Fernando Dorado
Los revolucionarios del mundo entero debemos ser los más auténticos luchadores por la democracia. La lucha por profundizar la revolución política es una tarea de máxima importancia en esta fase de los movimientos que se desarrollan en el mundo árabe y musulmán.
Entender en toda su dimensión este problema es fundamental para transformar las revoluciones actuales en una verdadera revolución social. Hay quienes subestiman la lucha por la democracia. Creen que los capitalistas, las oligarquías nacionales o el imperialismo pueden “limitar la revolución a las reformas políticas”[1], cuando lo que quieren es limitar el alcance de la revolución política en sí misma
– cercenarla, restringirla, adocenarla –, para poder engañar a la población e impedir que el pueblo asuma su realidad.Los capitalistas no pueden ser consecuentes luchadores por la democracia en esta fase del capitalismo “senil”. Ni siquiera por la democracia liberal-burguesa. La profundidad y el tamaño de la crisis sistémica del capitalismo los obliga a ser rabiosamente reaccionarios, conservadores, anti-democráticos. Se comprueba en EE.UU. y Europa con la aprobación de leyes anti-laborales (Wisconsin) y normas contra los inmigrantes, además de sus prácticas políticas que limitan la participación del pueblo en las decisiones del Estado.
Profundizar la revolución política en el mundo árabe y musulmán consiste entonces, en impulsar con toda nuestra fuerza y capacidad las reivindicaciones propias de la democracia representativa (burguesa), entre las cuales las más importantes son las garantías para ejercer la libertad política – individual y colectiva –, elecciones libres, democratización de los medios de comunicación, autonomía e independencia de los aparatos de justicia, garantías para la organización de los pueblos y trabajadores, etc.
Necesitamos condiciones políticas mínimas para que las masas populares transformen la energía revolucionaria – demostrada durante estas memorables jornadas – en fuerza organizada, para enfrentar con consistencia la siguiente fase de la revolución social que necesariamente será anticapitalista y anti-sistémica y que – como lo que están revelando los hechos –, va a tener un carácter global (planetario)
.
Se requiere un mínimo de libertad política para poder organizar las fuerzas populares. En los momentos de auge revolucionario el pueblo despliega una capacidad excepcional que le permite ejercer – de hecho – la democracia participativa (nuestra democracia). Lo hemos visto en la Plaza de Tahrir, la Qasba, de La Perla, y demás sitios donde el pueblo árabe ha hecho escuela de revolución política y social: debatiendo, legislando, educándose.
Pero una vez pasa la euforia revolucionaria – si no hay organización y fuerza real – son los poderes fácticos y las supremacías monopólicas capitalistas los que imponen su poder. La disciplina del trabajo asalariado, la hegemonía social y política existente, la tradición y la costumbre vuelven a imponerse, tratando de recuperar terreno, derrotando y debilitando el entusiasmo revolucionario.
Por otro lado, podemos equivocar el rumbo si no entendemos las posibilidades enormes que tiene la lucha por la democracia en cuanto a unir a la mayoría de la población y desenmascarar la doble moral de los capitalistas. Por ejemplo, plantear en el marco de la revolución algunas reivindicaciones sectoriales de los trabajadores y/o de otros sectores sociales, es darle a los capitalistas la oportunidad de dividirnos, enfrentarnos, mostrarnos como utilitaristas y oportunistas. Hay que ser muy cuidadosos.
Es evidente que los sectores más avanzados de los trabajadores tenemos que aprovechar los espacios conseguidos para plantear un programa revolucionario, para educar y hacer conocer que las causas de los problemas de la sociedad – el desempleo, el hambre, el calentamiento global, la descomposición social, la crisis espiritual, el consumismo desenfrenado – están en la raíz inicua o esencia inequitativa del modelo de explotación capitalista.
Es importante recordar que la lucha por libertad política siempre ha sido una bandera popular. Es fundamental entender que hoy la democracia política es una herramienta – un medio – para avanzar hacia la revolución social.
Por ello hay que estar conectados con el movimiento. Con paciencia calibrar sus avances y desarrollos. Sólo de esa forma fortaleceremos nuestra influencia, sin aislarnos, sin darles a los capitalistas la ocasión de golpearnos. Así podremos mantener unido al pueblo y dispuesto a seguir profundizando la revolución. Sólo así triunfaremos.
Nota: En Libia la lucha por la democracia política incluye la defensa de la unidad y la soberanía de la Nación, oponernos a cualquier tipo de intervención imperial y extranjera, y desenmascarar los planes monárquicos y divisionistas de cúpulas tribales – estimuladas desde afuera o empoderadas desde adentro –, que pescan en río revuelto.
[1] Socialist Worker: Entrevista a Sameh Naguib, miembro de los Socialistas Revolucionarios de Egipto. Conversación con un socialista egipcio. http://www.enlucha.org/site/? q=node/15778
No hay comentarios:
Publicar un comentario