miércoles, 4 de octubre de 2017

COLOMBIA: La situación fronteriza con Venezuela

El Ejercito de Liberaciòn Nacional (ELN) ha firmado con el gobierno de Santos  un cese bilateral y temporal del fuego
Una mirada y una alerta  sobre esa caliente frontera 
  
Carlos Gonzàlez (ELN revista Insurreciòn 601) ¿A qué fue a Arauca el embajador de EEUU en Bogotá, el pasado lunes 25 de septiembre? A declarar que “Venezuela no ha tenido voluntad frente a la crisis humanitaria”; lo que equivale a decir que el embajador colombiano en Washington, hubiera podido viajar a la frontera entre EEUU y México, a declarar que “México no tiene voluntad para resolver los problemas fronterizos”. Al comparar estas dos declaraciones se
encuentra la diferencia, entre ser un Estado soberano y ser una neocolonia.

¿Qué incidencia tiene la situación fronteriza colombo-venezolana en la actual coyuntura que vive la república Bolivariana? Tiene casi todo que ver, pues desde hace años la frontera está agrietada por el contrabando de todo tipo de productos alimenticios, industriales y combustibles que pasan “clandestinamente” desde Venezuela y llega al comercio colombiano, favorecido por una distorsión cambiaria de la moneda venezolana, lo que sostiene este tipo de economía ilegal.

 Armas ilícitas

Este comercio ilegal es patrocinado y realizado en grandes volúmenes por el narcoparamilitarismo colombiano, que a su vez tiene nexos directos con la derecha venezolana, comprometida a fondo en los intentos de desestabilización interna de su país, a través de la generación de ataques y sabotajes conocidos como “guarimbas”, contra el gobierno del presidente Maduro y contra el pueblo chavista.

 Colombia viene asumiendo como en los años del gobierno de Uribe Vélez, un rol preponderante en la estrategia intervencionista diseñada por el Pentágono y retomada este año por el presidente Donald Trump, para derrocar el proceso revolucionario en Venezuela.

 Las decisiones políticas se coordinan desde Bogotá, pero es Cúcuta el principal centro fronterizo desde donde se mueve y se operativiza todo el andamiaje criminal del narcotráfico y el paramilitarismo, que afecta y penetra al hermano país, como parte de esta  campaña de intervención imperialista que integra múltiples componentes, como el militar, el comunicacional, el diplomático y el económico.

 En lo económico se destaca una red de todo tipo de actividades ilegales como el contrabando, el cambio de divisas y el tráfico de personas, que funciona gracias a la complicidad y la anuencia de las instituciones encargadas del control, la seguridad y la inteligencia tales como la policía, el ejército, Migración Colombia, la Aduana, la gobernación y las alcaldías de los municipios fronterizos pues se desarrollan a plena vista de todas las autoridades del Estado colombiano, sin que ninguna tome medidas para atenuarlas, dado que hacen parte de una misma madeja de corrupción.

 La especulación monetaria

El cambio de moneda se ampara en la Resolución 8 del año 2000 del Banco de la República de Colombia, por medio de la cual a las Casas de cambio en la frontera en su mayoría propiedad de personajes ligados al paramilitarismo, se les permite manipular a su antojo, coordinando previamente con agencias ubicadas en Estados Unidos, el precio del cambio para la moneda venezolana en comparación con el dólar, sin usar como referencia el valor real que coloca el Banco de la República desde Bogotá, quién es el ente facultado constitucionalmente para establecerlo.

 De esta manera se le hace un grave daño a la economía venezolana, pues al distorsionar el real valor de la moneda se alteran los precios a la venta al público de los productos de necesidad básica que en su mayoría son importados, y se encuentran acaparados, se dispara la inflación de forma artificial, se generan mercados paralelos de productos a sobreprecio y se fomenta el fenómeno del contrabando y reventa de productos conocido vulgarmente como “bachaqueo”.
 

El imperio escala la intervención

Igualmente la población de la frontera en Norte de Santander viene siendo sometida por una campaña de ablandamiento y sugestión a través de los medios de comunicación y de las iglesias para servir de apoyo y aceptar la ubicación de campamentos para  refugiados, que supuestamente se acumularán por la crisis económica del hermano país y por el pronosticado incremento de la violencia al desatarse una guerra civil, que derivará en una necesaria intervención “humanitarias” internacional en Venezuela al estilo de Siria, Libia o Irak.
 

En este escenario se ha desarrollado la coyuntura de ataques derechistas violentos aunada a la deliberada campaña de desprestigio a nivel internacional lanzada por organismos diplomáticos como la OEA y las redes sociales que busca únicamente el derrocamiento del presidente constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro y la quiebra política del proyecto revolucionario bolivariano que impulsó y sembró el comandante Hugo Chávez.

 A raíz de la convocatoria por parte del gobierno venezolano de la Asamblea constituyente y con la ratificación del proceso en las elecciones del 30 de julio, se logra derrotar temporalmente el plan violento de la derecha, pero a un costo de más de 120 muertos y cantidad de destrozos materiales en  4 meses, causados por los desmanes y actos de terror de una oposición que viene siendo financiada, apoyada y entrenada desde el exterior, en especial desde territorio colombiano, de una forma cada vez más descarada.
 

Debido a este fracaso es que el imperialismo norteamericano, retoma la fase del  plan que intenta utilizar al renovado Ejército colombiano bajo los estándares de la OTAN junto a los ejércitos de Brasil y Perú como una fuerza disponible de choque de una posible intervención militar, como con la que el empresario-presidente Trump ha vuelto  amenazar de forma directa a Venezuela.

 No debe quedar duda que la geoestrategia yanqui sigue en pie, incentivando el reacomodo de las oligarquías locales, y que Colombia se presta a los intereses imperiales de vulnerar la soberanía del pueblo venezolano, moviendo tropas sobre la frontera, presionando desde la Alianza del Pacifico, la OEA y declarando ilegitima la victoria democrática del chavismo.

 Respeto a la autodeterminación

Como organización revolucionaria y antiimperialista rechazamos cualquier invasión o intervención en el territorio de Nuestra América y debemos estar prestos a apoyar el proceso bolivariano y cualquier otro que busque la justicia social y el empoderamiento de la soberanía popular y que sea amenazado por el fascismo internacional.

 En la frontera nuestra tarea debe ser crear vínculos solidarios de hermandad entre las dos naciones para romper con la xenofobia y el temor que se pretende imponer a la población colombiana, en donde se quiere presentar al venezolano como el enemigo a odiar y el modelo político del gobierno venezolano como una “dictadura”, cuando la realidad muestra que lo que ha hecho es fortalecer la democracia garantizando la realización de sucesivas elecciones y el empoderamiento del pueblo, con su participación en la construcción de su propio modelo de sociedad.
 

Seguimos la denuncia permanente de los intereses que hacen de la frontera con Venezuela una bomba de tiempo en lo social, económico político y militar, por la ausencia del Estado colombiano, por las carencias que sufre la población autóctona, por la militarización constante y creciente, por el poder que maneja el paramilitarismo y por la sistemática violación de los derechos humanos a las comunidades y a sus líderes.

 Son 2.219 kilómetros de frontera que compartimos con la hermana Venezuela, pero tenemos la misión de aportar en la integración de los pueblos, el compromiso de sostener el ideario de Bolívar, tenemos una experiencia de 53 años de lucha para enfrentar al enemigo imperial, tenemos una vocación y ejemplo internacionalista y una convicción clara de defender la Patria Grande, con el ejemplo de los comandantes Ernesto Guevara y Manuel Pérez.

 Nuestro llamado es a defender el proceso Bolivariano, a crear bases políticas revolucionaria en el cordón fronterizo, a estudiar y conocer las dinámicas de la frontera, para seguir construyendo propuestas que beneficien a las mayorías, para lograr unas fronteras sin violencia, con integración y justicia social.

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