Diplomacia de los puños sobre la mesa
Tito Pulsinelli
A las críticas se responde con críticas, a la falsificación con argumentos, a los conceptos con otros conceptos. Quien golpea con los puños en la mesa de discusión y elige la ausencia no sólo no logra boicotear, sino que revela los rasgos iracundos de una gran arrogancia. En Ginebra, Suiza, se quedaron discutiendo los representantes de la mayoría de la población mundial. Se fue una franja minoritaria que pertenece al área “occidental”.
Se quedaron en la sala los Países que resultan ser víctimas antiguas y recientes del colonialismo, se esfumaron los de siempre que pertenecen a la esfera anglosajona, junto con una fracción europea que se caracteriza por haber sido el área de la que se originó el mayor flujo migratorio hacia Israel.
Esta familia “occidental” que se cree siempre neutral – sobre todo cuando manifiestamente no lo es – luce una constante islamofobia en sus medios de comunicación y entre su clase dirigente, pero quisiera imponer el pensamiento único preventivo, con un amplio campo de acción. Ya sea que se trate de racismo unidireccional o de velos femeninos, lícitos o no. ¿Acaso aceptaría que las gentes africanas, polinesias o amazónicas impusieran a todas sus mujeres el seno femenino descubierto obligatorio?
¿Qué autoridad moral le queda a un “occidente” que no tuvo nada que decir de la codificación escrita y teorizada del secuestro de persona y de la tortura por parte de un País de la misma alineación geopolítica? Y ante la reciente iniciativa que asegura impunidad a los torturadores, todavía todos se quedan calladitos y bien portados. Las reglas, los derechos, la ética –y su codificación- como la historia son escritos por los vencedores o los más fuertes.
Desgraciadamente son de extensión y aplicabilidad variable y dependen de quién sanciona y quién es el sancionado. Se llega a la paradoja de quien dinamita abiertamente el Tribunal Penal Internacional de Roma y prefiere el Tribunal en serie de la Haya, dispuesto por la OTAN tras los bombardeos en Serbia.
¿Acaso la fracción radical “occidental” tiene todavía fuerza suficiente para mostrar el pulgar hacia abajo e imponer el unilateralismo automático? Su crisis evidente va mucho más allá de las competencias de los economistas y los logaritmos de la macroeconomía. En este sentido, los Países que no abandonaron la Conferencia de Ginebra establecen performances envidiables.
El Estado del Vaticano se quedó en su lugar en Ginebra, mostrando la sabiduría de quien no cree en la diplomacia de los puños en la mesa y de la ausencia espectacularizada.
Traducido por Clara Ferri
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