Dalí
Alimentando el debate sobre las revoluciones en A. L
Fernando Dorado
No ilusionarnos con un “poder” que no es nuestro
Entender que ese “aparato gubernamental” no es el ideal para impulsar verdaderos procesos revolucionarios es algo fundamental. Si no entendemos este primer aspecto, podemos equivocar el rumbo, y vamos a querer utilizar una herramienta de carpintería para hacer finas labores de electrónica. Y claro, podemos pagar la novatada.
Pero, también es importante comprender que no podemos desechar ese “poder institucional”. La crisis de los partidos políticos oligárquicos, imperiales y neoliberales, nos ha puesto en las manos esa institucionalidad que en gran medida es colonial, clientelista, burocrática, asistencialista, etc., pero que determina a corto plazo muchas situaciones inmediatas y coyunturales.
Estamos frente a la situación del cirujano que debe operar al paciente utilizando de la mejor manera un cuchillo de cocina o correr el riesgo de que éste muera. Pueda que tenga que operar de nuevo, pero tiene que mantener con vida al paciente. Es su obligación.
Debemos recordar cómo en el proceso venezolano – gracias a la descomposición casi absoluta de la elite política de los partidos políticos oligárquicos (puntofujistas) -, se pudo aprobar con cierta rapidez una Constitución Bolivariana y una serie de “leyes habilitantes”. Sin embargo, así y todo, para implementar las “misiones” o programas de impacto necesarios para ampliar la base social, el gobierno de Chávez tuvo que inventarse un aparato gubernamental paralelo y provisional.
Pero el problema central, o sea, lo concerniente a qué hacer con el aparato estatal heredado, parece no estar solucionado.
Resolver este problema es vital para el futuro de nuestras revoluciones y tiene qué ver con el debate que debemos profundizar sobre la esencia del Poder.
El factor determinante del Poder
Para avanzar con este debate es importante analizar algunas afirmaciones que se han hecho con ocasión del golpe en Honduras y otras situaciones recientes, que tienen que ver con el “factor determinante” del Poder en un proceso de cambio.
Se afirma – por ejemplo - que el pueblo hondureño ha realizado todos los sacrificios y esfuerzos para derrotar al golpismo oligárquico-imperial, que lo que ha hecho falta es mayor presión internacional. ¿Es esto cierto? ¿Qué experiencias existen en donde la presión internacional haya tumbado gobiernos dictatoriales?
En el golpe de Venezuela (2002) el pueblo se movilizó y estimuló a los militares nacionalistas que reaccionaron a tiempo, y el golpe fue derrotado. En el intento subversivo contrarrevolucionario en Bolivia (2008), la UNASUR intervino, pero el factor determinante para neutralizar el separatismo reaccionario, fue la movilización popular y la posición de firmeza prudente – con visión de Estado –, mantenida por el gobierno de Evo.
Cualquier debilidad o precipitación de parte del gobierno boliviano habría podido desencadenar una confrontación mayor y una ruptura del endeble orden institucional existente. Ese “orden institucional” alcanzó a ser violentado en Venezuela, en donde el Ministro de Defensa se prestó para tratar de legitimar el golpe, sosteniendo – como hicieron recientemente con el presidente Zelaya – que el presidente Chávez había renunciado. El conocimiento de la verdad y, la fuerte y masiva movilización popular restablecieron el gobierno constitucional.
Ello nos permite reafirmar que el factor determinante en todo proceso de transformación social y político es el grado de conciencia y organización de los trabajadores y los pueblos. Allí no debe haber ninguna duda. Los gobiernos nacionalistas sólo son herramientas, pero no son “el poder”.
Hasta hace muy poco tiempo se confundía el Poder con el “aparato de poder”. Por eso se hablaba de “toma del poder”. Se lo veía como una “cosa” que se podía coger. Ahora, hemos ido clarificando: El poder es una relación de fuerzas.
Yo tengo poder si mi contrario es más débil que yo. No significa que tenga el “suficiente” poder. Es una cuestión relativa. Una cosa es la fuerza organizada para hacer oposición, protestas, movilizaciones, peticiones, etc., y otra muy diferente la que se requiere para gobernar, planificar la producción, administrar los recursos, ejercer justicia, y construir nuevas relaciones sociales que superen lo existente.
Por ello, los pueblos originarios, que han logrado mantener o reconstruir sus autoridades propias, que tienen una cosmovisión y cultura ancestral, que cuentan con formas de apropiación y distribución colectivas, pueden ser un importante referente para otros sectores populares.
No significa que debamos copiar sus formas organizativas o de gobierno, ya que incluso entre esos pueblos se necesita avanzar también, pero indudablemente esas experiencias se constituyen en ejemplos de gérmenes de poder popular, en demostraciones que los pueblos somos capaces de auto-gobernarnos y que podemos hacerlo mucho mejor que los gobiernos oligárquicos.
Sólo la acumulación de fuerza real, más allá de la electoral, nos permitirá resolver el problema del aparato estatal que represente o concentre la fuerza popular organizada. Pero ello implica ganar tiempo, neutralizar enemigos, ganar aliados, derrotar fuerzas enemigas.
Planteando el problema
Queda por ahora planteado el tema. ¿Como aprovechar la institucionalidad existente sin sucumbir a la esencia burocrática y reaccionaria de ese Estado que hemos heredado? ¿Cómo gobernar con ese aparato, y a la vez, construir fuerza popular, autónoma, propia, independiente del Estado, democrática y participativa, proyectada hacia cambios estructurales en lo político, económico y cultural?
En Bolivia, Venezuela, Ecuador, y el resto de países latinoamericanos se está avanzando en la respuesta. En el siguiente artículo aspiramos resaltar y evaluar algunos ejemplos.[1]
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Las “izquierdas tradicionales” de la región, en su gran mayoría, se encuentran a la cola del movimiento. Unos, quejándose de que el movimiento no encuadra con sus esquemas; otros, pidiéndole a los gobiernos más de lo que pueden dar; y otros más, esperando el momento de las derrotas o fracasos, para levantar la voz y decir: ¡Yo se los dije!
Incluso, algunos, en sus afanes e impaciencias, se han colocado en momentos coyunturales del lado del enemigo. Su actitud se explica, principalmente, porque la dirigencia de esos partidos no ha roto con esquemas “clasistas”, “estatistas” y “estrategistas”, que les impiden orientarse y reaccionar acertadamente frente al momento actual. He allí un problema.
[1] Ver documentos de Martha Harnecker sobre el proceso de las comunas en Venezuela. De los consejos comunales a las comunas. Construyendo el socialismo del Siglo XXI; Las comunas, sus problemas y cómo enfrentarlos. Rebelión
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