miércoles, 13 de mayo de 2009

¿Cómo derrotar el referendo plebiscitario?


foto Oscar Paciencia, Transmilenio, Bogota

Fernando Dorado El referendo plebiscitario uribista se ve venir. No es un referendo más. Es, prácticamente, el adelanto de las elecciones de 2010. Si no entendemos esto, los demócratas colombianos no podremos derrotar a Uribe. La sola campaña de oposición a la reelección no es suficiente.
¿Es correcto centrar los esfuerzos antireeleccionistas en torno a la “defensa de la democracia”, “recuperar el Estado social de derecho”, y demás aspectos circunscritos a la forma de Estado (régimen)? ¿Ese será el tema central que preocupa a la mayoría de la población? ¿La Gran Confluencia Democrática sólo es para oponernos a la reelección, o hay que ir más allá y construir un acuerdo programático, que sustente la necesidad de un “gobierno de transición”?

Las cartas de Uribe

están sobre la mesa. El pueblo debe escoger entre darle continuidad a sus políticas o probar con otras fórmulas. Uribe propuso un camino: prometió seguridad derrotando el “terrorismo”, ofreció crecimiento económico basado en la “confianza inversionista”, y le apuntó a la “cohesión social”.

La seguridad y la confianza inversionista las consiguió parcialmente. Claro, llevándose por delante los derechos humanos y la soberanía nacional. Los grandes capitalistas monopólicos, especialmente los extranjeros, están felices. Hay que ver cómo los empresarios españoles le ruegan que continúe. Sin embargo, el costo de mantener a raya a la guerrilla es altísimo. Por ello, nuevos impuestos para la guerra - en medio de la recesión – no han caído bien, y lo más grave, la inseguridad crece a diario en las ciudades.

En el tema de la seguridad tenemos una contradicción. La permanencia de las FARC - y de sus acciones -, así sean esporádicas, es leída de dos maneras: para unos, es el fracaso de la política de seguridad de Uribe; para otros, obliga a persistir en el camino de la guerra. El término medio, pocos lo conciben o entienden. Crece un sentimiento generalizado hacia la búsqueda de reconciliación, por una paz negociada, pero como sociedad nos ha faltado más autonomía y decisión en esta tarea.

En cuanto al crecimiento económico, Uribe se sumó a la corriente neoliberal mundial. En un primer momento contó con suerte. Dicen los expertos que pudo mostrar cifras y una percepción general de estabilidad, gracias a fenómenos internacionales, la entrada de divisas enviadas por los inmigrantes colombianos en los EE.UU. y Europa, y los recursos de la economía del narcotráfico. No consiguió la firma del TLC, que es su gran deuda con los empresarios. Hoy su balance es a la baja e intenta capotear la crisis.

En cohesión social Uribe sólo tiene resultados negativos. Cientos de miles de familias desplazadas y desmembradas por la violencia. El crecimiento económico no se ha traducido en progreso e inversión social. Sin embargo, un buen sector de la población está amarrado al gobierno por lazos clientelistas. Los programas asistencialistas dirigidos a la población vulnerable (familias en acción, erradicadores de coca, desplazados, tercera edad, guardabosques, y otros) le dan al gobierno una amplia base de apoyo. Las familias ligadas a las fuerzas militares y a la burocracia estatal son otra gran tajada. Su “cohesión social” es clientelista y comprada.

Nuestro reto
Si el gobierno fija el referendo reeleccionista para diciembre, tendríamos seis meses para diseñar, informar y posicionar una propuesta alterna. La consulta liberal, la campaña del Polo y las ofertas de candidatos individuales, pueden contribuir a aclarar algunos aspectos de esa propuesta, pero también envían mensajes de dispersión y falta de consistencia. Puede ser un contraste negativo frente a lo consolidado por Uribe en el ideario popular.

En lo económico, un sector de la izquierda intenta explotar las consecuencias de la crisis. “Ya viene el zorro” pareciéramos decir, anunciando situaciones apocalípticas. Y sucede que no todo sentimiento de incertidumbre frente a una crisis lleva a la búsqueda automática de cambios. Por el contrario, en este momento, los más pobres – dependientes de los subsidios del Estado – temen perder esas “limosnas”; los sectores medios sienten pánico frente a la posibilidad que la crisis se agudice; y los ricos se aferran a sus privilegios. El conservadurismo se vuelve tabla de salvación.

Es palpable que amplios sectores de la población han venido distanciándose de Uribe, además de quienes nunca lo han apoyado. Allí hay trabajadores, sectores indígenas y campesinos, los afectados por la política financiera, y muchos otros sectores de la población. El problema consiste en lograr movilizar alrededor de nuevas alternativas a ese potencial humano, que casi nunca participa electoralmente. He allí el reto.

Creo, que la mayoría de la gente que vota a conciencia en la Colombia de hoy, aspira a encontrar propuestas tranquilas, no polarizantes. Esa es una de las debilidades de Uribe y en parte del Polo (que privilegiamos la confrontación), y uno de los aciertos de Sergio Fajardo. Esa ciudadanía reflexiva quiere reconciliación y un manejo económico tranquilo, en donde ven – todavía - a los EE.UU. como aliado.
El Polo, así estuviera unido, no muestra contundencia. No hemos construido confianza, ni para hacer la paz ni para manejar lo económico. Por ello la estrategia de impulsar una Confluencia Democrática es clave. No parto de mis deseos, intento percibir la realidad. Así no guste.

Aportes al Proyecto de Nuevo País
Es claro que necesitamos pensar más allá de la “reconciliación”. Entre los puntos a trabajar propongo:
- Insertarnos en la modernidad, conquistar la soberanía política y construir la normalidad institucional democrática.

- Acabar con la “dualidad increíble y anormal” que significa tener entrelazados un Estado legal y uno ilegal (cooptado por la criminalidad y la mafia), varias economías (‘enclaves’ globalizantes, formal, informal, narco, etc.), y diversos ejércitos (oficial, insurgente, paramilitar y emergente).

- Apropiarnos como nación del territorio y de sus recursos, reconstruir nuestra producción industrial y agrícola, fortalecer el mercado interno; todo ello, a fin de promover una verdadera inclusión social y garantizar el progreso y el bienestar de todos los colombianos.

- Finalmente, para avanzar necesitamos consolidar alianzas sociales y políticas como base fundamental del nuevo País, orgánicamente recompuesto, que deje atrás la guerra permanente, y pueda transformar el abultado presupuesto militar en gasto e inversión social.

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