sábado, 23 de mayo de 2009

Colombia: Limitaciones historicas de la izquierda

obra de Oswaldo Guayasamin

Quienes no conocen la historia de las luchas campesinas de la segunda mitad del siglo XX, no pueden entender lo que ocurre en la actualidad..

Fernando Dorado
Algunos amigos me preguntan sobre los “errores del Polo”. Creo que en este momento no vale la pena referirme a las fallas puntuales de los últimos tiempos. Lo importante es identificar las limitaciones históricas que han determinado que la izquierda colombiana no haya podido liderar – hasta el momento - un proceso revolucionario exitoso. Es el tema planteado por Gloria Gaitán en su última columna.[1]
Una compañera me recuerda lo siguiente: “Cada momento y cada protagonista histórico tiene su valor y deja su aporte a la posteridad... depende de la grandeza, inteligencia y capacidad de la sociedad en general, y de los líderes (especialmente políticos) en particular, para que ese legado sea aprovechado y rinda frutos.”[2]
Quienes no conocen la historia de las luchas campesinas en Colombia, lo que fue la insurrección popular gaitanista, y el devenir de las guerrillas comunistas, socialistas y nacionalistas de la segunda mitad del siglo XX, no pueden entender lo que ocurre en la actualidad. Esa historia - llena de heroísmo, de buenas intenciones, de solidaridades y amores, pero también de graves errores – pesa todavía con mucha fuerza en nuestro país. “Los errores del pasado rondan como un fantasma en la cabeza de los vivos” dijo algún famoso pensador.
Parto de cuestionar los dogmas. Existe, en la mayor parte de la izquierda colombiana ylatinoamericana una idealización de la lucha guerrillera. Es un esquema dañino que alimenta el mesianismo paternalista. No es cierto, como muchos piensan, que la insurgencia guerrillera en Colombia sea una creación de la izquierda revolucionaria. Es una apreciación errada que hay que revisar.
Con ocasión de la aplicación de una tímida reforma agraria expedida por Alfonso López Pumarejo en 1936, los grandes latifundistas lanzan una ofensiva contra las masas campesinas e indígenas, que se ven empujadas a tomar las armas. Esa resistencia de los pobres del campo se entrelaza después de 1948 con la insurrección popular que se alza en protesta por el asesinato del caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán.


Dicho levantamiento, al no triunfar en las ciudades, asume la forma de guerrillerismo liberal. Se debe anotar que Gaitán era un dirigente de clara orientación socialista, que fue incomprendido y atacado de “fascista” por el Partido Comunista. Grave error histórico de la izquierda colombiana que todavía no acabamos de pagar, que no ha sido suficientemente reconocido ni explicado.

La sublevación gaitanista no contó con la organización ni la dirección revolucionaria que la condujera hacia el derrocamiento de la oligarquía. En respuesta, las clases dominantes apoyadas por los gringos, utilizaron la “guerra sucia”, el paramilitarismo de entonces (policía chulavita) y la propaganda “negra” de corte clerical, para convertir la resistencia armada popular en una lucha estéril y desgastante, que los historiadores académicos han dado en llamar “La

Violencia de los años 50”. Fue toda una década de expropiación violenta de territorios campesinos que empujó a millones de personas hacia una urbanización forzada o hacia la colonización de nuevas áreas para ensanchar la frontera agrícola. Ese proceso continuó en las siguientes décadas de diversas formas y se volvió a agudizar después de 1996 con la ofensiva narco-paramilitar.[3]

Pero, volvamos atrás. Después de la revolución cubana (1959) en muchos países de América Latina cientos de jóvenes se lanzan a encabezar las supuestas insurrecciones que iban a surgir. En Colombia se encuentran con guerrillas campesinas a la defensiva.

Antes de crearse las FARC, los sectores campesinos que todavía resistían se habían organizado en verdaderas Autodefensas Campesinas (nombre que los paramilitares se lo apropian, tres décadas después). Ya había pasado el auge de las luchas de las guerrillas liberales, y los campesinos, con alguna influencia de dirigentes comunistas, estaban en la táctica de acumular fuerza.

En la década de los años 60 esos núcleos de resistencia no armada son obligados por la presión militar a convertirse en guerrillas móviles. Así surgen las FARC en el sur del país recogiendo luchadores de amplias regiones como Sumapaz en Cundinamarca, centro y sur del Tolima, norte del Huila y oriente del Cauca. Aparece también el ELN que se alimenta de reductos de luchas campesinas de Santander, y el EPL que se inserta en las luchas agrarias del norte de Antioquia, Córdoba y Sucre.

Más tarde, en el seno de las FARC surgen dirigentes como Jaime Bateman que entendieron las limitaciones de esa guerra de resistencia. Concluyeron que se necesitaba un nuevo tipo de acción, una mayor conexión con el espíritu popular, y una estrategia diferente.

Se retiran de las FARC y se relacionan con sectores socialistas que militaban en la Alianza Nacional Popular, partido fundado por el general Gustavo Rojas Pinilla, quien había sido utilizado por la oligarquía para reprimir al pueblo en 1953, pero que se le había salido de control a la oligarquía al crear su propio partido de orientación populista.

En 1970 el establecimiento oligárquico desconoce los resultados de las elecciones que le dan el triunfo a Rojas Pinilla, situación que permite que este núcleo de revolucionarios se constituya en el M-19, levante las banderas nacionalistas, democráticas y populares que había portado tres décadas atrás el movimiento gaitanista, banderas que estaban latentes en el alma popular. La estrategia que se impulsa es semi-insurreccional, basada en la propaganda armada y en la exposición mediática.

La actitud asumida por la “izquierda tradicional” frente a Gaitán, vuelve y se repite con el M-19. Independientemente de si la táctica insurreccional era o no acertada, los diversos grupos de izquierda reaccionan en forma sectaria frente a esa nueva dirigencia revolucionaria.

Estos “muchachos” como los llamaban los campesinos, fueron - tal vez – los únicos rebeldes que se aproximaron a la posición y actitud gaitanista, durante esos años de la década del 70 y primera mitad de los 80.

Enfrentaron a la oligarquía liberal-conservadora tratando de interpretar los sueños y aspiraciones populares de justicia social y democracia. Para hacerlo tuvieron que romper con los “esquemas ortodoxos” que eran obstáculo para alcanzar esa conexión con el “país nacional”, que Gaitán siempre exigió.
Uno de los errores históricos, resaltado por la hija del inmolado tribuno popular en el artículo de referencia, consiste en que nuestra intelectualidad revolucionaria “no se fusiona visceralmente con el alma popular”, no arriesga, no se integra con ese espíritu sencillo pero sabio que anida en el seno del pueblo. Y recordaba esta frase de Gaitán: "Yo no soy yo, personalmente; yo soy un pueblo que se sigue a sí mismo cuando me sigue a mí que lo he interpretado". Y agrega esta cita que es muy aleccionadora:
“Yo no creo en el destino mesiánico o providencial de los hombres. No creo que por grandes que sean las cualidades individuales, haya nadie capaz de lograr que sus pasiones, sus pensamientos o sus determinaciones sean la pasión, la determinación y el pensamiento del alma colectiva. No creo que exista ni en el pretérito ni en el presente un hombre capaz de actuar sobre las masas como el cincel del artista que confiere caracteres de perennidad a la materia inerte.

El dirigente de los grandes movimientos populares es aquel que posee una sensibilidad, una capacidad plástica para captar y resumir en un momento dado el impulso que labora en el agitado subfondo del alma colectiva; aquel que se convierte en antena hasta donde ascienden a buscar expresión, para luego volver metodizadas al seno de donde han salido, las demandas de lo moral, de lo justo, de lo bello, en el legítimo empeño humano de avanzar hacia mejores destinos.”[4]
El Polo es un proyecto político bien intencionado. Es la fusión de todas las izquierdas o la mayoría de ellas. Parte importante de este proyecto se ha construido sobre los estertores y alientos, de lo que fue el M-19. En las bases del PDA - sobretodo en los militantes más veteranos - sobrevive mucho de esa pasión gaitanista.

Desgraciadamente ha primado el espíritu burocrático, están subordinados los intereses populares frente a los de los “grupos”, se imponen las sectas que tienen más de cuatro décadas de “mirar hacia adentro”, juegan allí las cúpulas sindicales acostumbradas a las reivindicaciones legalistas, e influyen fuertemente toda clase de ONGs más interesadas en contratos que en cambios estructurales de la sociedad. En fin, se imponen al interior del Polo actitudes alejadas del alma popular.
Hoy que el Polo pasa por un momento muy difícil, es importante que todos reflexionemos sobre los llamados de atención como el que nos hace Gloria Gaitán. Algo debemos remover en nuestro espíritu para retomar la senda. No está demás decir que, ese “no estar conectado con el pueblo”, no es una característica exclusiva de la izquierda legal. Creo que todos – de alguna manera - la padecemos.

[1] http://www.kaosenlared.net/noticia/colombia-gaitan-esta-de-moda
[2] Aporte de Martha Eugenia Botero T. en correspondencia mutua.
[3] Ver columnas de Alfredo Molano Bravo en El Espectador. http://www.elespectador.com/feudo-inexpugnable.
[4] Jorge Eliécer Gaitán. “Discurso-programa de su candidatura presidencial” (1945).

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