro que los gringos impidieron su 2ª reelección porque “perdió la cordura democrática”. Pero se debe ir más allá. Uribe no hacía parte de la exclusiva elite dominante.
No portaba la estirpe aristocrática que dicen tener los potentados santafereños, caucanos y cartageneros. ¡Era un advenedizo!
Una mirada atrás
Uribe representa una parte del campesinado rico antioqueño venido a más por su alianza con el narcotráfico. No es un caso aislado. Desde finales de los años 70s del siglo XX, algunos empresarios paisas con propiedades en el eje Montelíbano-Caucasia-Ituango (Antioquia-Córdoba) se convirtieron en grandes latifundistas con un inmenso poder territorial y económico en esa región de Colombia.
La lucha contra la guerrilla los colocó a la cabeza de los terratenientes de todo el país, especialmente de la Costa Caribe (Atlántica). Así, un poder surgido a la sombra del narcotráfico organizó un ejército propio - las Autodefensas Campesinas -, y mediante la estrategia paramilitar cooptó al aparato estatal y puso a su servicio a las fuerzas armadas.
Uribe entendió que para ser presidente debía retar a la oligarquía. Su blanco de ataque fue la corrupción administrativa. Igual que Fujimori en Perú, acusó a las cúpulas de los partidos tradicionales de estar impedidos moralmente para derrotar a la insurgencia. Los culpó de permitir el crecimiento del conflicto. Decía que - ante la debilidad del Estado – eran los campesinos y empresarios del campo quienes realmente sufrían las consecuencias de la guerra. Y era cierto.
Las guerrillas se dedicaron a secuestrar y/o extorsionar hacendados y campesinos ricos mientras los grandes “cacaos” de la oligarquía manejaban sus negocios desde Miami y New York. Ese sentimiento fue explotado por los paramilitares quienes habían elaborado un discurso anti-oligárquico que influyó en amplios sectores del pueblo. Uribe ascendió, gobernó y trata de sostenerse con ese sermón que hoy suena a cuento chino.
Una vez se hizo presidente (2002), a diferencia de Fujimori, se reconcilió de inmediato con la oligarquía. Pactó la gobernabilidad con lo más corrupto del establecimiento. Creyó que iba a ser tratado como el hijo predilecto de los poderosos. Se equivocó en materia grave: los gringos y la plutocracia neogranadina lo usaron y ahora lo desechan como trasto viejo.
Una mirada actual
Si no comprendemos este fenómeno en todas sus facetas económicas, sociales, políticas y culturales no podremos entender ni enfrentar correctamente el momento actual.
Hoy, que oligarquía anti-nacional – representada por Santos -, intenta limpiarse de los crímenes que permitió, alentó y cometió, no podemos falsear ni olvidar la historia.
Hoy, que la corrupción y criminalidad que aparece a la vista de la sociedad nacional está acorralando al presidente de la “seguridad democrática”, debemos insistir que el “holocausto colombiano” no fue obra de una sola persona o de un pequeño grupo.
Hoy, que la mayoría de los políticos tradicionales le dan la espalda a Uribe, que son los mismos oportunistas que ayer se le arrimaron después de que éste los derrotó, no podemos ayudarles a que impunemente se laven la cara y sus manos criminales.
Hoy, que Santos está urgido de presentar ante la comunidad internacional la faceta de una “renovada democracia” no podemos hacerle el juego diciendo que “Santos tiene una política de fortalecimiento de los derechos humanos”, como hace Gustavo Petro.[1]
Hoy, que existe una tendencia creciente a reconocer que Uribe no sólo ordenó interceptar los teléfonos de magistrados, políticos de oposición y periodistas, sino que organizó una empresa criminal que en forma sistemática asesinó y desapareció a miles de personas, no podemos permitir que los beneficiarios de esas acciones oculten su responsabilidad.
Hoy, ante esa realidad palpable de horror y de espanto que aparece ante nuestros ojos, no es posible quedarnos callados y dejarnos deslumbrar por las poses cosméticas de quienes ayer – en medio de la orgía criminal –, entregaban miserable e indignamente los intereses de nuestra Nación al poder extranjero.[2]
Hoy, que ya nadie puede ocultar el sol con un dedo, tenemos que hacer evidente la cobardía, la indolencia, la flojera y el oportunismo de todos aquellos que sabiendo o sospechando lo que estaba ocurriendo, no dijeron nada o miraron para otro lado.
¡No! Hay que reafirmar lo que es verdad: lo ocurrido desde los años 80 en Colombia, que ha dejado a miles de víctimas en fosas comunes o desaparecidas, fue resultado de una política de Estado, financiada y pagada por los grandes monopolios capitalistas nacionales y transnacionales.
Que el afán de borrar esta página horrenda de tragedia y pavor, que la necesidad de salir de esta larga noche de terror, no nos lleve a legitimar mental y materialmente a la impunidad.
Sólo la aceptación de culpabilidad y la solicitud de perdón por parte de los perpetradores de los crímenes, y no sólo de sus realizadores materiales, podrá ser el inicio de una verdadera reconciliación entre los colombianos. Reconocer la verdad es el principal paso hacia la Paz.
Al cierre del 2010 debe quedar en primera plana el recuerdo imperecedero de las víctimas de un conflicto armado degradado al extremo que hoy es manipulado y controlado por las fuerzas del imperio y por una oligarquía experta en tirar la piedra y esconder la mano.
Tesis reflexiva: Es algo incomprensible por lo paradójico. El ascenso inicial de Uribe demostró que la oligarquía colombiana puede ser derrotada en plena y franca lid. Hizo evidente que nuestro pueblo guarda en su alma un fuerte sentimiento anti-oligárquico. El problema consiste en la actitud “cortesana” que ha hecho carrera en las fuerzas democráticas y hasta en las de “izquierda”. ¡Es parte de nuestra indignidad!
1] Entrevista de Gustavo Petro con El Universal. www.eluniversal.com.co/cartagena/política/la-falta-de-acción-ética-del-partido-me-puso-por-fuera”-gustavo-petro
[2] Ver: La Silla Vacía, “Así se cocinó el acuerdo de las bases militares, según WikiLeaks”. www.lasillavacia.com/historia/asi-se-cocino-el-acuerdo-de-las-bases-militares-segun-wikileaks-20825
No hay comentarios:
Publicar un comentario