Fernando Dorado Sin
haber terminado el paro nacional agrario ya ha obtenido resonantes e
importantes triunfos. Colocó en boca de todo el mundo el tema de los
efectos desastrosos que han ocasionado los Tratados de Libre Comercio a
la economía nacional y campesina, y puso en evidencia la nefasta
política agraria neoliberal que se aplica en Colombia. Es un hecho
histórico.
El
gobierno - agobiado por la fuerza del paro agrario y acorralado por sus
propios errores –, ha lanzado el “salvavidas” de un supuesto “Pacto
nacional por el sector agropecuario y el desarrollo rural” convocando a
gobernadores, partidos políticos, académicos, gremios y organizaciones
agrarias para formular una política para “convertir el sector, no en un
foco de pobreza, sino en un centro de equidad y prosperidad”.
Los
dirigentes del movimiento agrario se debaten entre asistir o no a esta
convocatoria que ha lanzado el gobierno para el próximo 12 de
septiembre/2013. Al estar involucrados en el desarrollo del paro, en su
logística, recibiendo garrote físico y estar pendientes de su desenlace
en las mesas de negociación, pareciera que los dirigentes campesinos no
se han percatado de la enorme tronera que han abierto en la opinión pública nacional.
Hay que
hacer conciencia que el gobierno no aprende ni rectifica. Al nombrar a
Rubén Darío Lizarralde, gerente de Indupalma como Ministro de
Agricultura, muestra que no piensa ni por un instante modificar su
política, y por el contrario aspira a profundizar el desarrollo agrario
basado en las grandes inversiones agro-industriales ofreciéndoles a los
pequeños y medianos agricultores ser “socios menores” de sus grandes
agro-negocios.
También,
frente a los Tratados de Libre Comercio TLCs el gobierno es inflexible.
En eso toda la oligarquía está unida. Uribe dijo: “Ojo con cerrar la
economía”. Ellos no rectificarán hasta que el conjunto del pueblo
colombiano no reaccione y los derrote plenamente.
Por eso,
precisamente por eso, es que la fuerza acumulada por el paro agrario –
que está atesorada fundamentalmente en la mente y el sentimiento de
millones de colombianos solidarios –, debe convocar abiertamente al
pueblo colombiano para que se pronuncie democráticamente en respaldo de
las iniciativas campesinas.
Con ese
único objetivo hay que asistir a la convocatoria que ha hecho el
presidente Santos. No para hacerle el juego a su reelección sino para
presentar nuestras propias propuestas campesinas a la Nación. Tenemos
la obligación de hacerlas conocer por los medios de comunicación, siendo
conscientes de que los representantes de los movimientos y
organizaciones agrarias son las estrellas del momento.
Entre
las propuestas que podrían ser presentadas está la de realizar una
Consulta Popular o un Referendo que decida básicamente tres temas:
1. Si
el pueblo colombiano quiere o no que los Tratados de Libre Comercio
sean renegociados en el tema agrícola y en lo relativo a la propiedad
intelectual, especialmente la problemática de las semillas.
2. Si el pueblo colombiano apoya o no el diseño de una política agropecuaria basada en el apoyo de la economía campesina.
3. Si
el pueblo colombiano rechaza o no la política de legalizar las
adquisiciones indebidas de tierra que han realizado empresas como Rio
Paila y otras grandes empresas capitalistas nacionales y extranjeras en
la “altillanura” oriental y otras regiones.
Hay que
asistir a dicha convocatoria para aguarle la fiesta a la oligarquía. Hay
que estar ahí para denunciar la maniobra que están montando para
engañar una vez más al pueblo. Hay que asistir allí – donde van a estar
todas las cámaras prendidas – para hacer el “show agrario”, reivindicar
la ruana boyacense, el poncho llanero, los símbolos campesinos y
potenciar el “cacerolazo” a niveles institucionales.
No es el
momento de timideces ni de abstencionismos. Es el momento de potenciar
la fuerza de los paros a un nuevo nivel – el de la política –, el de
conquistar a las mayorías nacionales. El movimiento agrario – en sus
diversas vertientes y expresiones – debe colocar su propia agenda
política para las próximas elecciones.
La tarea
del momento es avanzar y ganar nuevos espacios. No hacerle el juego al
gobierno dejándolo con las manos libres para que organice falsos
“pactos” que sólo son demagógicos y electoreros. Hay que coparle todos
los terrenos. Esa es la obligación de los dirigentes del movimiento
agrario que no se deben agotar exclusivamente en negociaciones
infructuosas con el gobierno. La obra principal del momento es
fortalecerse en un nuevo terreno de lucha que es la disputa abierta por
una Gran Consulta Ciudadana y Popular (o Referendo) por la renegociación
de los TLCs y la aprobación de una política agraria basada en el apoyo a
la economía campesina.
Hay que
aprovechar plenamente la proyección que ha logrado el movimiento agrario
en el corazón de los colombianos y hacer nuestras las herramientas de
la democracia participativa para derrotar a la oligarquía. ¡No lo
dudemos!
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