domingo, 9 de agosto de 2009

Honduras:¿Dolores de agonía o dolores de parto?

Manuel Torres Calderón
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Perspectiva general de la crisis
Con las profundas heridas institucionales y sociales que se derivan del Golpe de Estado, la precaria gobernabilidad actual se mantendrá antes e inmediatamente después de las elecciones generales de noviembre próximo, y es improbable que los comicios satisfagan la aspiración de las elites de poder de que sean el instrumento para normalizar la situación nacional, aunque lleguen a ser “transparentes y concurridas”.

Para los candidatos presidenciales de los partidos liberal y nacional (que se han revelado incapaces de proponer soluciones a la crisis) el peor escenario posible sería recibir la banda presidencial de manos de Micheletti. Influyentes naciones, como España, han advertido que no reconocerían la legitimidad de ese traspaso.

Lo que vendrá después del 27 de enero tampoco será fácil. Además de que lo peor del desplome económico y financiero se sentirá en el 2010, el golpe, agresivo y fundamentalista, agudizó una polarización ya existente en la sociedad hondureña y le redescubrió una variable política e ideológica que se venía gestando inadvertida, pero consistentemente en el marco de las desigualdades.

Ese carácter cismático de la crisis, presente incluso en el interior de las propias familias, persistirá después de que se alcance algún acuerdo de solución temporal, de tal manera que la tendencia inmediata es a una inestabilidad creciente y que la misma encuentre nuevos factores desencadenantes; electorales, económicos y sociales.

El panorama se agrava porque la institucionalidad, ya de por sí debilitada, terminó de afectarse con los sucesos del 28 de junio, lo que implica que las tareas de reconstrucción de la administración pública (y también de la ciudadanía organizada) serán complejas y de largo plazo.

A lo anterior habrá que sumar que el costo económico y social del golpe es muy elevado (los empresarios lo estiman para ellos en más de tres mil millones de lempiras en el primer mes) y su impacto se sumará al de la crisis internacional que ya estaba teniendo efectos. En suma, el país no iba bien y ahora va peor.

Un panorama de tanta inestabilidad e incertidumbre plantea que una respuesta estable y duradera al golpe y al golpismo pasa porque en la mesa, externa e interna, de negociaciones se reconozca el papel de la ciudadanía como sujeto de las mismas y se aprueben reformas estratégicas de Estado. Avanzar en la democracia participativa es una exigencia real, no inventada.

Ya en el pasado reciente desperdiciamos la coyuntura excepcional que brindó el impacto del huracán Mitch para transformar Honduras; sería una tragedia que también se desaproveche el potencial de cambio que encierra esta fractura. La sombra de los muertos por balas reales, no de goma, víctimas de la represión, vuelven cínica cualquier demagogia al respecto. Quizá el elemento esperanzador radique en reconocer que la necesidad del cambio no nació con Mel Zelaya, y tampoco morirá con el golpe. Sin duda, es otra la Honduras después del 28.
texto completo en: http://hablahonduras.com



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