Francisco Dorado
Con ocasión de los sucesos colombianos (entrega de rehenes de las FARC, ataque extraterritorial del ejército granadino y muerte de Raúl Reyes, conflictos con Ecuador, Venezuela y demás países de A.L., y la espectacular liberación de Ingrid Betancurt, los tres gringos y 11 militares) la política de este país mantiene atentos a los medios de comunicación mundiales.
La izquierda latinoamericana, en sus diversas variantes, también ha estado a la expectativa de lo que sucede en esta esquina noroccidental de Sudamérica.
Gran cantidad de analistas, “desde afuera”, tienen dificultades para entender la evolución de los hechos. A los sectores que más les cuesta un acercamiento a la realidad de este complejo país es a quienes han construido una visión idealizada de la guerrilla.
Es muy difícil – no sólo para ellos - comprender “el fenómeno Uribe”, quien en poco tiempo ha pasado de villano, rechiflado en Europa y EE.UU. por “paramilitar y mafioso”, a ser presentado como el “liberador” de Colombia y como un respetable estadista. Mientras la imagen de las FARC se desgasta, la de Uribe se fortalece.
El pasado martes (22-07-08) en Washington, los elogios de Bush lo colocaron en su justa dimensión: “El presidente Uribe ha hecho todo lo que le hemos pedido y más” dijo el torpe presidente gringo. Es un efectivo “peón del imperio”, y no se avergüenza de serlo.
En pago le prometen aprobarle el TLC mientras lo siguen utilizando. En Colombia, para un buen sector de la opinión pública, por ahora, pesa más la “amenaza terrorista” que la soberanía nacional. Esa es nuestra mayor tragedia.
Hoy el bloque de poder oligárquico colombiano respira un aire triunfalista. La verdad es que la seguidilla de golpes que Uribe le ha propinado a las FARC, han catapultado la popularidad de Uribe a niveles sorprendentes, permitiéndole ocultar temporalmente sus graves y crecientes problemas.
Son dificultades que siguen allí y tendrán su evolución: la “para-yidis” política, el enfrentamiento con las cortes judiciales, la extradición de jefes paramilitares, la no aprobación del TLC en el congreso de los EE.UU., la violación de los DD.HH. por parte de empresas transnacionales y del mismo Estado, y muchos problemas más relacionados con el frente económico y social.
Los apuros analíticos de los observadores políticos se manifiestan también en el tema de las marchas y concentraciones masivas realizadas el pasado 20 de julio en Colombia y en muchas ciudades del mundo con la participación masiva de millones de personas. Los propagandistas del gobierno ubican a Uribe como el líder indiscutible de esas manifestaciones. Dicen que logró convertir el mensaje de libertad (“¡libérenlos a todos, ya!”) en un respaldo absoluto e incondicional a su gobierno.
Una buena parte de los análisis desde la izquierda, sobre todo del exterior, se identifica con esa interpretación, atribuyéndole esos logros uribistas al papel y manejo de los medios de comunicación colombianos y gringos. Muchos dicen que la mayoría del pueblo está “alienado” y que en Colombia no hay ciudadanos sino “televidentes”. Le otorgan un poder casi absoluto a los medios.
A nivel nacional hay diversas percepciones, todos los partidos políticos legales, incluyendo los de oposición, llamaron a participar en las marchas, así fueran conscientes que el actual presidente de la república era quien iba a estar al frente de ellas.
Nuestra apreciación de los hechos va en otra dirección. A pesar de las expresiones de sectores fanáticos de derecha radicalizados en su “endiosamiento de Uribe”, se advierten algunos indicios de que la prioridad para la mayoría de la población está centrada en la libertad de los secuestrados, la consecución de la paz por la vía del diálogo, y la necesidad de unirnos para enfrentar las graves dificultades que sufren amplios sectores de la población.
“Ya está bueno”, dijo Juanes. “La libertad también debe incluir la libertad de los desplazados” afirmó Shakira en la cara de Uribe. En París, el mensaje por la libertad de Ingrid Betancurt estuvo acompañado del llamado a la paz, a la solidaridad, contra la segregación y discriminación (incluyendo la que se practica en los países desarrollados contra los inmigrantes), y por la búsqueda de un futuro mejor para todos.
Dos de las concentraciones más importantes de Bogotá fueron bien canalizadas por las fuerzas democráticas. Los grupos musicales “Krápula”, “Aterciopelados” y la cantante folclórica “Totó La Momposina” encauzaron muy bien el rechazo a la violencia “venga de donde viniere”, y lograron posicionar entre los manifestantes un espíritu de convivencia muy diferente a la de la calle 72 con Avda. 7ª, en absoluta contradicción con el guerrerismo uribista y con los conceptos imperiales de libertad. “Esta tierra es nuestra, es tuya y mía” coreaban los asistentes al concierto del Parque Simón Bolívar.
El problema de la política es poder compenetrarse con la realidad de la gente. Si nuestros esquemas mentales no nos permiten interpretar las señales que nos envía esa realidad, estaremos en graves problemas.
En ese mismo sentido, si las fuerzas de izquierda colombiana y de los países vecinos no identificamos los errores cometidos, que le han permitido a Uribe manipular la opinión nacional con la amenaza del “terrorismo de las FARC y de los gobiernos que las apoyan”, no podremos rectificar y actuar en concordancia.
La oligarquía colombiana cuenta con una amplia experiencia y tiene una costosa asesoría imperial. Esa oligarquía no tiene grandes fisuras. La clase terrateniente de origen “aristocrático” heredera del general Santander (incluyendo la bogotana representada por los “Santos”), hace rato vendió su alma al diablo-dinero.
Desde hace más de 30 años vienen consolidando un bloque de poder en donde se fusionan los intereses de los grandes terratenientes, grupos financieros y capitalistas monopólicos, los ricos emergentes (mafias de todo pelambre personificadas en la familia Uribe Vélez), y tienen un acuerdo muy firme con el gobierno de Washington y las transnacionales globales (principalmente estadounidenses y europeas).
Así sea muy temprano, es bueno atreverse a hacer futurología. Es importante avizorar y proyectar los posibles escenarios y mirar diversas variantes. Para ello es que tratamos de sintonizarnos con las mayorías. El bloque de poder cuenta con sus expertos tanto en pulsear la opinión como en tratar de manipularla.
Sin embargo, ello tiene sus límites. Por ahora lanzo una tesis que surge de esa primera impresión de las marchas:
Colombia se va a inclinar hacia el centro político, y la izquierda debe – sin perder su identidad – ubicarse y posicionarse para influir en ese espacio, para impulsar con fuerza y absoluta decisión un verdadero y amplio movimiento democrático. Y para hacerlo, no tiene porqué renunciar a sus metas de transformación estructural.
El bloque de poder cuenta con varias alternativas: apoyarán la reelección de Uribe, si la situación lo requiere, sobre todo si las FARC y los gobiernos vecinos le ayudan a sostener la “caña” de la amenaza terrorista (como en este momento le ayuda Ortega desde Nicaragua).
Si esa “amenaza” perdura pero en menor dimensión, pueden posicionar a Santos, el ministro de defensa. Ya lo vienen presentando como el héroe de la “operación jaque” con condecoración gringa y todo.
Pero si la opinión pública gira hacia el centro, como parece ser el mensaje que se puede captar de los principales actores de las marchas del 20 de julio, el bloque de poder ya cuenta con el exalcalde de Medellín Sergio Fajardo, quien está en plena campaña y puede ser el candidato de ese bloque en el espectro del “centro-derecha”.
¿Que alternativas juega la izquierda democrática? Hasta ahora, la tendencia mayoritaria en el Polo Democratico Aternativo es la de consolidar una candidatura de la izquierda tradicional, posiblemente representada en su presidente Carlos Gaviria. Este partido ha convocado su 2º congreso para el mes de febrero de 2009 en donde las diferentes tendencias se van a medir.
Por ahora, la política va a girar alrededor a la oposición al gobierno en el Congreso de la República, la movilización social en torno a diversos temas socio-económicos, y la puja interna por obtener mayoría de delegados en las elecciones internas (26 de octubre/08).
Ingrid Betancurt, la figura política de mayor fuerza del “centro-izquierda”, ha venido jugando – sin hacerlo explícitamente – de manera muy inteligente. En su primera intervención, el día de su liberación, apoya la política de seguridad de Uribe y reivindica a las fuerzas armadas. Cabalga sobre el acumulado del presidente, y lo hace bien.
Lanza de inmediato una campaña para conseguir la liberación del resto de secuestrados, y se va para Francia. Sabe que si se queda en Colombia, se va a desgastar en la polarizada política interna. Es consciente que hace más desde afuera por la causa de los secuestrados y posiblemente por la paz de Colombia.
En sus cálculos está la posibilidad de que ni los candidatos liberales ni los del Polo despeguen el año entrante, y que su candidatura de “izquierda moderna” surja en forma natural. Ingrid es un “animal” político y los largos años de sufrimiento y de reflexión la han preparado para jugar bien. Y, creo que lo va a hacer muy bien.
Aunque el Congreso del Polo – el año entrante - defina una candidatura propia, si no ocurre algo extraño y exagerado, la mayoría de quienes votaron por Carlos Gaviria se van a desplazar al centro político. Eso es evidente. Esa es parte del costo que debemos pagar por nuestros errores y vacilaciones.
Tal fenómeno ya se expresó en las elecciones regionales de octubre de 2007. Si somos conscientes de ello, podremos jugar para posicionar nuestras propuestas políticas dentro del bloque de “centro-izquierda”, y trabajar en un proceso de acumulación de fuerzas, sobre todo desde el movimiento social.
Si no somos objetivos en el análisis, si nos pegamos más de nuestros deseos que de las realidades políticas de nuestro intrincado país, seguramente nos aislaremos más de amplios sectores de la población que hasta ahora han acompañado al PDA, que no son exactamente los sectores más marginados, sino ciertos sectores de la clase media, que han venido siendo golpeados por el neoliberalismo, pero que no apoyan proyectos radicales.
No nos hagamos ilusiones con que la crisis económica nos va a ayudar para desgastar a Uribe. Recordemos como los nazis aprovecharon el “crack” de 1929 para radicalizar a las masas contra los socialistas y comunistas colocándolos falsamente como causantes de esa crisis.
En fin que la tarea sigue siendo la misma. Construir el germen del gobierno de unidad nacional (de transición democrática) para poder jugar en ese escenario. Para avanzar es fundamental unir las fuerzas democráticas con espíritu amplio. Ese reto sigue allí y está por ser afrontado. Me atrevo a decir que en nuestro caso (Polo) es la única opción.
FRANCISCO DORADO
3 comentarios:
Ottima sintesi degli umori del Polo Democratico in questo momento: fare la politica dello struzzo per prendere tempo e aspettare che Uribe crolli sotto il peso delle sue contraddizioni.
E se la ciambella non riesce col buco si può dare sempre la colpa a Ortega o alle FARC perché hanno starnutito.
Forse il Polo non ha altre alternative a questa scelta (e merita comunque di avere fortuna), ma chiamiamo almeno le cose con il loro nome.
Chiamamole, ma questa è una delle componenti del paesaggio colombiano. Poichè il resto è oligarchia e narcomafie alleate agli USA...potrà la FARC cambiare un Paese da sola?
Io non credo affatto che al momento attuale le FARC (o la guerriglia in genere) siano ago della bilancia di qualcosa. Sono parte dello stallo, purtroppo.
Gli aghi della bilancia verranno probabilmente dalla sfera legale (ma solo quella interna, visto che i fattori internazionali rilevanti al momento operano per lo più in senso filo-uribista).
Ammetto però che a volte sono infastidito dal fatto che gli sforzi che fa il Polo per razionalizzare i margini ristrettti in cui, non per sua colpa, è costretto ad operare vengano presentati come una profonda filisofia politica, e non come le astuzie di quella che Gramsci chiamava "guerra di posizione".
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