A los Kirchner de Argentina no les perdonan su independencia en política y sus medidas en defensa de la nación, tales como su reticencia a participar en TLC’s que liquidarían su industria nacional y pondrían en peligro su agricultura; o haber sido los anfitriones del entierro de tercera a la política recolonizadora norteamericana del ALCA; o su autonomía frente a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, léase el Departamento del Tesoro de Washington, después de pagar en un solo contado la deuda que todavía la mantenía atada a sus mandatos; o la nacionalización de los fondos privados de pensiones, cuyo manejo le daba gigantescas comisiones a las multinacionales financieras sin necesidad de trabajar; para citar sólo unos ejemplos. Desde luego los Kirchner no han podido solucionar todo el cúmulo de desigualdades y crímenes que los períodos de la dictadura militar y de Menem, el genio del neoliberalismo de ese país (¡porque aquí tenemos los propios!), dejaron como herencia nefasta.
La empresa Papel Prensa, que suministra papel monopólicamente a los diarios argentinos, pertenecía a la familia Graiver, acusada por la dictadura argentina de connivencia con el grupo Montoneros. Basándose en esta acusación de la cual fueron luego exonerados, la dictadura argentina se apoderó de las acciones que tenía en la empresa Papel Prensa, las congeló, y luego mediante maniobras intimidatorias obligó a su venta de la cual fueron beneficiarios los diarios Clarín, La Nación y La Razón. Desde 1984 la Fiscalía argentina llegó a la conclusión de que la venta de la empresa había sido realizada mediante coacción y comprada por estos tres diarios a precio vil aprovechándose de las vicisitudes y la persecución intimidatoria que sufrían los herederos de David Graiver.
Los hechos son escandalosos. Cinco días después de que Lidia Papaleo, esposa sobreviviente de David Graiver, acudió coaccionada a una notaría para firmar los papeles de la venta de las acciones, fue encarcelada por la dictadura argentina junto con gran parte de su familia y sus colaboradores, mantenida en aislamiento, violada y torturada brutalmente. Los mismos diarios argentinos que participaron en este hecho criminal reconocieron en comunicados de la época que la compra de las acciones se realizó “previa consulta y conformidad de la junta de Comandantes en Jefe”. Además reconocen que esta transacción les permitió conformar un monopolio vertical de prensa y que “controlar el papel es controlar la información”. Fin último de estos periódicos y de la dictadura militar en toda esta maniobra delincuencial.
Ahora, el gobierno de Cristina Kirchner ha sacado a la luz este episodio trágico para la familia Graiver y ha propuesto crear una comisión bicameral y un Consejo consultivo federal que democratice el acceso igualitario al insumo básico de los diarios manejado desde la década del setenta monopólicamente por los diarios Clarín y La Nación, que le cobran a los demás diarios hasta un 40% de sobreprecio sobre el que ellos pagan por el mismo papel.
¡Y quien dijo miedo! Todos a una se le han venido encima con condenas del Departamento de Estado de Estados Unidos, de los monopolios periodísticos gringos y de toda América Latina. El diario El Tiempo en editorial del pasado sábado 28 de agosto nos da su propia versión de los hechos y obrando como juez y parte exonera a los diarios Clarín y La Nación, poseedores entre ambos del 71% de las acciones de Papel Prensa.
Sin contar los pormenores del negocio realizado durante la dictadura pasa a señalar que los Kirchner “eleva(n) a un nivel casi delirante su pelea con la prensa al acusarlos de crímenes de lesa humanidad contra los Graiver”; y los declara inocentes contra toda evidencia al señalar que “los registros muestran que la transacción comercial nos solo fue legal y pública, sino que se llevó a cabo cinco meses antes de que los militares desataran su persecución contra los empresarios”. Y concluye que “Semejante movilización del poder ejecutivo argentino es una amenaza profunda a la libertad de prensa en toda América Latina”.
Esta solidaridad entre monopolios que lleva a El Tiempo a sentar su protesta frente la justa posición del gobierno argentino ignorando los tenebrosos métodos utilizados para hacerse al control de la empresa papelera, es una muestra más de cómo se comportan los consorcios de prensa en toda la región, convencidos arrogantemente de que la libertad de prensa está íntimamente ligada a los intereses económicos de las corporaciones que los regentan.
Por eso, en los países en los que mantienen una colaboración cercana con los gobiernos por su identificación ideológica, se muestran zalameros e incondicionales hasta la lambonería, como la que por ejemplo padecimos aquí en el gobierno de Uribe y ahora en el de Santos. Pero en los países cuyos gobiernos se apartan del fundamentalismo neoliberal se convierten en feroces opositores aprovechando su posición privilegiada y echando mano de cualquier recurso por rastrero que sea para solidarizarse incluso con los crímenes que sus colegas de la SIP han cometido en la colaboración con las dictaduras de sus países.
Los intereses de la nación son sustituidos por los intereses de los negocios de sus grupos empresariales, con la complicidad del gobierno de turno. Razón tiene Vladdo cuando en su caricatura semanal del Palacio de Nariño trueca la bandera nacional por las banderas de El Tiempo y del Grupo Planeta. La libertad de prensa se cambia por la libertad de hacer negocios al precio que sea, como vimos aquí con las maniobras sucesivas con que el gobierno de Uribe pretendió adjudicarles el tercer canal de televisión abierta.
Es justa la pretensión del gobierno argentino de deshacer el oscuro negocio que permitió a los diarios Clarín y La nación apoderarse de la empresa productora de papel, garantizar a todos los diarios argentinos el acceso en condiciones de igualdad y precio de este insumo básico y garantizar que sus justos dueños sean resarcidos por los crímenes que contra ellos se cometieron.
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